En el artículo ‘Europa conservadora y populista’ (FP edición española, octubre/ noviembre de 2009), creo que el autor, Josep Ramoneda, podría ilustrar mejor su hipótesis si revisa el caso de México, que sin duda le lleva la delantera a la Italia de Berlusconi. En México, desde su nacimiento, la democracia fue ideada para que las élites dominaran a la sociedad. La supuesta liberalización económica, que consistió en vender las empresas públicas a los amigos de los gobernantes de turno, dio como resultado la constitución de poderosos monopolios que convirtieron al Estado y a sus posteriores gobiernos en lacayos. De esta manera, los mexicanos nos convertimos en siervos que tributamos a los monopolios de las empresas bancarias, de televisión, de telecomunicaciones, las cementeras, las panaderas…. Casi cada rama de la economía es dominada por un monopolio al cual rendimos pleitesía.

Así, ustedes los europeos pueden ver su futuro en México. Salir de este embrollo es complicado, y sospecho que la única vía, como sugiere Ramoneda en el párrafo final, es abrazar el liberalismo, entendido como mayor democracia y control de las élites por el ciudadano, así como, al menos en el caso mexicano, impulsar la competencia económica y mejores regulaciones (dotar de poder nuevamente al Estado). A mi juicio, la nueva bandera de la izquierda debe ser más democracia, que controle a todos los poderes (económicos, mediáticos) y novedosos mecanismos que distribuyan mejor la renta. En particular, habría que recuperar la vieja idea de Karl Popper de establecer licencias para hacer televisión, y que ésta fomente los valores edificantes.

Pero todo ello tendrá poco efecto sin un nuevo diseño político y económico global, que someta la economía a la política.



  • Herculano Hernández (Puebla, México)