Mujeres iraquíes .Wathiq Khuzaie /Getty Images

Una obra que plantea cómo los feminismos pueden nacer y evolucionar dejando de lado el pensamiento puramente occidental.


La cárcel del feminismo. Hacia un pensamiento islámico decolonial

Sirin Adlbi Sibai

Akal, 2016


Encerrado dentro de un concepto. Ahí es donde se encuentran en la actualidad los feminismos en el mundo árabo-islámico. Atados y llevados de la mano por la herencia del colonialismo occidental, la cuestión femenina en estas sociedades sufre dentro de una cárcel existencial. Sus barrotes invisibles, en principio infranqueables, apuntalan la tesis que la investigadora Adlbi Sibai desgrana en este libro. Pero no se queda ahí, esta prisión determina no sólo los temas de los que se pueden hablar en relación a la mujer sino también las personas que tienen una autoridad sobre ellos, así como el enfoque que se les debe dar.

Para romper con esta situación y demostrar que no estamos ante una fortaleza inexpugnable, la autora de La cárcel del feminismo propone en primer término descolonizar la cuestión. Así, plantea la idea de que la colonización occidental del mundo árabe no sólo exprimió recursos naturales y redefinió mapas, sino que también colonizó el conocimiento y las identidades. Como resultado, las sociedades que pasaron bajo el control de Occidente terminaron por girar en torno a él y abrazar la modernidad que exportaba. Una situación que se vio agravada con la aparición del concepto de Tercer Mundo y que implica una dualidad excluyente pero que es artificial. Las políticas desarrollistas, que fomentan y normalizan el uso de estas dualidades, son también partes activas en conseguir el éxito para la empresa civilizadora occidental.

 

La anulación del otro, una forma de colonización

Con este escenario, la autora observa que como consecuencia aparece un enfrentamiento entre lo moderno (representado por Occidente) y lo tradicional (término que engloba todo lo que no es occidental). Una oposición donde la secularización juega un papel decisivo, pues es un requisito previo para acceder a esa modernidad. Pero Sirin Adlbi Sibai ve un complicado encaje de esto en el pensamiento islámico, pues lo secular nace en el seno del cristianismo: una falta de entendimiento que producirá una fricción entre las dos religiones.

Una mujer musulmana en una calle de Berlín, Alemania. Getty Imags/Sean Gallup

Sostiene que se ha llegado a este punto (en apariencia) de no retorno porque, en realidad, Occidente está metido de lleno en un monólogo; al no escuchar, pierde toda credibilidad, pero al mismo tiempo fomenta en el interlocutor –representado en este caso por la figura del pensador musulmán– una crisis de identidad. Al perder el acceso a sus propios referentes, las sociedades árabes y musulmanas tuvieron cada vez más difícil encontrar la independencia intelectual y se quedaron sin voz propia. Para que puedan recuperar su posición, la autora apuesta por un diálogo real en el que ambas culturas tienen que sentirse libres para hablar de igual a igual y salvar este desencuentro.

Pero, en todo este engranaje de planteamientos teóricos, en la práctica son las mujeres las que entran de lleno en esta cárcel del discurso. La mayoría de ellas tienen que luchar desde dentro de esta prisión contra un doble patriarcado: el paternalismo occidental y el árabo-musulmán, previamente colonizado por el primero. Una idea que la autora explica de manera extensa apoyándose en el orientalismo, un concepto que define como una invención occidental. En este sentido, lleva a sus páginas la obra El harén de Occidente de la intelectual Fátima Mernissi y que le ayuda a ilustrar esta representación reduccionista de Occidente. Una simplificación que Adlbi Sibai sintetiza en la idea de la “mujer musulmana con hiyab” como un objeto pasivo que va a terminar por secuestrar la cuestión de las mujeres del –y en el– islam.

No se desliga en ningún momento a lo largo de este ensayo la cuestión de la descolonización política de los países árabes de la evolución de la cuestión de la mujer en estas sociedades. Con las independencias, sostiene la autora, Occidente sustituyó sus antiguas pautas de intervención por nuevos instrumentos institucionales. Unos mecanismos que terminaron por definir nuevos discursos como la liberación de las mujeres oprimidas por el islam, la instauración de la democracia y las cuestiones de seguridad y estabilidad geopolítica.

En estos contextos, el feminismo en las sociedades árabo-islámicas pasa a constituir una resistencia doble (de género y contra el discurso neocolonial), aunque termine por ser categorizado como una contradicción que lleva a una definición caótica y sin consenso.

 

‘Deconstruir’ para generar nuevos debates

Otro de los aspectos de la relación entre Norte-Sur son las políticas que se diseñan para la ayuda al desarrollo y cooperación. En este caso es Marruecos el país que pone bajo la lupa Sirin Adlbi Sibai. Con una investigación pormenorizada de asociaciones, instituciones y demás organizaciones civiles, la autora incide en que los trabajos de éstas ayudan a crear una imagen distorsionada de la mujer e ilustra con ejemplos prácticos y reales cómo el género femenino termina por definirse como un ser pasivo y al que no se reconoce una autonomía. Para superar esta brecha, defiende la idea del “feminismo multicentrado”, abandonando definiciones como occidental, tercermundista, islámico o afro, para abrirse a un concepto global en las que se eliminen construcciones sociales como las de mujer, sexo o género.

Tras este recorrido, ya estaría el lector preparado para dar un primer paso hacia un pensamiento consciente y decolonial de la cuestión de la mujer. Autocuestionarse y redefinir los discursos deberán ser las guías que lleven por el camino que replantee la lucha por los derechos de la mujer. Desde las ideas de la ya citada Mernissi, hasta los discursos del movimiento marroquí  Justicia y Caridad, pasando por Asma Lamrabet, todo debe ser revisado con este nuevo ángulo que rompa las barreras de la cárcel invisible en el que han situado al género femenino.

Una vez fuera de esta, propone ir más allá y redefinir lo universal, que abandone la hegemonía del feminismo occidental y sea inclusivo e incluyente. De esta forma, la autora sostiene su tesis final en que todas las partes coexistan sin que el uno y otro se anulen, sino que sean, verdaderamente, parte de lo mismo. Solo con este planteamiento se podrá construir y dialogar a propósito de la situación actual y futura de la sociedad global, un lugar en el que la mujer pueda dejar de ser un objeto pasivo y llegar a ser un miembro de pleno derecho, activo y necesario, en la construcción de una comunidad universal.