Una obra que aborda cómo la turbulenta historia del país explica el presente triunfo de la corrupción y la incompetencia.

A People Betrayed

Paul Preston

Harper Collins 2020

El hispanista británico Gerald Brennan escribió que “hay quien ve en España un país de paradojas, en el que un pueblo con gran independencia de carácter se ha dejado guiar por gobernantes corruptos y arbitrarios”. El filósofo José Ortega y Gasset tenía una visión más pesimista del país, reflejada en lo que escribió hace exactamente un siglo: “Empezando por la Monarquía y siguiendo por la Iglesia, ningún poder nacional ha pensado más que en sí mismo. ¿Cuándo ha latido el corazón, al fin y al cabo extranjero, de un monarca español o de la Iglesia española por los destinos hondamente nacionales? Que se sepa, jamás. Han hecho todo lo contrario. Monarquía e Iglesia se han obstinado en hacer adoptar sus destinos propios como los verdaderamente nacionales”. El hecho de que esas palabras sigan teniendo sentido hoy para millones de españoles hace pensar que, de momento, no tiene final feliz el relato de la falta de buen gobierno que presenta Paul Preston en su “Historia de la corrupción, la incompetencia política y las divisiones sociales en la España moderna, 1974-2018”, que es el subtítulo de su último libro, A People Betrayed.

El autor afirma que, pese a la vuelta a la democracia en 1977, “los 40 años de lavado de cerebro garantizaron la supervivencia de actitudes franquistas durante décadas”. El país sigue padeciendo un grado de corrupción que afecta prácticamente a todas las instituciones del país. Aunque el libro está dedicado en gran parte a los hechos anteriores a 1977, Preston explota la inmensa colección de escándalos políticos y financieros que aparecen periódicamente en los medios de comunicación españoles, la corrupción en la que están envueltos políticos e incluso la familia real. El título del último capítulo de esta obra implacable pero lúcida es “El triunfo de la corrupción y la incompetencia, 2004-2018” y no invita al autor precisamente al optimismo.

Con este libro escrito en la era de Donald Trump y el Brexit, Preston, historiador de la España moderna, no exhibe la condescendencia de otros autores europeos hacia los problemas españoles. La patología de mentiras, corrupción y total incompetencia de la que han hecho gala Londres y Washington en los últimos años indica que el caso español no es único, pero la ruptura de la cohesión social, que a menudo se ha encontrado y se ha agravado con el uso de la violencia por parte de las autoridades en el último siglo y medio, es el reflejo de la desgraciada historia de España desde finales del siglo XIX.

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Una mujer protesta contra la monarquía española en Cataluña, 2020. Paco Freire/SOPA Images/LightRocket via Getty Images

La humillación de perder Cuba y Filipinas en 1898 no hizo más que confirmar lo que se fraguaba desde hacía decenios. “El saqueo imperial no podía seguir aliviando los problemas económicos internos del país. Una economía agraria y atrasada, un sector industrial débil y desigual, el peso de la Iglesia Católica, unas fuerzas armadas parasitarias y las crecientes divisiones regionales eran males endémicos”. En Francia, Reino Unido y Estados Unidos, el papel de las fuerzas armadas y la Iglesia era muy distinto. Fueran cuales fueran las aventuras imperiales de esos tres países —y a menudo fueron brutales—, la incompetencia del Ejército español en Marruecos sirvió para alimentar el odio recíproco entre los militares y la izquierda durante el siglo XX: la represión que ejercieron las Fuerzas Armadas con motivo de los profundos conflictos sociales surgidos a partir de 1898 generó en la sociedad civil un odio que llevó al resentimiento de los militares contra los políticos en general y el movimiento obrero en particular. A pesar de los horrores cometidos en Irlanda e incluso en Argelia en los 50, la crueldad y la brutalidad de la represión franquista son incomparables. Resulta hoy llamativo que la crisis catalana despierte entre las fuerzas conservadoras de Madrid tanto desprecio, una estupidez que evoca lo que se dijo sobre la dinastía Borbón cuando recuperó el trono de Francia en 1815: “Ils n’ont rien oublié et rien appris” (no han olvidado nada ni aprendido nada).

El cinismo de Franco queda bien reflejado en la frase con la que el Caudillo reconoció, en 1942, que “nuestra Cruzada es la única lucha en la que los ricos que intervinieron en la guerra salieron de ella más ricos todavía”. Cuando el libro de Preston explica que la política “democrática” de finales del XIX y la época de la dictadura de Primo de Rivera, en la década de 1920, nunca fue más allá de comprar votos, robar el dinero público y reprimir ferozmente a la clase trabajadora y los campesinos pobres, especialmente en Andalucía, resulta verdaderamente esclarecedor. En otras palabras, España no fue capaz de construir unas instituciones modernas, especialmente una Administración civil competente y honrada. Los reyes de la dinastía Borbón, a excepción del rey Juan Carlos a partir de 1977, fueron un absoluto desastre, sobre todo el rey Alfonso XIII. Con todos sus defectos, la familia reinante en Londres y los presidentes franceses lo hicieron muchísimo mejor.

El relato que traza el autor es largo pero apasionante, repleto de anécdotas que hacen gala de humor negro y detalles fascinantes sobre dinero y costumbres sexuales directamente sacados de una novela o una película de serie B. A pesar de sus 565 páginas, más otras 134 de referencias, está escrito con una elegancia que no decae en ningún momento.

Lo que diferencia a España es el poder de sus fuerzas armadas, o al menos lo hizo hasta 1977. Ya es cosa del pasado y la integración en la OTAN las convirtió en un Ejército democrático y moderno. La monarquía desempeñó un papel muy útil al morir Franco, pero la trayectoria del rey Juan Carlos en los últimos tiempos la ha vuelto frágil. La falta de límites claros entre la clase política y el aparato judicial ha creado en la primera un sentimiento de invulnerabilidad y la sensación de que, tras la corrupción institucionalizada de la dictadura de Franco, había llegado el momento de que otros obtuvieran los beneficios del poder. En ese sentido, la cultura de la codicia fue una reacción a los saqueos cometidos por la élite franquista. “La lentitud glacial de los jueces en los casos de corrupción no facilitan las cosas”.

El otro problema fundamental es el de Cataluña. “La pésima gestión de la situación catalana por parte de Mariano Rajoy y Carles Puigdemont no podía sino terminar en desastre. La insensatez del líder catalán permitió al ex presidente español reforzar su situación asumiendo una postura firmemente anticatalana en vez de tender la mano a la mayoría que no era partidaria del separatismo. Con la esperanza de aprovechar el anticatalanismo cultivado en España durante la década anterior, Rajoy supuso que una postura inflexible impulsaría la popularidad del PP en el resto de España. Pero estaba pasando por alto que, en los últimos cien años de historia del país, el separatismo catalán se ha alimentado una y otra vez de la intransigencia centralista de Madrid”.

La política española sigue siendo tan sectaria como siempre, pero al menos ya ha desaparecido la violencia de ETA. El pueblo español quizá ha sido traicionado pero, como advirtió Gerald Brennan hace muchos años, conserva una gran independencia de carácter. Y eso les permitirá, sin duda, superar el próximo capítulo de su turbulenta historia.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.