Madrid puede ayudar a reforzar el papel de Europa a la hora de disminuir la tensión en las relaciones entre Washington y la Habana.

La visita a Cuba del ministro de Asuntos Exteriores de España, José Manuel García-Margallo, ratifica el enfoque pragmático de la diplomacia española hacia la isla. Lejos quedó la temporada en la que el tema cubano fue balón político para las disputas entre el Partido Socialista (PSOE) y el Partido Popular. El presidente Mariano Rajoy ha pensado la política peninsular hacia Cuba como continuidad, desde los intereses estratégicos y económicos de Madrid en la isla sin abandonar los valores españoles de comunidad cultural y promoción de los derechos humanos. Si eso implicó continuar la estrategia del PSOE hacia La Habana, García-Margallo lo ha hecho sin dramas.
Por su herencia cultural e histórica, no hay país más cercano a la isla que España. Junto a Puerto Rico, Cuba permaneció ligada administrativamente a Madrid hasta 1898, recibiendo más inmigrantes españoles durante las tres primeras décadas del siglo XX que en todo el periodo colonial. Tras la caída del bloque soviético, España se erigió junto a Canadá en artífice de políticas de compromiso constructivo, acompañando el afianzamiento de los vínculos económicos con diálogos políticos y contactos comprensivos con toda la sociedad cubana. Ese periodo postguerra fría trajo un intenso intercambio económico, cultural, educacional y social en el que diversos actores españoles (compañías, universidades, comunidades regionales, etcétera) han construido una plataforma significativa en Cuba, siempre que se trate de dialogar, influir y proponer, no de imponer.
Dos elementos específicos han propulsado la posición de Madrid en La Habana desde el periodo de la cancillería de Moratinos hasta la fecha. En primer lugar, una activa embajada en La Habana que evalúa de forma realista el peso del nacionalismo cubano y el balance de fuerzas en la sociedad civil (no es casual que el primer contacto de García-Margallo con la sociedad cubana sea con la Conferencia Episcopal, no con la dividida oposición, alineada con el exilio intransigente en el apoyo al embargo estadounidense, rechazado por Madrid). En segundo lugar, la multiplicación del número de españoles en la isla a raíz de la implementación de la ley de memoria histórica. Ese grupo de cubanos, que algunos cálculos dicen que puede llegar a 400.000 en unos años, además de ser una audiencia política para la diplomacia española, se ha convertido en un puente de contactos con Estados Unidos, donde puede viajar por terceros países, al gozar de exención de visados.
La cancillería española bajo Moratinos y García-Margallo dio la bienvenida a los procesos de reforma económica y liberalización política iniciados bajo el gobierno de Raúl Castro. Los avances en derechos de propiedad y libertades civiles de religión y viaje estuvieron en el centro de las sugerencias que España presentó a Cuba en el dialogo político desde los ...
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