¿Cómo los políticos pueden lidiar con actores no democráticamente elegidos?
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La globalización económica ha dejado de ser un concepto abstracto para la mayoría de los españoles. El impacto que tiene en nuestras vidas es evidente desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Es un iPhone fabricado por Apple la alarma que nos despierta cada mañana. Y un titular del diario Financial Times lo que leemos mientras desayunamos. La ya manida prima de riesgo domina la agenda política del Gobierno y es la mejor medida de su triunfo o fracaso. Pero ¿para quién?
Más de 300.000 manifestantes convocados por la izquierda y los sindicatos reivindicaban la dignidad del pueblo el 22 de marzo en las principales avenidas de Madrid. Pero muchos de sus mensajes no iban dirigidos al Gobierno español. “La crisis que la paguen los banqueros,” chillaban. “No al pago de la deuda”, “Fuera los gobiernos de la Troika,” protestaban. El Ejecutivo de Mariano Rajoy no aparecía como el blanco directo de la queja. Ese día fuimos testigos de un pueblo que grita por su dignidad pero,en parte,sin entender a quién. Sus gritos eran gritos huérfanos.
El sociólogo británico Anthony Giddens no pudo expresar esta situación mejor en su libro Runaway World: How Globalization is Reshaping our Lives publicado en 1999. En el capítulo donde describe cómo la globalización está afectando a las democracias, Giddens concluía: “Las naciones han perdido la soberanía que un día tuvieron y los políticos han perdido la capacidad para influir en los acontecimientos”.
La pérdida de soberanía y de capacidad de influencia de nuestros Estados y gobernantes sobre el territorio o la toma de decisiones es la consecuencia de un proceso por el que otros actores han ido acumulando capacidad de poder. Surge aquí una dinámica entre los gobiernos y dos poderes no democráticamente elegidos de origen anglosajón: la prensa económica y los mercados financieros.
Esa dinámica comenzó a hacerse especialmente visible en las economías europeas a raíz de la crisis financiera de 2008. Según un ensayo que publicó el semanario británico The Economist a principios de marzo, dicha crisis es la primera razón del deterioro de la democracia, y a ésta le sigueel auge de China. Antes del estallido de la crisis, explica la revista, los gobiernos occidentales se habían embarcado en una espiral de gasto público para financiar un sin fin de derechos que componen el llamado Estado de Bienestar. El resultado es una democracia vinculada a la deuda y a la disfunción.
Esa fue la democracia que llegó a su máximo esplendor en la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero. A lo largo de ese periodo de tiempo, Rodríguez Zapatero consiguió desafiar a los mercados en una primera etapa. A pesar de los signos que le lanzaban del mundo financiero internacional, el ex presidente quiso dar continuidad a las políticas de gasto público y para ello decidió cesar al ministro de Economía de entonces, Pedro Solbes, por ...
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