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Mural pintado en un suburbio de París. Frédéric Soltan/Corbis via Getty Images

A un año de las elecciones presidenciales, Francia deberá afrontar los nuevos retos planteados por la pandemia sin haber resuelto los problemas que motivaron manifestaciones masivas en los meses previos a la expansión del COVID-19. Seleccionamos 10 documentales, series y películas que se han ocupado de algunos de estos desafíos que ya están siendo clave en los debates políticos que condicionarán la decisión final del voto en las elecciones de 2022.

 

Documentales: la extrema derecha, los ‘chalecos amarillos’, la Francia rural y más

La Cravate

Mathias Théry et Étienne Chaillou, 2020

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Florian Philippot, líder del partido de extrema derecha francés Les Patriotes durante el primer congreso del partido, 2018. Sylvain Lefevre/Getty Images

Este documental cuenta la historia de Bastien, un joven del norte de Francia –región Picardía– al que el equipo de filmación siguió durante la campaña presidencial de 2017. Tras haber sido skinhead en su adolescencia, Bastien se afilia al Frente Nacional –hoy Agrupación Nacional– y se implica en las actividades de campaña de la sede local del partido. En paralelo a las imágenes de la vida de Bastien, vemos cómo lee el guión final de la voz en off que narra el documental, y matiza algunas palabras o expresiones que no terminan de convencerle. Asistimos a reuniones en la sede central del partido en París, a banquetes políticos, a reuniones de simpatizantes para preparar la visita de Marine Le Pen a la región o a la preparación de un vídeo de campaña, editado por el propio Bastien, que logrará un cierto impacto en las redes sociales.

Este afiliado de base, como tantos otros –"soldados simpáticos", los denomina alguien–, siente una inferioridad de clase que, combinada, con una falta de expectativas, convierte su afiliación política en una de las pocas cosas que estructura su vida. La derrota de Marine Le Pen en la segunda vuelta de las presidenciales hace que Bastien se replantee su compromiso político y termine afiliándose al partido Les Patriotes, en el que sigue militando. Es una formación, ha afirmado en entrevistas recientes, en el que la voz de los militantes cuenta más que en Agrupación Nacional, donde son simples masas que siguen órdenes de los dirigentes. Su líder, Florian Philippot, mano derecha de Le Pen hasta 2017, y que aparece en buena parte del metraje de La Cravate, fundó el partido tras sus desavenencias con Le Pen. Un partido con un programa de extrema derecha no muy diferente del de Agrupación, y que durante la pandemia se ha centrado en la defensa de la “libertad” frente a las restricciones sanitarias.

La primera ronda de las presidenciales francesas se celebrará en la primavera de 2022. En las últimas encuestas publicadas, Le Pen ha seguido recortando distancias en la intención de voto respecto a Emmanuel Macron. Un año es demasiado tiempo en política, especialmente en este contexto de grave crisis pandémica. Pero muchos de los nuevos y viejos votantes de Agrupación Nacional se pueden parecer bastante a Bastien: en busca de "una líder poderosa que rescate al país del mal gobierno de las élites”, como se afirma en un momento del documental, y de las que Macron es uno de los principales representantes.

 

Macron Président, la fin de l’innocence

Bertrand Delais, 2018

Uno de los mayores logros de la campaña presidencial de Emmanuel Macron fue convencer a una importante parte del electorado de que representaba una alternativa a las tan criticadas élites políticas, económicas y administrativas francesas. A pesar de haber sido asesor y ministro socialista –egresado de la ENA– y alto ejecutivo de la Banca Rothschild. Y lo logró, además, con un partido creado menos de un año antes de las elecciones presidenciales de 2017. Su inmensa capacidad oratoria y una estrategia de marketing político brillante encontraron eco en el deseo de un alto porcentaje de ciudadanos para elegir  a alguien con el impulso político requerido para reformar un país que muchos consideran irreformable. El documental Macron Président, la fin de l’innocence sigue a Macron en sus primeros meses al frente del Elíseo. Desde su toma de posesión, teatralizada en el patio del Louvre, le acompañamos en sus reuniones internacionales –Donald Trump,Angela Merkel, Valdímir Putin, entre otros– y le escuchamos comentar algunos de los retos que considera más importante para salvar la grandeur francesa de una lenta pero inexorable decadencia: el reformismo hiperactivo. Sin olvidar la “firme defensa” de los valores de la República frente a quienes quieran atacarlos: los yihadistas, por ejemplo. El documental es un retrato amable en el que, además de al propio Macron, escuchamos a politólogos y periodistas que apenas cuestionan o matizan el discurso del Presidente –salvo, y sólo ligeramente, el del ex ministro griego Yanis Varoufakis, que sólo participa puntualmente –. Sin embargo, en muchos de los temas que se abordan durante esos meses que cubre el documental  –2017 y primeros meses de 2018–, Macron ha seguido generando titulares, debate y polémica. Por ejemplo, respecto a una refundación de Europa, de la que Macron se ve protagonista junto con Alemania, buscando una autonomía estratégica de la UE, aunque Berlín no parece estar en la misma sintonía. También ha presionado a la Unión para que aumente su implicación militar en África, donde Francia tiene desplegados miles de soldados, sobre todo en la franja del Sahel.

A nivel interno, las principales reformas propuestas o impuestas por Macron –ley de trabajo, pensiones (por decreto), administración (en curso)– han generado malestar y manifestaciones masivas –destacando las de los chalecos amarillos– al tiempo que han sido bienvenidas por el empresariado. La popularidad de Macron había caído en picado hasta el inicio de la pandemia. Estos próximos meses, que se prevén agitados en lo económico y en lo social, darán la medida de sus opciones electorales de cara a la reelección. En las encuestas, como en esta publicada a comienzos de abril, Le Pen podría ganar la primera vuelta, pero perdería en una hipotética segunda vuelta frente a Macron, que obtendría un 54% de los votos.

 

Un pays qui se tient sage

David Dufresne, 2020

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Policiía francesa durante unas manifestaciones contra la Ley de Seguridad en París, 2021. Kiran Ridley/Getty Images

El periodista y realizador David Dufresne lleva años ocupándose de las fuerzas policiales francesas, informando sobre su actuación y sus excesos. En Un pays qui se tient sage busca generar un diálogo entre los entrevistados sobre la actuación de la policía nacional francesa a la hora de imponer el orden durante las manifestaciones de los chalecos amarillos. Sociólogos, manifestantes, periodistas, representantes policiales, abogados y trabajadores sociales comentan sus puntos de vista sobre las imágenes que pudieron grabarse a lo largo de aquellos meses de protestas. Como informan al final del documental, todos los altos cargos del Ministerio del Interior invitados a participar, rechazaron la invitación. ¿En qué momento el legítimo monopolio de la violencia del Estado pierde su legitimidad por una represión excesiva del disenso? Es la pregunta que el documental trata de responder. Incluyendo en el debate a la policía: a fin de cuentas, son servidores públicos que cumplen órdenes y deberían estar sometidos al control de cargos electos, quienes deberían responder la actuación de las fuerzas policiales, cuando, como ocurrió en Francia, no se trata de “hechos aislados de violencia”. En encuestas recientes, la confianza en la policía entre la población aún es mayoritaria (60%), aunque se ha reducido en los últimos meses, si bien una mayoría de encuestados creen que los actos de violencia policial son minoritarios.

Sólo la pandemia rebajó la intensidad y frecuencia de unas protestas que –es previsible–podrían regresar en el actual escenario de crisis económica y de inicio de precampaña electoral. Los manifestantes lograron que el Gobierno reformulase algunas de sus reformas legislativas anunciadas: entre ellas el alza de los precios del diésel, que fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de muchos ciudadanos en 2018. Aunque para algunos manifestantes, esos cambios forzados por el clamor de la calle fueron, en muchos casos, anuncios reactivos vacíos de contenido. La última  reforma que se logró detener fue tras unas manifestaciones del pasado noviembre: la reforma de la Ley de Seguridad, que mediante uno de sus artículos quería impedir, por ejemplo, que se tomasen fotografías o se filmase a la policía durante sus operaciones. El proyecto de ley devolvió a la Asamblea y fue finalmente aprobado a mediados de abril con otra redacción, aunque asociaciones de periodistas y organizaciones pro derechos humanos ya han anunciado que piensan presentar recurso ante el Consejo Constitucional.

Al mismo tiempo, el Gobierno debe afrontar el descontento de una parte de los cuerpos policiales que consideran que están siendo el chivo expiatorio por problemas estructurales no resueltos. Según las encuestas disponibles, entre un 40% y un 50% de los policías (y de los militares) podrían haber votado a la extrema derecha de Agrupación Nacional en anteriores elecciones.

 

Nous Paysans

Fabien Beziat, Agnès Poirier, 2021

A finales del pasado febrero, la televisión pública francesa emitió Nous Paysans, un amplio reportaje sobre la historia y el presente del sector agrícola francés. La emisión logró congregar a más de cinco millones de espectadores. Aunque como en todos los países desarrollados, el peso demográfico y económico del sector primario francés se ha reducido drásticamente en las últimas décadas, sigue gozando de un prestigio y de un poder político considerables. Si en 1982, la agricultura empleaba a 1,6 millones de personas, en 2020 apenas se alcanzarían los 400.000.

Numerosas declaraciones de miembros del Gobierno Macron y del propio Presidente han planteado la necesidad de una refundación de la PAC que apueste por seguir aumentando la sostenibilidad al tiempo que se refuerza la soberanía alimentaria de la Unión. Incluso, al inicio de la pandemia, el propio Macron llegó a afirmar en un discurso televisado a la nación que la agricultura debería estar fuera de las leyes de mercado (aunque, en parte, ya lo está). Los próximos meses serán claves para la futura PAC. A lo largo de 2021, deberían ultimarse los nuevos reglamentos europeos que establezcan las directrices de la agrícola común hasta 2027. Y Macron sabe que ningún acuerdo factible contentará del todo al sector primario francés. A comienzos de abril, miles de agricultores galos se manifestaron en París contra los “ecoesquemas” de la futura PAC, que implicarán pérdidas para un número significativo de productores, según afirman. Cabe, por tanto esperar, que Macron realicé en los próximos meses más visitas a explotaciones rurales como la que realizó en marzo a una explotación ganadera de Borgoña, para tratar de mostrar su compromiso con un sector que nunca ha dudado en aprovechar su ascendente sentimental en el imaginario de muchos franceses para conseguir cesiones por parte del poder político.

Uno de los principales problemas que tienen los agricultores y ganaderos, como ocurre en otros países, es su débil poder de negociación frente a los intermediarios (aunque en España esa debilidad es, de media, aún mayor). El Gobierno, de hecho, ha multado a varias grandes cadenas de supermercados por no respetar las reglas establecidas por ley en 2018 para las negociaciones entre productores y distribuidores. Aunque son, por lo general, multas de escasa entidad. Un escenario en el que subvenciones de la PAC terminan beneficiando a grandes distribuidoras alimentarias, con grandes beneficios, mientras muchos agricultores apenas logran mantener a flote sus explotaciones no es, desde luego, un problema que pueda resolverse únicamente con una modificación de los reglamentos agrícolas europeos.

 

Françafrique

Patrick Benquet, 2011

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Protesta en Bamako contra la presencia de tropas francesas en Malí, 2020. Stringer/Anadolu Agency via Getty Images

El pasado febrero, murieron en Malí tres soldados franceses tras el estallido de un artefacto explosivo al paso de su vehículo militar. El ataque fue reivindicado por el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes. Desde el inicio de la operación antiterrorista Barkhane, en 2013, han muerto unos 50 militares franceses en ataques de supuestos yihadistas. La intervención de Francia en el Shael tiene el objetivo declarado de ayudar a las fuerzas militares del denominado G5 del Sahel –Mauritania, Chad, Malí, Burkina Faso y Níger, ex colonias francesas–. Macron prometía, tras ese último ataque, que Francia está planeando una retirada de efectivos que deberían ser sustituidos por tropas de otros países europeos. Una creciente parte de la población francesa no ve con buenos ojos la operación, que además cuesta unos 1.000 millones de euros al año. Tampoco la población local de esos países está contenta con la presencia militar francesa, que califica de intervención neocolonialista. A comienzos de abril, otro ataque contra una base de cascos azules  (operación MINUSMA) en el norte de Malí costó la vida a cuatro soldados.

Las peticiones de Macron han tenido un cierto eco en las capitales europeas. A lo largo de 2021, está previsto que los efectivos españoles en Malí se incrementen hasta casi duplicarse, con un total de 550 soldados españoles dentro de la operación de la UE para ayudar al Ejército maliense, que pasará a estar dirigida por un general español. Se prevé también que los efectivos de la misión europea se impliquen más en las operaciones militares. El papel de Francia, sin embargo, seguirá siendo clave. Macron ha intentado durante todo su mandato mejorar las relaciones de Francia con sus ex colonias, e incluso ha tratado de tender puentes con países como Nigeria, pero su política africana no ha sido precisamente un éxito, según los comentaristas. Aún pesa demasiado la larga historia de la denominada “Francafrique”.

La compleja relación entre Francia y sus ex colonias africanas desde mediados del siglo XX se resume en el documental Francafrique. Casi tres horas de documental para repasar los acontecimientos principales de una historia postcolonial –neocolonial, en muchos casos– que se inició en tiempos de Charles de Gaulle y que tuvo como principal figura a Jacques Foccart, conocido como "Monsieur Afrique". La relación con las 14 ex colonias africanas ha sido siempre un tema clave en todas las presidencias francesas, costándole incluso la reelección a Giscard d’Estaing. El documental se ocupa de esa relación hasta la presidencia de Nicolas Sarkozy. Un documental que merece la pena para cualquier interesado en la política exterior francesa –militar y diplomática– en África. Tras verlo, se entienden mejor algunas de las dinámicas que siguen condicionando el presente de la región.

 

Un par de series: estado del bienestar en tiempos de pandemia y los ‘spin doctors’

Hipócrates, 2018

Thomas Lilti, el director de la serie Hipócrates, fue médico de familia hasta hace menos de un lustro, compatibilizando su trabajo con la dirección de largometrajes cinematográficos. Su primer gran éxito fue la película de 2014 de título homónimo al de la serie, en la que contaba los problemas de un médico residente que empieza a trabajar en un centro hospitalario. Convertida en serie, los protagonistas pasan a ser varios médicos residentes que debido a una infección que obliga a poner en cuarentena a los médicos titulares, se han de hacer cargo de la atención hospitalaria. Su falta de experiencia, combinada con las ineficiencias y restricciones presupuestarias del sistema, hacen que se vean sometidos a una gran presión para lograr que el hospital siga funcionando con una cierta normalidad. Guardias extenuantes, alas de hospital cerradas por falta de medios, falta de atención sociosanitaria para pacientes que la necesitan tanto como los cuidados hospitalarios… El director refleja todas esas circunstancias sin que la serie se convierta en un simple panfleto político.

Los servicios públicos franceses llevan años sometidos a recortes. En 2019, los médicos franceses comenzaron a manifestarse, advirtiendo de que el sistema estaba en riesgo de colapso si no se aumentaban las inversiones. En especial en las zonas rurales y en los barrios con menos nivel económico. El gobierno Macron prometió una inversión de miles  de millones a finales de  2019 para mejorar el sistema, pero comenzó la actual pandemia y toda la estructura asistencial se vio sometida a una gran tensión sin que esos medios complementarios hubiesen llegado todavía. En junio de 2020 el personal sanitario volvió a salir a las calles para exigir más recursos personales y materiales, así como una mejora de las condiciones salariales de los que estaban en primera línea de la lucha contra la crisis sanitaria global. La solución temporal, como ha ocurrido en otros países, debido a la última ola del virus, ha consistido en una desviación de recursos hacia la atención de pacientes Covid-19, reduciendo hasta en un 40% toda la atención hospitalaria no relacionada con la enfermedad infecciosa.

 

En la Sombra

Varios directores, 2012-2016

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La sombra de Emmanuel Macron en la bandera francesa. Rainer Jensen/picture alliance via Getty Image

Les Hommes de l’ombre (En la sombra) es una serie política antecedente de Baron Noir o Marsella. Estrenada en 2012, la tercera y última temporada se terminó en 2016. El magnicidio del Presidente de la República pone en funcionamiento los engranajes ordinarios, y también los excepcionales, del sistema político francés. Para ayudar a solucionar la crisis, se reclaman los servicios de Simon Kapita, amigo del presidente asesinado y asesor político de comunicación (spin doctor), que será el encargado en la sombra de encontrar a un candidato para el partido socialista con opciones reales para las elecciones anticipadas. Es tal vez el personaje más interesante de la serie. Su intención, además, es lograr soluciones sin desviarse demasiado de una cierta ética política. Una tarea nada fácil si tenemos en cuenta el escaso tiempo que falta para la cita electoral y el juego sucio político entre partidos y, el peor, entre potenciales candidatos del misma formación política.

Las campañas electorales y el papel de los spin doctors son cada día más importantes en una Francia cuyas elecciones –al igual que en otras democracias– terminan decidiéndose por impulsos y percepciones que no siempre tiene que ver con los programas electorales. Por una parte, Macron, que –sin una ideología precisa– trata de consolidar un porcentaje de electores suficiente para pasar a una segunda vuelta, en la que –sobre todo– apelará  a la responsabilidad republicana frente a la extrema derecha. Por otra, una extrema derecha con nuevo nombre y formas cada vez más moderadas en lo discursivo, que trata de atraer nuevos votantes cansados de las promesas sin resultados del liberalismo estilizado y reformista de En Marche. El story telling, el relato, es cada vez más importante. Y se debe intentar controlar.

Tras la dimisión en 2019 de la directora de comunicación que gestionó su campaña presidencial, Macron ha tardado en encontrar al candidato adecuado para acompañarle hacia la reelección. De momento, parece haber encontrado lo que buscaba en Clément Leonarduzzi, ex presidente de una importante consultora de comunicación. En la primavera de 2020, cambió también a su responsable de comunicación internacional, nombrando a  Anne-Sophie Bradelle, procedente de la consultora Havas, y con experiencia en la gestión de campañas presidenciales en África, en Guinea y Benín. Por su parte, Marine Le Pen parece seguir contando con el trabajo de Laurent Jacobelli como director nacional de comunicación, quien empezó a desempeñar ese cargo tras la remodelación del equipo de la candidata llevada a cabo tras las anteriores presidenciales. Le Pen lleva meses trabajando, además, en mejorar su retórica televisiva, con la ayuda, entre otros consejeros, del conocido presentador de televisión Pascal Humeau. Reagrupación Nacional presentó en enero su nueva plataforma participativa online de cara a la campaña de 2022. Una parte destacada del éxito de la campaña de Macron en 2017 fue el buen uso de Internet para llegar a los votantes, aunque también sufrió un ataque informático que permitió a Wikileaks publicar miles de correos de su equipo de campaña a dos días de la cita con la urnas. Con consecuencias electorales menos desastrosas, eso sí, para el francés de las que tuvo una filtración similar para la estadounidense Hillary Clinton.

 

Tres películas: corrupción política, vida en la ‘banlieue’ y radicalismo

De Nicolas a Sarkozy

Xavier Durringer, 2011

A comienzos del pasado marzo, el ex presidente Nicolas Sarkozy y su abogado fueron condenados a tres años de prisión por corrupción y tráfico de influencias. Habían intentado sobornar a un juez que investigaba las finanzas de su partido. Según la sentencia, Sarkozy aceptó pagos de la dueña de L’Oreal que más tarde utilizó en su campaña para las presidenciales de 2012, en la que no consiguió la reelección. Terminaba una carrera política agitada y heterodoxa.  La película De Nicolás a Sarkozy  se centra en su campaña anterior para las presidenciales de 2007, que terminaría ganando. Comienza el día de las elecciones y mediante  flashbacks se cuenta su ascenso dentro del partido y del gobierno de Jacques Chirac (también condenado por desvío ilegal de fondos). Considerado un bocazas arribista –de los pocos gobernantes que no habían sido enarcas– por una parte del establishment de la derecha francesa, tuvo que lidiar en aquel gobierno con su némesis, en formas y trayectoria, Dominique de Villepin, quien llegó a estar imputado por haber orquestado una campaña de difamación contra Sarkozy (terminó siendo absuelto, el conocido como caso Clearestream, también llevado a las pantallas en la película L’enquête).

La corrupción ha salpicado a muchas de las grande figuras políticas francesas de las últimas décadas. Unos meses antes de la condena a Sarkozy, en junio de 2020, otro  tribunal condenó  al ex primer ministro François Fillon a cinco años de prisión por nepotismo, al haber pagado irregularmente a su mujer como asesora. Una de las ministras estrella de los gobiernos de Sarkozy/Fillon, Christine Lagarde, actual presidenta del Banco Central Europeo y ex directora gerente del FMI, fue condenada en 2016 por negligencia en el caso Tapie, uno de los mayores escándalos de corrupción de la reciente historia francesa.

En 2017, el país introdujo una nueva legislación anticorrupción que, se supone, va a permitir investigar y juzgar con más eficiencia los casos de corrupción política y empresarial –en suelo francés y en el extranjero–, la denominada Ley Sapin II. Uno de los primeros resultados positivos de las herramientas legales ofrecidas por el nuevo marco legal se ha visto con la reciente sentencia contra Airbus, acusada de pagar sobornos en varios Estados.

 

Divines

Houda Benyamina, 2016

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Una chica camina en un suburbio parisino. Michel Setboun/Corbis via Getty Images

Películas como El odio (1995) o la más reciente Los miserables (2019) han retratado la vida de los suburbios parisinos más pobres –y racializados– desde el punto de vista de hombres jóvenes que se enfrentan a un presente sin demasiadas expectativas. La película Divines, en cambio, dirige su mirada hacia dos amigas, adolescentes, que deciden tomar las riendas de su vida a través de uno de los pocos ascensores sociales que tiene a su disposición: el narcotráfico. Dounia –que vive en un campamento gitano cercano a una banlieue marginal– y su mejor amiga Maimuna –joven negra– están hartas de una vida que no les puede ofrecer demasiado. En un curso para recepcionista, Dounia le dice a la profesora que les enseña cómo sonreír mientras atienden a clientes que abandona, que ya está harta de lecciones para “ayudarlas a convertirse en las criadas de la sociedad”. La idea de Dounia para encontrar un camino que no pase por la precariedad es comenzar a trabajar para una de las pocas referencias exitosas pertenecientes a su mismo estrato social: Rebecca, una traficante de hachís del suburbio. Su amiga Maimuna la acompañará. Aunque la historia no tendrá un final feliz, las peripecias de estas dos jóvenes le sirven a la directora Houda Benyamina  para mostrar algunos aspectos de la vida en una decadente banlieue parisina.

La pandemia ha afectado especialmente a los suburbios más pobres de las grandes ciudades francesas, como ha ocurrido en el resto de países. A la falta endémica de inversión en servicios públicos, se ha sumado la pérdida de empleos y la incertidumbre sobre un futuro que, de momento, sólo provoca angustia en un importante porcentaje de sus habitantes. Así lo reconoce una entrevistada en el reportaje “Flyonthe Wall” (elaborado el pasado verano por el español Raúl Gallego Abellán para la cadena Al Jazeera). En las últimas semanas, además, se han multiplicado las peleas entre grupos de jóvenes, especialmente en los suburbios parisinos y lioneses más pobres, que le costaron la vida a dos adolescentes de 14 años. La situación en los barrios pobres franceses parece estar alcanzando una presión altísima, y no es descartable que termine de explotar en un futuro próximo si no se ofrecen soluciones inmediatas e integrales, sobre todo para los más jóvenes, tal y como han pedido en una reciente tribuna más de un centenar de trabajadores de la educación, la justicia o los servicios sociales.

 

Madre in France

Nicolas Boukhrief , 2015

Los atentados islamistas del 13 de noviembre de 2015 retrasaron  el estreno de esta película, que finalmente se canceló, saliendo directamente en DVD. El argumento del film motivó esa trayectoria atípica. Sam, un periodista nacido de padre argelino y madre francesa, decide infiltrarse en los ambientes yihadistas de los barrios periféricos de París. Conoce a cuatro jóvenes a los que han encargado preparar unos atentados en la capital y logra sumarse a la célula, hasta el punto de verse involucrado en su dinámica de violencia y fanatismo. Una película que usa el thriller para contar una realidad de radicalización que, con anterioridad, había sido ya mostrada en películas tan notables como Un profeta (2009).

Los atentados yihadistas condicionan la realidad política francesa desde, al menos, 2012. En febrero de este año, se aprobó finalmente una polémica ley destinada a combatir el radicalismo islamista. Criticada, además, tanto por la izquierda –por estigmatizar a grupos de franceses por su origen y religión– como por la extrema derecha –por considerarla tibia, salvo en algunos artículos–. Macron y su gobierno han apostado –buscando, parece, restar atractivo al voto por Le Pen en 2022– por un discurso duro, radical en su concepción de la laicidad republicana. La nueva visión excluiría cualquier contacto entre religión y Estado, sobre todo en el sistema educativo –el asesinato de Samuel Paty está demasiado reciente–. Un gesto en esta línea sería el posible cierre del Observatorio de la laicidad, una pequeña oficina gubernamental cuyo trabajo ecuménico no encajaría en la nueva versión de la laicidad republicana defendida por buena parte de la derecha francesa. El Ejecutivo de Macron también quiere impedir la construcción de una gran mezquita en Estrasburgo financiada con fondos provenientes de Turquía y con subvenciones municipales, lo que generó tensiones con el gobierno de Recep Tayyip Erdogan. Los críticos de las políticas de Macron afirman que pueden reforzar aún más el sentimiento de desconexión y marginalización de muchos musulmanes con la República. Lo cierto es que Francia no ha sabido ni está sabiendo gestionar bien el encaje de la población musulmana dentro de las estructuras socioeconómicas de la República. Y se tratan de afrontar  problemas de fondo relacionados, en gran medida, con el estatus, la clase y el ascenso social con un discurso que muchos perciben como antiislamista, cercano, en ocasiones, al de la extrema derecha. Una bomba de relojería que, esperemos, no vuelva a estallar en los meses que faltan hasta las elecciones.