Un puente en construcción de una plataforma para la quema de gas en alta mar. (Getty)

Ayer, la economía era una de las mejores formas de prevenir la guerra. Hoy, es una de las mejores formas de provocarla. ¿Qué es lo que ha sucedido?

El bandazo del movimiento pendular ha sido asombroso. Según el sondeo del último Global Risks Report del Foro Económico Mundial, las “confrontaciones geoeconómicas” se encuentran entre las diez principales amenazas de los próximos diez años, mientras que hace poco más de dos décadas la economía internacional se consideraba el motor principal de la prosperidad, la paz y la estabilidad.

Por supuesto, había excepciones a ese oasis. Surgían aquí y allá pequeñas recesiones, pero las crisis económicas devastadoras parecían el castigo razonable por la pésima administración de los recursos de regiones con altos índices de corrupción y mal administradas (países del Sudeste Asiático, Rusia, Ecuador, Argentina, Turquía…). Aquellas debacles no sugerían para muchos las graves deficiencias del sistema, sino más bien la absoluta necesidad de la tutela y la intervención de Occidente en general y el Fondo Monetario Internacional en particular, que sabía lo que había que hacer. 

Pero, ¿cómo es posible que hayamos pasado súbitamente de ese mundo a otro donde la economía mundial ya no solo es la solución sino la principal fuente de los problemas por su inestabilidad, su destrucción del medio ambiente y hasta su papel como gran motor de desigualdad? ¿En qué momento reemplazamos la fe en la impotencia de los Estados y la muerte de las distancias a lomos de la globalización, los mercados e Internet… por la fe en el poder del nacionalismo económico como único garante de nuestros intereses?

En definitiva, ¿seguro que hemos pasado a vivir en un mundo tan peligroso y regido por la geoeconomía? 

“Por supuesto. Las confrontaciones geoeconómicas están en todas partes y son fáciles de identificar”

Mapa que muestra la conexión de la asociación de logística global y que, a su vez, exhibe un buque de carga de contenedores que se utilizan para la logística de importación y exportación. (Getty)

De eso nada. No existe ninguna definición estable de geoeconomía y, por lo tanto, de “confrontaciones geoeconómicas”. Así, es imposible afirmar que un acontecimiento (la guerra de Ucrania, la confrontación comercial entre Estados Unidos y China) se ajusta a un fenómeno que no sabemos definir. 

Dicho esto, sí podemos identificar algunos requisitos mínimos de la geoeconomía que parecen compartir los académicos. Para empezar, hacen falta medidas de política económica que defiendan intereses nacionales o regionales, que tengan un impacto sustancial en otros países y regiones del mundo y que puedan provocar que sus líderes reaccionen. Para continuar, la geoeconomía debe incluir las principales consecuencias internacionales de estas medidas, tanto si las persiguen sus autores como si no.  

Un ejemplo macro: las medidas proteccionistas de Trump durante la confrontación comercial con Pekín, que marcó su mandato, estaban diseñadas para beneficiar a las industrias y trabajadores americanos mientras empobrecían a los de su rival, para retrasar ...