
Con la primera vuelta de las elecciones presidenciales próximas, Francia vive una historia que podría hacerse realidad.

Bleu, Blanc, Noir
Karim Amellal
Les éditions de l’aube, 2016
“¿Le tienes miedo a Marine Le Pen?”, le pregunta el periodista Mouloud Achour del programa Le Gros Journal a la escritora franco senegalesa Fatou Diome en una entrevista realizada en la parisina Plaza de la República. “Yo no le tengo miedo. Es ella quien me teme a mí”, responde provocando la risa del presentador. A pocos días para que se celebre la primera vuelta en las elecciones presidenciales francesas, hay una pregunta que sobresale por encima de todas las demás: ¿qué pasaría si ganara en Francia la extrema derecha?
Con este interrogante en mente, Karim Amellal escribe Bleu, blanc, noir, (Azul, blanco, negro) un relato de ficción que recrea una victoria hipotética – y democrática- del Frente Nacional liderado por Marine Le Pen. Cuenta la vida de un hombre que tiene todo lo que mucha gente desearía para ser feliz: una pareja, un trabajo y una casa. Es ciudadano francés, pero al proceder de una familia de inmigrantes argelinos de creencia musulmana, siente que pertenece a dos mundos. Ha conseguido algo que otros jóvenes de su generación aún sueñan: formar parte de ese grupo de población para quien el “ascensor social” no es sólo una quimera. Ya no vive con sus padres en uno de esos barrios de la banlieue norte parisina que los medios y la clase política califican de “sensible” por la alta tasa de desempleo, el elevado porcentaje de familias numerosas de origen extranjero y el fracaso escolar, entre otros factores. En su entorno de amigos y familiares, “la inexorable y fulgurante ascensión de la formación política liderada por Mireille Le Faecq (Marine Le Pen)” es inquietante, pero ante tal espectáculo, no saben qué hacer o qué decir. Asisten perplejos al imparable ascenso de una clase política que el protagonista define como “fruto de una categoría social modesta, a menudo de clase obrera, joven, dinámica y sin discursos evasivos, que dice representar a la Francia que sufre o incluso a esa mayoría silenciosa que está harta de pagar el precio de una forma elitista de hacer política que ha llevado al país a la deriva”. Amellal reflexiona sobre el contexto político y social actual de un París muy alejado de la imagen de amor y luz que reclaman los turistas. Una ciudad que no siempre es representativa de un país compuesto por 66 millones de habitantes que cada año recibe alrededor de 83 millones de extranjeros. A día de hoy, Francia continúa cuestionándose si los procesos de integración y asimilación de la población inmigrante –y de sus hijos- iniciados en los 60 han funcionado o no. El existencialismo de Sartre renace en pleno 2017 para preguntarles quiénes son y qué imagen desean dar, ahora que el resto del mundo sigue ...
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