Refugiados en la ciudad de Mekelle, en el norte de Etiopía, reciben ayuda alimentaria distribuida por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional. (Foto de Minasse Wondimu Hailu / Agencia Anadolu a través de Getty Images)

Hace dos años, Etiopía era un ejemplo de buenas noticias. Parecía que el primer ministro, Abiy Ahmed, estaba dejando atrás la décadas de gobierno opresor. Sin embargo, más de un año de combates entre el Ejército federal de Abiy y las fuerzas de la región de Tigray, en el norte, ha desgarrado el país. Ahora es posible que se acabe de presentar una pequeña oportunidad para acabar con la guerra.

La dinámica bélica ha fluctuado enormemente. Al principio, en noviembre de 2020, Abiy ordenó la entrada de tropas federales en Tigray después de un ataque letal contra una guarnición militar por parte de guerreros leales al partido gobernante en la región, el Frente Popular de Liberación de Tigray (TPLF en sus siglas en inglés). Las fuerzas federales, respaldadas por tropas de la antigua enemiga (y ahora aliada) Eritrea, avanzaron con rapidez junto a la de la región etíope de Amhara, limítrofe con Tigray, e instauraron un gobierno provisional en la capital de la zona, Mekele, en diciembre de 2020.

En los meses sucesivos, los jefes del TPLF se reagruparon en el campo y movilizaron a los tigrayanos escandalizados por las matanzas, las violaciones y los estragos causados por los soldados federales y eritreos. En un vuelco sorprendente, los rebeldes expulsaron a sus enemigos de la mayor parte de Tigray a finales de junio y luego avanzaron hacia el sur. A continuación, se aliaron con un grupo insurgente de la populosa región de Oromia, en el centro de Etiopía. El ataque a la capital, Addis Abeba, parecía inminente. Sin embargo, a mediados de noviembre se produjo otro cambio de rumbo. Una contraofensiva de las tropas federales y las milicias aliadas obligó a las fuerzas de Tigray a retroceder hasta su región.

Pero, aunque las fuerzas federales estén dominando por ahora, ambos bandos cuentan con fuertes apoyos y pueden reclutar a más gente. No parece probable que ninguno de los dos pueda asestar un golpe mortal.

Loa brutales combates han agriado aún más una disputa que ya estaba enconada. Abiy dice que la guerra es una batalla por la supervivencia de Etiopía como Estado. Muchos etíopes de fuera de Tigray detestan al TPLF, el partido dominante de un régimen represor que gobernó Etiopía durante decenios hasta la elección de Abiy.

El primer ministro afirma que los dirigentes del TPLF están ávidos de poder y decididos a destruir su visión modernizadora del país. Por su parte, los líderes de Tigray dicen que su ataque inicial, que desencadenó la guerra, evitó una campaña para someter la región que preparaban Abiy y un viejo enemigo del TPLF, el presidente eritreo Isaias Afwerki, con el que éste firmó un acuerdo de paz en 2018. Consideran que las reformas del actual Ejecutivo etíope son un intento de diluir los derechos de autogobierno de las regiones etíopes.

Una nueva guerra significaría más desastres. Las luchas ya han matado a decenas de miles de personas y han expulsado a millones de etíopes de sus hogares. Las acusaciones de cometer atrocidades alcanzan a todas las partes. Después de la negativa de las autoridades federales a proporcionar ayuda alimentaria, gran parte de Tigray está al borde de la hambruna. Las heridas dejadas por el baño de sangre en el tejido social de Etiopía serán difíciles de cerrar. Es posible que otros países vecinos además de Eritrea se vean arrastrados. Sudán, otro caso ejemplar que se estropeó en 2021, cuando los generales se adueñaron del poder, tiene sus propias disputas con Etiopía por los fértiles territorios fronterizos de al Fashqa y la presa del Gran Renacimiento Etíope en el río Nilo, que el gobierno de Addis Abeba ha empezado a llenar. Dada la confusión que reina en Etiopía, quizá Sudán considere que es el momento de aprovechar al máximo la ventaja.

Los acontecimientos recientes en el campo de batalla pueden ofrecer una pequeña oportunidad. Los líderes de Tigray han retirado una condición clave para las negociaciones, que las fuerzas de Amhara abandonen las zonas en disputa que tomaron en el oeste de la región. A finales de diciembre, las autoridades federales anunciaron que detendrían su avance y su intento de derrotar a las fuerzas de Tigray. Ahora, los diplomáticos deben presionar para obtener una tregua que permita llevar ayuda humanitaria a la zona y estudiar si se puede llegar a un acuerdo. En caso contrario, el derramamiento de sangre y el hambre continuarán, con terribles consecuencias para los etíopes y posiblemente para toda esa región de África.