Ocho aspectos en los que el país parece una socialdemocracia (disfuncional).

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Mitt Romney, candidato a presidente estadounidense, lo ha advertido por activa y por pasiva: Barack Obama es un socialista que “tiene como modelo para Estados Unidos el de los socialdemócratas europeos”, y eso que “Europa ni siquiera funciona en Europa”.

Estimado Romney: Puede que EE UU no sea el sistema más socialdemócrata (lo son Noruega o Suecia), pero es bastante socialdemócrata. Gasta sin fin en sanidad y pensiones, tiene un cuerpo de funcionarios enorme y el Estado interviene de forma decisiva en la economía. A veces es más liberal (los años de Ronald Reagan o la primera legislatura de George W. Bush) y otras más socialdemócrata (la Era Progresista del primer Teddy Roosevelt, el New Deal de Franklin D. Roosevelt o la Gran Sociedad de Lyndon B. Johson).

Como socialdemocracia es bastante disfuncional: demasiado cara en relación a los beneficios que produce. Es un país endeudadísimo: 15 billones de dólares. Como la mera mención del socialismo es anatema, todo se hace por la puerta de atrás, sin un plan definido. Se producen así engendros del estilo de su sistema sanitario, el más caro pero ni de lejos el más eficiente entre las democracias avanzadas.

Su impúdico capitalismo de Estado

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La crisis financiera de 2008 convirtió a Washington en Pekín: lanzó una de las mayores intervenciones estatales en la economía de la Historia. Puro capitalismo de Estado. Un “socialismo para los ricos y bien relacionados”, como lo definió el gurú económico Nouriel Roubini en su artículo Camaradas Bush, Paulson y Bernanke te dan la bienvenida a los Estados Unidos de Repúblicas Socialistas Americanas: “Un socialismo donde los beneficios están privatizados pero las pérdidas se han socializado [...] Y todo viniendo de la Administración [la de George W. Bush] más fanáticamente defensora del capitalismo laissez-faire [de dejar hacer] y del mercado libre”.

Eso lo escribió Roubini en 2008 para exponer lo que llamaba “la mayor nacionalización y rescate de la historia de la humanidad”, la de los gigantes hipotecarios Fannie Mae y Freddie Mac. Aún no sabía lo que llegaría después: más nacionalizaciones (la aseguradora AIG), rescates (General Motors y Chrysler) o enormes préstamos a los bancos, unas veces públicos (el llamado programa TARP) y otras veces secretos (como los descubiertos por Bloomberg de la Reserva Federal a ciertos bancos). Además, se inundó el mercado con dinero barato (los planes llamados QE), para solaz de los inversores en Wall Street.

Todo parece haber funcionado. Ahora la economía estadounidense va camino de la recuperación. Pero el riesgo moral que se va a pagar es muy alto. Washington ha decidido quién ganaba y quién perdía, a quién rescataba y a quién dejaba caer. Con ello ha liquidado uno de los dogmas capitalistas, el de la destrucción creativa, la selección natural de las empresas que triunfan y las que desaparecen.

El que más se gasta en sanidad pública

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