
En el cuarto aniversario del triple desastre en Japón -terremoto, tsunami y accidente nuclear-, que se cobró la vida de unas 20.000 personas, muchas cuestiones resurgen: ¿Cuáles fueron las causas subyacentes?¿Estamos ante otro Chernóbil? ¿En qué punto se encuentran las labores de desmantelamiento y limpieza?
A pesar de los estragos ocasionados por el terremoto y posterior tsunami, lo que ha quedado grabado en la memoria colectiva mundial ha sido el accidente de la central nuclear de Fukushima Daicihi, que de por sí no provocó ninguna muerte, aunque sí logró hacernos sentir la levedad del mito de la seguridad nuclear y la vulnerabilidad del ser humano frente al enemigo invisible (la radiación nuclear). Fukushima también ha hecho historia por su gravedad pues ha sido, junto a Chernóbil en 1986, el único en alcanzar el Nivel 7 en la escala INES (International Nuclear Events Scale) de la Agencia Internacional para la Energía Atómica (IAEA, por sus siglas en inglés).
Son fenómenos interconectados a los que el Gobierno japonés hace referencia por separado. Aunque la denominación oficial que han recibido el terremoto y posterior tsunami es “Terremoto de Tohoku frente a la costa del Pacífico de 2011”, los términos que se han hecho más populares para aludir a la catástrofe son “3.11” por alusión a la fecha en que se produjo o “triple desastre” por la combinación de terremoto, tsunami y accidente nuclear. De hecho, este tipo de sucesos posee una clasificación propia: pertenecen a la categoría de natechs (acrónimo en inglés de las palabras “natural” y “technological”), accidentes tecnológicos desencadenados por las fuerzas de la naturaleza. Además, cuentan con una base de datos propia mantenida por el Joint Research Centre (JRC) de la Comisión Europea, un centro que investiga en profundidad esta área, cuya importancia se desprende del hecho de que este tipo de accidente según los expertos será cada vez más frecuente en nuestra sociedad industrial, debido entre otras cuestiones al cambio climático.
Los japoneses distinguen entre desastres producidos por la acción humana (“jinsai”) y desastres producidos por las fuerzas de la naturaleza (“tensai”). En el caso que nos ocupa, el terremoto y el tsunami son fenómenos naturales cuyos mayores daños se produjeron de forma instantánea en forma de edificios destruidos o vidas humanas, entre otros. Subsanar los estragos causados podría llevar años, como ya sucediese en el caso del Terremoto de Kobe de 1995, pero al igual que en dicho caso la recuperación sería posible. Por otro lado, a pesar de la diligencia con la que se han acometido las labores de acondicionamiento, los efectos del accidente nuclear de Fukushima se dejarán sentir a largo plazo, mientras que sus causas se han debido a fallos técnicos producidos por una serie de deficiencias achacables a la operativa imperante en el sector energético nipón.
Esta es la conclusión a la que ...
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