La ayuda de España debe alcanzar la mayoría de edad cuanto antes, pero sólo será posible si deja atrás ciertas prácticas cuestionables tanto en el diseño como en el desembolso de dicha ayuda que, por ahora, han lastrado su efectividad internacional. La reciente publicación del Plan Director de la Cooperación Española 2013-2016 puede marcar un punto de inflexión histórico en la evolución del país hacia la plena madurez como donante, y sentar las bases para que la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) se una, por fin, a la primera división de agencias bilaterales de desarrollo. Por ahora liderada por países como Reino Unido y Suecia.
España se ha convertido en las últimas dos décadas en uno de los mayores contribuyentes de ayuda oficial al desarrollo (AOD) en el mundo, dedicando un 0,4% de su producto interior bruto a la solidaridad internacional, lo que la sitúa en el puesto 11 del ránking de países industrializados. Pero tres factores transversales han lastrado la efectividad de esta enorme cantidad de AOD: en primer lugar, a la cooperación española le ha faltado un marco estratégico acorde con los desafíos y las necesidades actuales del desarrollo; en segundo lugar, nuestra cooperación es de las más fragmentadas e ineficientes del mundo y en tercer lugar, España ha tendido a ayudar más a quien le convenía que a quien la necesitaba.
Afrontar las verdades políticas del desarrollo
La última década ha asistido a una transformación fundamental en el enfoque intelectual de la comunidad internacional de donantes: el desarrollo ha pasado a ser entendido como un problema inequívocamente político. Este esfuerzo ha sido capitaneado por la agencia de cooperación británica y el ecosistema de centros de investigación que la rodea, y ha tenido una enorme resonancia en el Comité de Ayuda al Desarrollo de la La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que hace las veces de think tank para los países industrializados. En unos escasos diez años la construcción del Estado, la reforma del sector de seguridad o el fortalecimiento del sector judicial han pasado a ser vistos como antecedentes fundamentales del desarrollo sostenible. Tanto es así que el último grito en efectividad de la ayuda es la realización de “análisis de economía política” que permitan a los donantes identificar bloqueos institucionales y puntos de entrada para fomentar reformas estructurales. Durante este mismo período, en cambio, AECID ha seguido definiendo su ayuda, básicamente, en términos de desarrollo humano, sostenible y participativo, ajena -por decisión u omisión estratégica- a los problemas centrales del desarrollo como proceso político. El Plan Director 2013-2016 supone un correctivo muy necesario a este desfase intelectual, situando el fortalecimiento del sector público, el Estado de Derecho y la democracia como primer objetivo básico de la cooperación española. No obstante, la ausencia de ...
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