
Se complica la situación para que Donald Trump siga defendiendo a Mohammed bin Salman, aún más con tantas batallas que librar dentro de sus propias fronteras.
La posible interferencia de Moscú en las elecciones de Estados Unidos en 2016 supone serios desafíos para el funcionamiento de la democracia en la era de los algoritmos y las “verdades alternativas”. Pero igual o más grave es la relación de sectores del poder político y económico de Estados Unidos con Arabia Saudí. Ese vínculo, que condiciona la política de Washington hacia Oriente Medio y que boicotea acuerdos sobre protección del medioambiente, se encuentra ahora en una situación complicada.
El asesinato de Jamal Khashoggui el pasado octubre en el consulado saudí en Estambul, las campañas aéreas de Arabia Saudí en Yemen con desastrosos impactos humanitarios, el apoyo financiero a la dictadura militar egipcia, el boicot a Qatar que comenzó en 2017, son algunos ejemplos de la impunidad con que la monarquía saudí actúa sintiéndose protegida por Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países con los que comercia (entre ellos España). Más de medio siglo de relación basada en la venta de petróleo, y la compra de armas y reinversión de petrodólares en esos países, le han asegurado este privilegio, que empieza, sin embargo, a verse en peligro.
La relación ha sido particularmente estrecha entre la monarquía saudí y sucesivos gobiernos de Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Ambas partes han tenido desavenencias respecto de algunas cuestiones, como el reconocimiento del Estado de Israel, las críticas por supuestas complicidades de sectores de Arabia Saudí con los autores de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el acuerdo que impulsó la Administración de Barack Obama con Irán sobre su programa nuclear o la negativa de Obama a intervenir en Siria para derrocar a Bashar al Assad.
Pero la relación, basada en la compra masiva de petróleo saudí por parte de Estados Unidos y la venta, también gigantesca, de armas estadounidenses al país del golfo Pérsico, ha sido más fuerte que las divergencias.
Más aún, en el curso de las últimas siete décadas se forjó una alianza geopolítica que ha influido sobre las políticas de Washington hacia Oriente Medio y Afganistán. El hecho más destacado de esta unión fue el apoyo abierto y encubierto que los dos Estados brindaron a los rebeldes afganos contra la presencia soviética entre 1979 y 1989.
La alianza entre los dos países funcionó también para combatir modelos energéticos alternativos al petróleo. Recientemente, por ejemplo, Estados Unidos, Rusia, Arabia Saudí y Kuwait se unieron contra el reciente informe y recomendación de Naciones Unidas para reducir las emisiones contaminantes.

Pugnas hegemónicas
La monarquía saudí lidera ...
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