Ilya Vasilyev dirige su escuela para hackers desde un pequeño apartamento de Moscú. Escondido en un laberinto de antiguos edificios soviéticos, no es fácil encontrarle. No hay ningún cartel en la puerta. En el interior, los alumnos se sientan en un salón verde pálido, poniendo a punto sus destrezas para programar. Un Buda de bronce descansa en un altar. Cuando ven aparecer a Vasilyev, los alumnos le saludan inclinando la cabeza. Llevan en la muñeca unas pulseras de diferentes colores que indican su nivel dentro de la escuela y que son similares a los cinturones utilizados en las artes marciales.

El maestro: Ilya Vasilyev ha entrenado a decenas de piratas rusos.

Para poder entrar en lo que Vasilyev llama la Escuela Civil de Hackers, los alumnos deben superar un examen de acceso. Desde su fundación en 1996, cerca de 10.000 personas han solicitado ser admitidas. Muy pocos tienen lo que hay que tener, pese al hecho de que muchos candidatos trabajan todo el día como administradores de sitios web, programadores de software y expertos en seguridad informática. Vasilyev sólo admite unas dos docenas de alumnos matriculados al mismo tiempo. Las clases son gratuitas; la escuela funciona con donaciones privadas de fuentes anónimas. Vasilyev insiste en que no está formando a la futura generación de piratas informáticos rusos que acapararán los medios de comunicación. “Sólo ayudo al ciudadano de a pie a aprender técnicas de autodefensa en el
ciberespacio”, afirma.

De hecho, se enseña a los alumnos a no utilizar sus habilidades para hacer el mal. “Irrumpir en varios sistemas y quebrantar la ley puede conducirte a la cárcel muy rápido”, afirma. “Y ésa no es la opción más inteligente para un hacker”. Vasilyev incluso se asegura de que el software pirata, casi omnipresente en Rusia, permanezca alejado de los seis ordenadores de la escuela. Pero las clases no son sólo académicas. “Si se declara una guerra en el ciberespacio, el conocimiento del ciudadano de a pie puede resultar útil para sus Estados”, añade Vasilyev. “De manera que puede recurrirse a los hackers rusos para ayudar a Rusia”. En Moscú, esa formación no pasa desapercibida. Poco después de abrir la escuela, Vasilyev sostiene que recibió una oferta de los agentes del FSB (Servicio Federal de Seguridad), sucesor del KGB. Querían que formara a especialistas para la agencia. Rechazó la propuesta, pero todavía recuerda: “Ellos cuentan con recursos que podrían ser de gran ayuda. No estaríamos apretados en este pequeño apartamento”. Cierto, pero es posible que sus alumnos tampoco le hicieran una reverencia.