
Ha llegado el momento de que España incluya sus prioridades en materia de seguridad en la agenda de la Alianza Atlántica.
Los próximos días 8 y 9 de julio se celebrará en Varsovia una nueva cumbre de la Alianza Atlántica. Será una cumbre decisiva en la que la OTAN tendrá que decidir si continúa en la línea marcada en la cumbre de Gales de 2014, al calor de los acontecimientos en Ucrania, o si, por el contrario, adopta una visión más equilibrada en la que tengan cabida otros desafíos de seguridad que preocupan –y mucho– a algunos de sus socios.
A juzgar por las actividades desarrolladas durante estos dos años, todo parece indicar que la amenaza rusa, percibida realmente por algunos miembros de la Alianza y utilizada por otros para revitalizar una organización que parecía haber perdido su razón de ser tras la guerra fría, volverá a ocupar un lugar preeminente entre los temas a tratar. Esta posibilidad, además, se presenta como no carente de cierta lógica en un momento en el que la Unión Europea vuelve a aparecer gravemente debilitada tras el referéndum británico. Sin embargo, desde una perspectiva española, la dinámica de confrontación en el Este exige una reflexión sosegada.
España ha realizado durante estos años un esfuerzo para cumplir con sus obligaciones como un miembro responsable de la Alianza Atlántica. Los cazabombarderos españoles se han desplegado en los países bálticos en varias ocasiones –la última de enero a abril de 2016– para impedir las violaciones de su espacio aéreo. Las fragatas más avanzadas y el buque de aprovisionamiento de combate Cantabria se han integrado en la Agrupación Naval Permanente de la OTAN 1 (SNMG-1, por sus siglas en inglés), al mando de un contraalmirante español, para realizar visitas y ejercicios en el Báltico y el norte de Europa, estando previsto que próximamente participen en el USA Baltops 16, que simulará un escenario de amenazas múltiples en el Báltico, y posteriormente en el Dynamic Mongoos, de entrenamiento en operaciones antisubmarinas, en aguas del mar de Noruega. Finalmente, España, como país líder de la Fuerza Conjunta de Muy Alta Disponibilidad, ha desplegado en Polonia 1.300 hombres y 500 vehículos para tomar parte en los ejercicios Brilliant Jump 16 y Valiant Falcon 16.
Nada hay de malo en participar en todo esto, pero las principales amenazas para España no vienen del Este, sino del Sur. Ya hablemos de terrorismo, de seguridad energética, de control de flujos migratorios o de reclamaciones territoriales, lo cierto es que el norte de África, el Sahel e incluso Oriente Medio plantean problemas mucho más acuciantes que el Báltico o el Dniéper. ¿Es entonces acertado que España envíe lo mejor de sus fuerzas a defender Tallín, cuando nadie se compromete a defender Ceuta y Melilla?
Por otra parte, los medios con los que España cuenta y los planes que se plantea aplicar en materia de defensa no son los adecuados para llevar a cabo una ...
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