Quizá la democracia esté en expansión, pero ¿es
el
mundo más estable? En el
segundo Índice de Estados fallidos, FP y el Fondo por la Paz
siguen la pista de los países al borde del derrumbe.
Todo indica que 2005 debería haber sido propicio para muchos Estados
frágiles y en vías de desarrollo. Varios países —incluidos
algunos con escasa experiencia democrática, como Afganistán,
Egipto, Irak y Kazajistán— celebraron elecciones. El número
de conflictos armados serios siguió descendiendo en todo el mundo. Las
naciones más ricas acordaron perdonar miles de millones de deuda a los
países en desarrollo. Un vigoroso comercio mundial contribuyó a
afianzar la posición de China como potencia exportadora. Y, sin embargo,
unas tendencias que deberían haber contribuido al equilibrio han acabado
con frecuencia en descalabros.
Hay pocas vías rápidas en el camino a la estabilidad. Las elecciones
pueden dar voz a los desposeídos, pero no se traducen necesariamente
en una capacidad real de gobierno. Los elevados precios del crudo o las materias
primas pueden ayudar a llenar las arcas oficiales, pero no construyen unas
instituciones sólidas. En cambio, otras medidas que no suelen ocupar
grandes titulares —el nombramiento de jueces independientes, el desarrollo
de un cuerpo de funcionarios competentes y la puesta en práctica de
campañas contra la corrupción— son la clave para mejorar
los cimientos de un país.
Por más que se hable de tecnología y globalización, el
ejercicio del gobierno sigue siendo un reto muy complicado para muchos países.
Las instituciones internacionales como Naciones Unidas, el Banco Mundial y
el FMI pueden ayudar, pero la participación a gran escala de extranjeros
en la construcción de un Estado es compleja y costosa. La ONU ha desarrollado
con éxito operaciones de paz en Timor Oriental, Mozambique, Namibia
y Liberia, que hace poco eligió a la primera mujer jefe de Estado de África.
No obstante, la lucha que sigue manteniendo EE UU en Irak y, en menor medida,
Afganistán, pone de relieve los riesgos de recurrir a la intervención
armada para fomentar la estabilidad.
No hay atajos para lograr la estabilidad: las elecciones pueden dar voz a los desposeídos, pero no siempre se traducen en una capacidad real de gobierno |
||||||
Casi todos los Estados se las arreglan por su cuenta, y los hay en todas las
situaciones, desde los más sólidos y seguros hasta los más
frágiles. Algunos —incluidos países tan grandes como Nigeria
y Pakistán— siguen siendo muy vulnerables a los conflictos internos
y a la desintegración social. Más numerosos aún son los
que, como Egipto, Rusia y China, corren un riesgo importante de descomposición.
Predecir con exactitud cuándo y cómo se producirá el próximo
caso de Estado fallido es una tarea imposible. Sin embargo, los responsables
políticos pueden comprender los puntos vulnerables que crean las condiciones
para que un país se venga abajo.
Con el fin de mostrar una imagen más precisa del fenómeno de
la inestabilidad estatal, la organización independiente Fondo por la
Paz y Foreign Policy presentan el segundo Índice anual de Estados
fallidos.
Mediante 12 indicadores sociales, económicos, políticos y militares,
hemos clasificado 148 Estados por su debilidad con los conflictos internos
violentos y la disfunción social. En los cuadros figuran los 60 Estados
más vulnerables (para una explicación completa de las 12 categorías,
véase www.esglobal.org o www.fundforpeace.org).
Clasificaciones Las columnas destacan los 12 indicadores políticos,
|
Las puntuaciones del Índice se basan en datos de más de 11.000
fuentes a disposición del público, recogidos entre julio y diciembre
de 2005. El periodo utilizado hace que algunos hechos, como el giro de Irak
hacia la violencia sectaria en febrero, no estén incluidos. Otros acontecimientos,
como el gigantesco terremoto del mes de octubre en Pakistán, se produjeron
en pleno proceso de análisis e influyeron considerablemente en los resultados.
Como es inevitable, el Índice es más una larga instantánea
que un análisis permanente. Por ese motivo, siempre que ha sido posible
se han hecho comparaciones con las puntuaciones del año pasado; los
resultados futuros permitirán ver tendencias más a largo plazo.
La categoría de Estado fallido se ha convertido en un elemento habitual
del lenguaje estratégico y tiene muchas definiciones. A efectos de este Índice,
un país que fracasa es aquel en el que el Gobierno no tiene el control
real de su territorio, no está considerado como legítimo por
una parte importante de la población, no ofrece seguridad interna o
servicios públicos esenciales a sus ciudadanos y no tiene el monopolio
del uso de la fuerza. Un Estado en vías de fracaso puede padecer violencia
o simplemente ser propenso a ésta. En su gran mayoría, los países
incluidos en la lista no son Estados que ya han fracasado. El Índice
mide la vulnerabilidad ante los conflictos internos violentos y está integrado
por naciones en peligro, pero no por países que ya se han desintegrado.
El año pasado hubo varios ejemplos de lo que se podría denominar
bolsas de fracaso dentro de Estados que, por lo demás, eran sólidos
y estables. En EE UU, el huracán Katrina puso al descubierto las grandes
lagunas en la capacidad del país de hacer frente a las catástrofes.
Los espectadores de todo el mundo contemplaron con asombro, en agosto y septiembre,
cómo la superpotencia mundial dejaba a miles de ciudadanos atrapados
durante días. Los síntomas de fracaso pueden aparecer en cualquier
país de cualquier región del mundo, pero existen varias zonas
en las que los Estados débiles se concentran. Igual que en el Índice
pasado, África tiene el mayor número de países inestables.
Este año, Sudán es el más vulnerable del mundo debido
a sus malas puntuaciones en las áreas de injusticias colectivas y derechos
humanos. Detrás y muy cerca, están la República Democrática
del Congo y Costa de Marfil, cuyos gobiernos no controlan grandes zonas de
su territorio. En África están 6 de los 10 Estados más
frágiles y 11 de los 20 primeros.
Presión popular
El año pasado no fue favorable para varios gigantes en vías Pakistán, con más de 160 millones de habitantes, perdió 13 Sorprende más la caída de China en el ranking. Con su El Estado más poblado de África, Nigeria, también En 2005, algunos han salido ganando, sobre todo en el hemisferio occidental. |
Pero las clasificaciones, además, demuestran que las generalizaciones
regionales no sirven de nada, ni siquiera en el caso de países vecinos.
La estabilidad de Zimbabue, que padece unas pésimas prácticas
de gobierno y una corrupción endémica, ha descendido un 12%,
mientras que, al lado, Suráfrica mantiene una posición mucho
más sólida. Nigeria, pese a la riqueza de sus recursos, ha seguido
descomponiéndose; en cambio, la vecina Ghana es uno de los Estados más
prometedores de África occidental. Kenia ha mejorado pese a los escándalos
de corrupción y una frontera porosa con Somalia. En el sureste asiático,
Myanmar (Birmania) se ha tambaleado, pero la cercana Tailandia, aunque tenga
problemas en sus provincias meridionales, sigue siendo uno de los países
más estables de la región. En definitiva, lo que más cuenta
no es la localización, sino la forma de gobernar.
Pagar las consecuencias El Índice muestra una firme correlación entre las puntuaciones
|
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© 2006,
Fondo por la Paz y Carnegie Endowment for International Peace. Todos los derechos
reservados. FOREIGN POLICY es
una marca propiedad de Carnegie Endowment for International Peace.
Quizá la democracia esté en expansión, pero ¿es
el
mundo más estable? En el
segundo Índice de Estados fallidos, FP y el Fondo por la Paz
siguen la pista de los países al borde del derrumbe.
Todo indica que 2005 debería haber sido propicio para muchos Estados
frágiles y en vías de desarrollo. Varios países —incluidos
algunos con escasa experiencia democrática, como Afganistán,
Egipto, Irak y Kazajistán— celebraron elecciones. El número
de conflictos armados serios siguió descendiendo en todo el mundo. Las
naciones más ricas acordaron perdonar miles de millones de deuda a los
países en desarrollo. Un vigoroso comercio mundial contribuyó a
afianzar la posición de China como potencia exportadora. Y, sin embargo,
unas tendencias que deberían haber contribuido al equilibrio han acabado
con frecuencia en descalabros.
Hay pocas vías rápidas en el camino a la estabilidad. Las elecciones
pueden dar voz a los desposeídos, pero no se traducen necesariamente
en una capacidad real de gobierno. Los elevados precios del crudo o las materias
primas pueden ayudar a llenar las arcas oficiales, pero no construyen unas
instituciones sólidas. En cambio, otras medidas que no suelen ocupar
grandes titulares —el nombramiento de jueces independientes, el desarrollo
de un cuerpo de funcionarios competentes y la puesta en práctica de
campañas contra la corrupción— son la clave para mejorar
los cimientos de un país.
Por más que se hable de tecnología y globalización, el
ejercicio del gobierno sigue siendo un reto muy complicado para muchos países.
Las instituciones internacionales como Naciones Unidas, el Banco Mundial y
el FMI pueden ayudar, pero la participación a gran escala de extranjeros
en la construcción de un Estado es compleja y costosa. La ONU ha desarrollado
con éxito operaciones de paz en Timor Oriental, Mozambique, Namibia
y Liberia, que hace poco eligió a la primera mujer jefe de Estado de África.
No obstante, la lucha que sigue manteniendo EE UU en Irak y, en menor medida,
Afganistán, pone de relieve los riesgos de recurrir a la intervención
armada para fomentar la estabilidad.
No hay atajos para lograr la estabilidad: las elecciones pueden dar voz a los desposeídos, pero no siempre se traducen en una capacidad real de gobierno |
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Casi todos los Estados se las arreglan por su cuenta, y los hay en todas las
situaciones, desde los más sólidos y seguros hasta los más
frágiles. Algunos —incluidos países tan grandes como Nigeria
y Pakistán— siguen siendo muy vulnerables a los conflictos internos
y a la desintegración social. Más numerosos aún son los
que, como Egipto, Rusia y China, corren un riesgo importante de descomposición.
Predecir con exactitud cuándo y cómo se producirá el próximo
caso de Estado fallido es una tarea imposible. Sin embargo, los responsables
políticos pueden comprender los puntos vulnerables que crean las condiciones
para que un país se venga abajo.
Con el fin de mostrar una imagen más precisa del fenómeno de
la inestabilidad estatal, la organización independiente Fondo por la
Paz y Foreign Policy presentan el segundo Índice anual de Estados
fallidos.
Mediante 12 indicadores sociales, económicos, políticos y militares,
hemos clasificado 148 Estados por su debilidad con los conflictos internos
violentos y la disfunción social. En los cuadros figuran los 60 Estados
más vulnerables (para una explicación completa de las 12 categorías,
véase www.esglobal.org o www.fundforpeace.org).
Clasificaciones Las columnas destacan los 12 indicadores políticos,
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Las puntuaciones del Índice se basan en datos de más de 11.000
fuentes a disposición del público, recogidos entre julio y diciembre
de 2005. El periodo utilizado hace que algunos hechos, como el giro de Irak
hacia la violencia sectaria en febrero, no estén incluidos. Otros acontecimientos,
como el gigantesco terremoto del mes de octubre en Pakistán, se produjeron
en pleno proceso de análisis e influyeron considerablemente en los resultados.
Como es inevitable, el Índice es más una larga instantánea
que un análisis permanente. Por ese motivo, siempre que ha sido posible
se han hecho comparaciones con las puntuaciones del año pasado; los
resultados futuros permitirán ver tendencias más a largo plazo.
La categoría de Estado fallido se ha convertido en un elemento habitual
del lenguaje estratégico y tiene muchas definiciones. A efectos de este Índice,
un país que fracasa es aquel en el que el Gobierno no tiene el control
real de su territorio, no está considerado como legítimo por
una parte importante de la población, no ofrece seguridad interna o
servicios públicos esenciales a sus ciudadanos y no tiene el monopolio
del uso de la fuerza. Un Estado en vías de fracaso puede padecer violencia
o simplemente ser propenso a ésta. En su gran mayoría, los países
incluidos en la lista no son Estados que ya han fracasado. El Índice
mide la vulnerabilidad ante los conflictos internos violentos y está integrado
por naciones en peligro, pero no por países que ya se han desintegrado.
El año pasado hubo varios ejemplos de lo que se podría denominar
bolsas de fracaso dentro de Estados que, por lo demás, eran sólidos
y estables. En EE UU, el huracán Katrina puso al descubierto las grandes
lagunas en la capacidad del país de hacer frente a las catástrofes.
Los espectadores de todo el mundo contemplaron con asombro, en agosto y septiembre,
cómo la superpotencia mundial dejaba a miles de ciudadanos atrapados
durante días. Los síntomas de fracaso pueden aparecer en cualquier
país de cualquier región del mundo, pero existen varias zonas
en las que los Estados débiles se concentran. Igual que en el Índice
pasado, África tiene el mayor número de países inestables.
Este año, Sudán es el más vulnerable del mundo debido
a sus malas puntuaciones en las áreas de injusticias colectivas y derechos
humanos. Detrás y muy cerca, están la República Democrática
del Congo y Costa de Marfil, cuyos gobiernos no controlan grandes zonas de
su territorio. En África están 6 de los 10 Estados más
frágiles y 11 de los 20 primeros.
Presión popular
El año pasado no fue favorable para varios gigantes en vías Pakistán, con más de 160 millones de habitantes, perdió 13 Sorprende más la caída de China en el ranking. Con su El Estado más poblado de África, Nigeria, también En 2005, algunos han salido ganando, sobre todo en el hemisferio occidental. |
Pero las clasificaciones, además, demuestran que las generalizaciones
regionales no sirven de nada, ni siquiera en el caso de países vecinos.
La estabilidad de Zimbabue, que padece unas pésimas prácticas
de gobierno y una corrupción endémica, ha descendido un 12%,
mientras que, al lado, Suráfrica mantiene una posición mucho
más sólida. Nigeria, pese a la riqueza de sus recursos, ha seguido
descomponiéndose; en cambio, la vecina Ghana es uno de los Estados más
prometedores de África occidental. Kenia ha mejorado pese a los escándalos
de corrupción y una frontera porosa con Somalia. En el sureste asiático,
Myanmar (Birmania) se ha tambaleado, pero la cercana Tailandia, aunque tenga
problemas en sus provincias meridionales, sigue siendo uno de los países
más estables de la región. En definitiva, lo que más cuenta
no es la localización, sino la forma de gobernar.
Pagar las consecuencias El Índice muestra una firme correlación entre las puntuaciones
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