¿Quién va a salir ganando en esta conflagración? El pirómano que inició el fuego.
¿Cómo será el mundo cuando pase la situación de emergencia actual? La predicción más segura es que el sector financiero, tras la crisis, estará reducido y mucho más regulado, a escala nacional e internacional. También podemos predecir, sin miedo a equivocarnos, que las subvenciones oficiales estarán a la orden del día. El capitalismo de Estado, en una forma u otra, ha existido siempre en Europa y en los países industrializados del Oriente asiático. Ahora podemos ver la aparición de un capitalismo de Estado con características estadounidenses a partir de la nacionalización de hecho de la industria automovilística, y tal vez otros sectores necesitados de rescate, a medida que la ola de desapalancamientos recorra la economía.
Dentro de una generación, la industria mundial estará probablemente tan subvencionada como la agricultura. En el siglo XX, los subsidios agrarios de Estados Unidos y la Unión Europea, inspirados por los recuerdos de la Gran Depresión, produjeron ríos de leche y montañas de mantequilla. En nuestra época, los subsidios industriales de las grandes potencias de Norteamérica, Europa y Asia, inspirados por los recuerdos de la Gran Recesión, producirán cascadas de coches y avalanchas de aviones. El excedente de bienes manufacturados subvencionados se agravará con el tiempo, a medida que la fabricación del siglo XXI, como la agricultura del XX, sea cada vez más productiva y necesitada de capital.
Lo siguiente será el triunfo inesperado del Estado de bienestar moderno. Hasta septiembre pasado, en los países desarrollados se suponía que las pensiones públicas, la atención sanitaria universal y otras formas de seguros sociales estaban condenadas debido a sus costes en un mundo envejecido, o por su ineficacia en comparación con las alternativas privatizadas. Las cosas son diferentes tras el derrumbe de la economía mundial. Millones de personas acomodadas que se consideraban parte de la nueva “clase inversora” han perdido sumas enormes en el mercado de valores. Poco a poco, están dándose cuenta de que van a depender cada vez más de las pensiones públicas, como las de la Seguridad Social en EE UU.
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¿Y la privatización de las pensiones públicas? Olvidémonos de ella. Durante una o dos generaciones, hasta que se desvanezca el recuerdo de la crisis actual, nadie que quiera que le tomen en serio se atreverá a decir que hay que desviar dinero de las pensiones públicas hacia la Bolsa. Cualquier nuevo sistema de ahorros estará tan regulado, para reducir al mínimo los riesgos, que será prácticamente un sistema público.
Mientras tanto, los países que habían apostado demasiado por el crecimiento basado en las exportaciones, como China, se dan cuenta ahora de que tienen que equilibrar sus economías mediante el aumento del consumo y la reducción del ahorro privado. Pero sus ciudadanos no van a gastar con más libertad hasta que unas buenas redes públicas de seguridad que ofrezcan atención sanitaria, seguro de desempleo y pensiones de jubilación les permitan no tener que ...
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