La Presidencia de España en la UE llega a su fin, con diversidad de opiniones. España ha liderado proyectos, sí, pero la pregunta es cuántos de ellos han sido de calidad. Cierto es que el panorama no ha sido el más halagüeño y que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se ha enfrentado a una Presidencia rotativa diferente en su totalidad: a medio hacer y compartida. Había que poner en marcha y darle un sentido al Tratado de Lisboa, hacer frente al retraso de la nueva Comisión Europea y a una crisis económica internacional. Sin contar con los imprevistos que surgen durante los seis meses que dura una Presidencia, como en este caso ha sido el catastrófico terremoto de Haití.

Para no incurrir en tópicos sobre su actuación, hay que tener en cuenta, en este caso, dos factores muy relevantes. En primer lugar, la Presidencia española tenía que  rechazar el protagonismo y el liderazgo que conlleva este puesto, para trabajar de manera conjunta con el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, y con la Alta Representante para la Política Exterior de la UE, Catherine Ashton, las dos nuevas figuras políticas traídas con el Tratado de Lisboa. Ante esto, Zapatero y el ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, han tenido que mantenerse en un segundo plano para hacer honor al Tratado. En segundo lugar, hay que tener en cuenta que todo lo llevado a cabo por la Presidencia española durante su mandato, dará sus frutos y se podrá contabilizar en su totalidad cuando el trío de presidencias (España, Bélgica y Hungría) finalice. Así que, como ahora no se trata de hacer un trabajo aislado, sino conjunto, los resultados deberán examinarse también del mismo modo.

La convivencia de Zapatero con Van Rompuy le ha restado importancia en su papel de líder temporal de Europa. Al tiempo que Moratinos ha tenido que impulsar en numerosas ocasiones la figura de Ashton (en algunos momentos fuertemente criticada), para ser fieles al Tratado de Lisboa y para no entorpecer la visión que se quiere dar de una UE con una voz única. Ahora hay que interpretar si sus intenciones han sido solidarias para con las nuevas instituciones europeas o si por el contrario, ha sido un afán por mantenerse en un segundo plano sin tener éxitos, pero por supuesto, sin arriesgarse con las críticas.

La Presidencia española ha conseguido algunos logros significativos, como la puesta en marcha del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) y el éxito en la cumbre con Marruecos celebrada en marzo en Granada.

Uno de los objetivos de la Presidencia rotativa al comenzar su mandato era dar los primeros pasos para la creación del SEAE. Así, el 26 de abril el Consejo de Asuntos Generales, reunido bajo la presidencia de Miguel Ángel Moratinos, consiguió un acuerdo político basado en la propuesta de Catherine Ashton, para crear la estructura del servicio diplomático. La idea principal es dar coherencia y eficacia a las relaciones exteriores de la UE e incrementar su influencia política y económica en el mundo. Esta es la base del proyecto, pero ahora está por ver si sigue adelante o no y, sobre todo, si es aprobado por el Parlamento Europeo.

El SEAE estará constituido por una red de embajadas de la UE fuera del territorio europeo y un equipo de funcionarios procedentes de la Comisión, el Consejo y los 27 Estados miembros. La Comisión Europea contribuirá con un 30% o 40% de los efectivos totales, mientras que una proporción similar procederá de los cuerpos diplomáticos de los Estados y el resto, del Consejo.

Otro objetivo muy codiciado por la Presidencia, pero no conseguido finalmente, ha sido su interés por celebrar la cumbre UE–EE UU en Madrid prevista para mayo, con la idea de impulsar sus relaciones bilaterales. Sin embargo, la noticia de la ausencia del presidente estadounidense, Barack Obama, no solo provocó la cancelación de la cumbre, sino que dio al traste con las aspiraciones del presidente español: si lo conseguía se anotaba este tanto con sus homólogos francés y alemán. Tan importante era el evento, que Zapatero había cedido y le daba el protagonismo a Van Rompuy con tal de que el encuentro se celebrara en Madrid y así poder actuar como anfitrión. Ahora se queda sin la foto y sin la firma de la Nueva Agenda Transatlántica, que marca la hoja de ruta de las relaciones entre Europa y EE UU.  La cumbre se ha pospuesto hasta otoño a petición de la Administración estadounidense, cuando el presidente norteamericano tiene previsto viajar a Europa para asistir a la cumbre de la OTAN en Portugal, pero en ese momento España ya no ostentará la Presidencia de turno de la UE.

No obstante, el resto de las cumbres previstas han seguido el programa, con Marruecos, Japón, Canadá, Rusia y los dos platos fuertes, para España: América Latina–Caribe y los países del Mediterráneo.

El pasado mes de marzo se celebró en Granada la primera cumbre bilateral entre la UE y Marruecos, que supuso un gran éxito para la Presidencia española, a pesar de los temores a celebrarla debido a la cuestión del Sahara Occidental. Con este encuentro se ha marcado un antes y un después en las relaciones UE-Marruecos y se ha conseguido un compromiso mutuo para profundizar en los asuntos políticos, económicos y sociales. Marruecos tiene un Estatuto Avanzado con Bruselas, plan pensado para integrar a Rabat en los espacios comunes europeos, sin ser un Estado miembro.

A las cumbres de Japón en Tokio y Canadá en Bruselas, ni Zapatero ni Moratinos acudieron y el papel de la Presidencia española ha sido de mera administradora y organizadora. Han preferido quedarse en un segundo plano y otorgarle el poder a Van Rompuy. El interés principal ha residido en explorar las opciones de colaboración económica y política. Mientras, la cumbre con Rusia en el mes de junio es otro cantar. Zapatero se comprometió personalmente a viajar a Moscú, para articular un diálogo sobre seguridad con el vecino oriental.

Sus dos grades filones son las cumbres de la UE con America Latina y el Caribe y el encuentro de la Unión por el Mediterráneo. La primera de éstas se celebró en mayo en Madrid –hecho por el que Zapatero ha luchado fervientemente–, cuyo prólogo es la firma de los acuerdos con Centroamérica, Colombia y Perú, así como el impulso en las relaciones con Mercosur. Esta cumbre es una de las grandes apuestas de la Presidencia de turno, debido al deseo español de ser una potencia europea con influencia en la región. España juega un papel relevante en esta ocasión, principalmente por sus lazos históricos con Latinoamérica y debe aprovechar la oportunidad para lanzar su caballo de batalla.

 

La Unión por el Mediterráneo

Su segundo gran filón, es la Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de los 43 países de la Unión por el Mediterráneo (UpM) en Barcelona, sede de la secretaría de esta organización internacional. El encuentro, que se ha pospuesto para favorecer las conversaciones indirectas entre israelíes y palestinos, debería conducir a una fase más dinámica de las relaciones euromediterráneas. España ha trabajado para que se produzcan hechos relevantes y significativos –como la elección del secretario general de la organización, el jordano Ahmad Masadeh– que ayuden a conseguir resultados interesantes para todos.

La idea principal es trabajar conjuntamente para hacer de la zona mediterránea un espacio de paz, desarrollo e intercambio humano y cultural. Con resultados tangibles como la aprobación de una declaración política y un plan de acción para los próximos años. También es necesario hacer una evaluación de los cuatro grandes proyectos que se aprobaron en París en 2008 sobre energía solar, autopistas del mar, pymes y medio ambiente.

Sin embargo, para que la cumbre se celebre en condiciones políticas favorables hay que trabajar intensamente en otro contexto territorial: Oriente Medio. El conflicto árabe-israelí vuelve a ser el talón de Aquiles y abre interrogantes sobre la cumbre. Una amenaza se cierne sobre su celebración, ya que varios países musulmanes amenazaron con boicotearla si asiste el ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Avigdor Lieberman. Del éxito de esta cumbre depende que el cierre de la Presidencia española se haga con buen sabor de boca o no.

Lo más importante viendo así las cosas y sabiendo que el fin último de la UE es actuar como una auténtica unión política con una sola voz, parece que España ha sabido hacerlo por ahora y le ha dado un sentido a las nuevas instituciones de la UE. Incluso ha conseguido que Europa abra nuevas conexiones con terceros países. A la hora de analizar el trabajo de la Presidencia semestral no hay que ver a España como un único país o un gobierno concreto, sino como a una España global dentro de los veintisiete y con un panorama político europeo renovado.