La presencia más activa de España en el proceso de paz de Colombia daría coherencia su labor de cooperación y apoyo a América Latina y reforzaría el papel de la UE en la región

Seguidores del Presidente Petro se reunen en la inauguración de su presidencia en la Plaza Bolivar de Bogotá, Colombia.(Guillermo Legaria/Getty Images)

La llegada de Gustavo Petro a la presidencia de Colombia ha supuesto un giro de 180º en lo que a la política de gestión del conflicto armado interno y construcción de una paz estable y duradera se trata, lo cual es una aspiración de la mayoría de los colombianos. Si bien en noviembre de 2016, el gobierno de Juan Manuel Santos suscribía un Acuerdo de Paz con la guerrilla de las FARC-EP, la realidad es que muchas de las expectativas de poner fin al conflicto más longevo de América Latina distan mucho de haberse materializado. Indudablemente, uno de los factores más reseñables al respecto ha tenido que ver, no con la pandemia, y sí con la escasa voluntad de cumplimiento del ejecutivo de Iván Duque. Éste, con su dogma de “paz con legalidad”, se dedicó a desarrollar, durante sus cuatro años de mandato, una implementación selectiva, casi saboteadora, de los principales puntos del Acuerdo suscrito con la guerrilla. Esto coadyuvó un auge en la proliferación de estructuras disidentes y rearmadas de las extintas FARC-EP, evidenciando una nula capacidad de respuesta por parte de su gobierno. Además, fue incapaz de reconducir el difícil proceso de diálogo con el ELN, y tuvo una muy cuestionable política de confrontación con los problemas estructurales asociados al narcotráfico y la delincuencia organizada.

Petro, no sólo se ha propuesto llevar a sus últimos términos los Acuerdos de Paz con las FARC-EP, sino acabar también con las otras fuentes de violencia directa y, en la medida de lo posible, estructural. Es la “paz total” a la que se ha referido el presidente, que, por el momento, admite tres vías de gestión. En primer lugar, estaría la recuperación del diálogo paralizado, desde comienzos de 2018, con la guerrilla del ELN. Entre 2015 y 2017 se avanzó como nunca en la disposición de una agenda de intercambios cooperativos que, finalmente, quedó truncada. Ahora, desde el comienzo, y bajo el guiño de un cese bilateral de las hostilidades, se plantea la posibilidad de retomar esos diálogos a efectos de avanzar hacia la finalización de un conflicto que se aproxima a las seis décadas. En segundo lugar, estaría la desactivación de los grupos disidentes, con mayor impronta política, que son más cercanos a las desaparecidas FARC-EP, y que mantienen una relación de relativa camaradería con el ELN, y que cuentan con el auspicio venezolano. Tal es el caso de Segunda Marquetalia, un grupo creado por los dirigentes del proceso de paz, “Iván Márquez” y “Jesús Santrich”, y que se encuentra en una posición de claro debilitamiento frente a otros sectores. Finalmente, está el sometimiento a la justicia de ...