La incertidumbre económica acecha al continente asiático. ¿Estamos ante la caída del ascenso de Asia?
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WANG ZHAO/AFP/Getty Images |
Las causas de un eventual estallido de la burbuja asiática escapan a nuestro control y esto nos demuestra, una vez más, que en economía somos dueños de nuestras decisiones pero no de sus consecuencias. La Reserva Federal (Fed) no puede teledirigir la reacción de los mercados ante la retirada de su programa de estímulo cuantitativo (QE por sus populares siglas en inglés), ni somos capaces de medir la resistencia de India, Indonesia y Malasia ante cualquier frenazo del crédito internacional, ni por supuesto conocemos el verdadero aguante del castillo de naipes financiero que sostiene la economía china.
Empecemos por el primer detonador de un posible estallido en el continente más poblado del mundo. El pánico que podría desatar en los mercados una retirada demasiado brusca del estímulo cuantitativo que la Fed ha utilizado desde noviembre de 2008. La idea, todo un éxito, era comprar masivamente activos financieros para rebajar su rentabilidad y con ésta los tipos de interés que pagaban hogares, empresas y administraciones por endeudarse a largo plazo. ¿A quién pagaban esa rentabilidad? A los acreedores, que no eran otros que los inversores internacionales.
En estas circunstancias y con otros países desarrollados dando muestras de seguir los pasos de Estados Unidos, los inversores pusieron la proa hacia las economías emergentes, que recibieron cuatro billones de dólares entre 2008 y 2013 según el Fondo Monetario Internacional (FMI). No iban precisamente ligeros de equipaje: llevaban en sus maletas una suma equivalente a más del triple del PIB de España.
Este tsunami de liquidez ha contribuido, decisivamente, a que muchas naciones asiáticas padezcan ahora los tres síntomas clásicos de una burbuja. El primero es una fuerte apreciación de los activos inmobiliarios y financieros gracias a una bonanza de capitales desbocada; el segundo es la rápida expansión del crédito que los bancos locales han utilizado para reciclar esa liquidez y el tercero es un desplome en el coste de la financiación de los Estados que anima a los políticos a endeudarse como si no hubiera mañana.
Con semejante panorama, no es extraño que el FMI y el Banco de Pagos Internacionales hayan insistido en que la Reserva Federal puede provocar una fuga de capitales en Asia si retira bruscamente sus medidas. Eso sí, nadie, ni los mejores economistas del mundo, sabe con certeza cómo definir esa brusquedad, cómo la interpretarán los mercados y cuáles serán las reacciones en cadena (queridas y no queridas) que traerán consigo.
Las lecciones de los últimos meses son contradictorias y ponen de relevancia la imposibilidad de cualquier predicción seria. Aunque el anuncio de Bernanke a finales de mayo de que esperaba recortar de manera gradual el estímulo cuantitativo hundió los mercados asiáticos en junio, la realidad es que desde abril sólo han salido de Asia el 4% ...
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