Las burbujas especulativas, al final, son cuestión de psicología. La gente se crea expectativas extravagantes sobre la riqueza que van a producir sus inversiones y olvida las valiosas lecciones de otras crisis financieras del pasado; entonces surge una burbuja peligrosa.

Pero la psicología de la caída puede ser igual de peligrosa. A medida que los precios de los activos bajan, los mercados pueden pasarse. Algunos indicadores muestran que ya estamos aproximándonos a los niveles de precios anteriores a la burbuja. La ratio entre precios y ganancias en la Bolsa estadounidense está más o menos en su promedio histórico. Los precios de la vivienda ya están seguramente a mitad de camino en su regreso al nivel de finales de los 90, cuando comenzó la burbuja. En algunas ciudades de EE UU han vuelto ya casi por completo a ese nivel.

Ahora bien, nadie puede decir cuándo tocará fondo el mercado exactamente. En cierto sentido, el proceso es una profecía autocumplida. La euforia se acaba y las expectativas negativas hacen que los precios de los activos se derrumben, lo cual, a su vez, parece justificar ese pesimismo. Dadas las malas perspectivas de la economía para el año que ha empezado, es posible que los precios de la vivienda sigan cayendo hasta bien entrado 2010, como sugieren los mercados de futuros de Chicago.

 

Me preocupa que la caída de los precios de la vivienda acabe siendo la más grave desde la Gran Depresión” Robert Shiller (septiembre, 2007)

 

La historia nos dice que existe algún precedente de mercado de la vivienda débil durante un periodo prolongado. Tras el último auge de la vivienda en Estados Unidos, que alcanzó su máximo en 1989, las ciudades tardaron cinco años en tocar fondo. En esta ocasión, los precios están bajando sólo desde hace dos años. Quizá deberíamos mirar con cautela lo que ocurrió en Japón, donde los precios de las propiedades urbanas cayeron durante 15 años consecutivos, entre 1991 y 2006.

Cuando el mercado toque fondo, tal vez sea en una caída suave, no un batacazo. En general, no hay puntos de inflexión muy marcados. Los precios de la vivienda quizá se mantengan iguales durante unos cuantos años antes de empezar a subir de nuevo. Mientras tanto, será difícil identificar los hitos con mucha claridad hasta que los hayamos dejado ya atrás.

Hasta ahora, las medidas que hemos tomado para resolver esta crisis han prescindido de los principios racionales de las finanzas. Hemos iniciado una dieta drástica –contradiciendo los contratos de hipotecas caso por caso y dando mucho dinero– cuando deberíamos haber ideado un régimen de comidas que nos permita vivir de manera indefinida. En vez de poner los parches a corto plazo que parezcan necesarios, deberíamos adoptar una estrategia más estructural, basada en el mercado, como estipular que los valores de las hipotecas siempre estén vinculados a los precios de la vivienda y se ajusten cada mes.

Los excesos especulativos son un problema endémico del sistema de mercado, pero el capitalismo también proporciona sus propios mecanismos correctores. No hay motivos para abandonar ahora esos instrumentos.