
La historia tiene todos los elementos: espías rusos, un allanamiento al estilo de Watergate, Donald Trump, Vladímir Putin, Hillary Clinton y el Partido Demócrata. La pregunta crucial es si Rusia está tratando de influir en las presidenciales de Estados Unidos. Existen numerosos elementos, así que más vale examinar el caso en orden cronológico.
Los 19.000 correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata (CND) que se filtraron a través de Wikileaks el viernes 22 de julio llegaron en el peor momento: justo cuando los demócratas confiaban en hacer una exhibición de unidad que contrastase con la Convención Nacional Republicana que acababa de terminar. Pero saltaron las filtraciones, que abrieron de golpe la herida que empezaba a cicatrizar después de las belicosas primarias.
Los partidarios de Bernie Sanders y él mismo se habían quejado de que el partido no se había mostrado neutral durante el proceso de primarias. Aunque no hay pruebas de que se utilizaran recursos de la organización para apoyar la campaña de Clinton o en contra de la de Sanders, era indudable que los correos electrónicos, redactados por empleados del Comité, revelaban su preferencia por ella. En uno de ellos, el más inquietante, el autor llegaba a sugerir que se utilizara la religión para derrotar a Sanders. No hacía falta nada más para que los seguidores del senador confirmaran sus sospechas de que el aparato del partido tenía prejuicios contra ellos.
Todavía más importante, quizá, es el hecho de que la filtración provocó la caída de la presidenta del Comité Demócrata, Debbie Wasserman Schultz, que tuvo que dimitir ese fin de semana. Había grandes tensiones entre ella y el equipo de Sanders, sobre todo desde que él la acuso repetidamente de favoritismo e incluso apoyó a su rival en las primarias para obtener su escaño en el Congreso por Florida. Aunque Wasserman Schultz consiga salir reelegida en noviembre, este es un golpe considerable, puede que incluso mortal, a su carrera política. Un dirigente del Partido Demócrata en Florida con el que he hablado cree que la utilizaron injustamente como chivo expiatorio, pero el resto del partido, en general, recibió con indiferencia y hasta con alegría su dimisión. Un veterano de Washington me dijo que “se veía venir desde hace tiempo”, que la antigua presidenta era famosa por dar más importancia a sus ambiciones que al partido.
En cualquier caso, aunque la marcha de Wasserman Schultz era necesaria, no bastó para calmar a los indignados partidarios de Sanders. La Convención Demócrata se inauguró el lunes por la tarde con el estallido de abucheos cuando el reverendo que pronunciaba la oración de apertura mencionó por primera vez a Hillary Clinton. Esa siguió siendo la tónica durante todo el día, y provocó que los medios de comunicación llenaran sus titulares con el relato de la división del partido. El daño estaba hecho, gracias ...
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