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Activistas sostienen una bandera feminista en Santiago de Chile. (Vanessa Rubilar/SOPA Images/LightRocket via Getty Images)

Un repaso a los logros y los desafíos por delante del feminismo latinoamericano con el ojo puesto en cómo la erosión democrática que experimenta la región podría bloquear el avance del movimiento.

De la obligada hibernación de muchas manifestaciones de la vida durante la pandemia de la Covid-19 nada ni nadie pudieron escapar. Ni siquiera un movimiento que, como el feminista, venía en ascenso en intensidad y masividad debido, tanto a factores endógenos a los propios países de América Latina como al impulso que, a escala global, supuso en 2017 el movimiento para denunciar la agresión y el acoso sexual conocido como Metoo.

La conmemoración del pasado 8 de Marzo permitió constatar su particular vitalidad nuevamente en las calles interpelando a los gobiernos, pero también es posible observarlo a otro nivel, accediendo directamente a ellos. Es el caso del que recién se inaugura en Chile, conducido por el presidente más joven de su historia y que ganó en segunda vuelta gracias al apoyo de las mujeres, sobre todo de las más jóvenes. Gabriel Boric ha ofrecido un programa en el que, junto con el regionalismo y el medioambientalismo, reivindica expresamente el feminismo como señal de identidad y en varias direcciones: desde la reedición de la paridad ministerial de género que ya intentara Michelle Bachelet en 2006, aunque ahora con ingredientes de diversidad sexual, hasta la reformulación del papel de la Primera Dama, pasando por la integración de una cartera tradicionalmente sectorial como el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género al Comité Político, espacio donde se toman las decisiones estratégicas del gobierno. Esta decisión, que supone a un nuevo estándar en lo que a Mecanismos para el Adelanto de la Mujer en América Latina se refiere, le permite colocar al país austral una nueva frontera, que se suma a la paridad de género con la que se conformó el órgano constituyente que elabora un nuevo texto constitucional para Chile, abriendo además la posibilidad de que la igual participación de hombres y mujeres en dicha instancia permita alumbrar una carta magna con perspectiva de género.

Por lo anterior, y dado que se anticipa un ciclo electoral en clave de izquierda para América Latina, las medidas que adopte Boric podrían ser fuente de inspiración para su sector. Sin embargo, no está de más recordar que la relación entre feminismo y gobiernos de izquierda no se traduce necesariamente en avances para las mujeres como lo reflejan los casos de Ecuador y de Nicaragua.

Como sea, la experiencia inaugurada por el Gobierno chileno levanta para un feminismo como el latinoamericano, que ha entregado al mundo manifestaciones tan inspiradoras como la argentina Ni una Menos (2015) o la performance “Un violador en tu camino”, del colectivo chileno Las Tesis (2019) y que, en forma previa a la irrupción del coronavirus, ya venía premunido de extraordinaria fuerza “exigiendo el fin de la violencia machista, la legalización del ...