El mundo cree que la única preocupación de EE UU es el petróleo barato. Debe salir de su error.

En el futuro, los historiadores considerarán la falta de liderazgo de Estados Unidos en la estrategia mundial para proteger el medio ambiente como un error aún más grave que la invasión de Irak. Lo primero que debe hacer el próximo presidente estadounidense es insistir en que el Congreso apruebe un gran incremento de los impuestos sobre la gasolina. Para ser más exactos, una fuerte tasa sobre el CO2 que afecte al carbón, al combustible de calefacción y al gas natural. Dicho impuesto debería ser lo bastante alto como para aumentar el precio de la gasolina, al menos, en dos dólares el galón (casi 40 céntimos de euro el litro) y debería afectar a todos los agentes económicos, incluidos los fabricantes. No hay otra acción política concreta tan eficaz para cambiar la relación de Washington con el mundo. Ninguna otra directiva presidencial anularía de manera tan clara el historial estadounidense de políticas energéticas lamentables, egocéntricas y pensadas para esconder la cabeza debajo del ala. Es imposible que Estados Unidos pueda hacer que China e India aprueben estrategias más favorables para el medio ambiente mientras no reconozca antes su propia responsabilidad y haga algo al respecto. Al mismo tiempo, un impuesto sobre el CO2 podría convencer al resto del mundo, por fin, de que la superpotencia no decide invadir países para mantener bajos los precios del petróleo.

Ese impuesto recaudaría unos ingresos enormes que ayudarían a reducir los déficit de la economía estadounidense, actuales y futuros. Contribuiría a aliviar la presión que ejerce sobre los mercados internacionales de capitales el exceso de préstamos a Estados Unidos, una presión que está contribuyendo al peligroso derrumbe del dólar. Por supuesto, parte de esas nuevas recaudaciones debería destinarse a reducir otros gravámenes fiscales y a ofrecer subsidios a ciudadanos con rentas bajas para compensar la carga del impuesto sobre las emisiones. Es, además, un ejemplo de cómo ofrecer al sector privado incentivos para conservar combustible y desarrollar fuentes de energía alternativas. Por supuesto, los países exportadores de petróleo protestarán y dirán que ese impuesto está claramente dirigido contra ellos; en efecto, habrá un descenso de la demanda de su producto. Venezuela y Rusia tendrán que aprender a vivir con unos ingresos por crudo inferiores. Pero muchos países en vías de desarrollo tendrán que pagar bastante menos por sus importaciones de petróleo cuando los precios mundiales caigan. La transferencia de riqueza superará con creces a cualquiera que pudiera generar la filantropía pública o privada.

No nos engañemos: un impuesto sobre la gasolina y otras emisiones de CO2 será terriblemente impopular entre los votantes estadounidenses. Muchos dirán que es algo que no debe hacerse jamás en política. Pero precisamente ésa es la razón por la que los niños de todo elmundo estarán tan agradecidos de que un valeroso presidente de Estados Unidos haya sido capaz de hacer que su país recupere el rumbo, tanto fiscal como moral.