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Manifestantes en Teherán, Irán, muestran en señal de protesta las caras del presidente de EE UU, Donald Trump, el príncipe de Arabia Saudí, Mohamed ben Salman, y el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu. (Saeid Zareian/picture alliance via Getty Images)

La tensión entre Estados Unidos e Irán escaló peligrosamente en 2019; el año que comienza podría llevar esta rivalidad a su punto de ebullición. La decisión de la Administración Trump de retirarse del acuerdo nuclear de 2015 e imponer un número creciente de sanciones unilaterales contra Teherán ha infligido costes significativos al país, pero hasta ahora no ha producido la capitulación diplomática que persigue Washington ni ha provocado el colapso interno que podría ansiar que suceda. En su lugar, Irán ha respondido a lo que considera un asedio total reforzando gradualmente su programa nuclear en violación del acuerdo, haciendo agresivas demostraciones de fuerza a nivel regional y suprimiendo con firmeza cualquier signo de agitación interna. También han aumentado las tensiones entre Israel e Irán. Y a menos que este ciclo se rompa, el riesgo de una confrontación más amplia seguirá creciendo.

El giro de Teherán desde una política de máxima paciencia a una de máxima resistencia se produjo como consecuencia de que Estados Unidos pusiera sobre la mesa uno de los ases de su baraja de medidas coercitivas: el fin de las exenciones, ya de por sí limitadas, de las ventas de petróleo de Irán. Al ver que tampoco se materializaba algo de alivio proveniente de las partes restantes del acuerdo nuclear, el presidente Hasan Rohani anunció en mayo que su gobierno comenzaría a violar el acuerdo de manera gradual. Desde entonces, Irán ha sobrepasado los límites de sus tasas de enriquecimiento de uranio y del tamaño de las existencias almacenadas, ha comenzado a testar centrifugadoras avanzadas y ha vuelto a poner en marcha su planta de enriquecimiento en el búnker de Fordow. Con cada nuevo incumplimiento, Irán puede ir vaciando de contenido los logros del acuerdo respecto a la no proliferación hasta el punto de que los firmantes europeos decidan que deben imponer sus propias sanciones. En algún momento, los avances de Irán podrían impulsar a Israel o a Estados Unidos a recurrir a la acción militar.

Una serie de incidentes en el Golfo durante el último año, que culminaron con el ataque del 14 de septiembre contra instalaciones de energía saudíes, puso de manifiesto cómo los efectos del enfrentamiento entre Estados Unidos e Irán reverberan en toda la región. Mientras tanto, los recurrentes ataques militares israelíes contra objetivos iraníes, o vinculados con Irán, dentro de Siria y Líbano —así como en Irak y la cuenca del Mar Rojo, según Teherán— presentan un nuevo y peligroso frente. Cualquiera de estos focos de tensión podría acabar explotando, ya sea intencionadamente o por accidente.

Tras tomar conciencia de los importantes riesgos y altos costes de una guerra, algunos de los rivales de Irán en el Golfo han optado por frenar la escalada de tensión, a pesar de seguir respaldando la postura de “máxima presión” de la Administración Trump. Los Emiratos Árabes Unidos han abierto líneas de comunicación con Teherán, y Arabia Saudí ha entablado un diálogo serio con los hutíes de Yemen.

El potencial de que se produzca un conflicto también ha propiciado otras iniciativas, encabezadas por el presidente francés Emmanuel Macron, para ayudar a Estados Unidos e Irán a encontrar una vía de salida diplomática. El presidente estadounidense, Donald Trump, deseoso de evitar la guerra, se ha mostrado dispuesto a escuchar la propuesta de Macron, y los iraníes también están interesados ​​en cualquier proposición que proporcione un alivio de las sanciones.

Pero, dominadas por una profunda desconfianza, cada una de las partes ha tendido a esperar a que sea la otra quien haga la primera concesión. Que se produzca un importante avance diplomático para reducir las tensiones entre los Estados del Golfo e Irán o entre Washington y Teherán sigue siendo posible. Pero, a medida que las sanciones pasan factura en el país e Irán contraataca, el tiempo se está acabando.

 

El artículo original ha sido publicado en International Crisis Group