En su último libro publicado en España, Un buen lugar para morir. Historias del Cáucaso (Editorial Debate, 2009), el periodista polaco Wojciech Jagielski, de 49 años, recoge su trabajo como corresponsal en la zona del Cáucaso en los años posteriores a la desintegración de la URSS. El que algunos consideran ya el sucesor de Ryszard Kapuscinsky nos ofrece una mirada vívida sobre la región, uno de los puntos calientes de la geopolítica mundial, sin olvidar la actualidad de Afganistán -país en el que ha trabajado en numerosas ocasiones- ni su tierra natal, Polonia.

 

FP en español: El sur del Cáucaso es una región fronteriza entre tres potencias, Rusia, Turquía e Irán. ¿Cómo se está desarrollando el juego político en la zona por parte de estos actores?

Wojciech Jagielsk/Agencja Gazeta

Wojciech Jagielski : Durante el proceso de desintegración de la URSS, muchos expertos predijeron que estos tres países se convertirían en adversarios, en el sentido de que cada uno pretendería conquistar o consolidar su esfera de influencia en la región. De hecho, surgieron rivalidades entre Rusia e Irán respecto a Azerbaiyán, Armenia y Tayikistán; entre Rusia y Turquía en Azerbaiyán; y también entre Irán y Turquía en Azerbaiyán y Turkmenistán. Hoy en día, sin embargo, Rusia, Irán y Turquía colaboran a la hora de defender intereses económicos y energéticos, y han hecho una especie de frente de resistencia común contra la expansión de los consorcios energéticos occidentales en Asia Central y en el Cáucaso.

 

FP: Osetia del Sur y Abjasia son los únicos conflictos independentistas activos en el Cáucaso. ¿Qué podemos esperar en Ingushetia y el Alto Karabaj?

W. J. Por lo que respecta a Ingushetia, se trata sobre todo de una guerrilla tradicional que tiene por objeto, más que la liberación nacional, la lucha contra la corrupción y la arrogancia de la autoridades, tanto de las rusas como de las propias autoridades locales. Es complicado predecir el futuro de un conflicto que se ha complicado con el uso de tácticas terroristas asociadas a la yihad . Alto Karabaj, desde la victoria de los independentistas en 1994, existe en la práctica como un Estado independiente, no sólo de Azerbaiyán, país del que se escindió, sino también de Armenia, su aliado tradicional. Hasta el momento, a pesar de los intentos de la diplomacia internacional, no se ha encontrado una solución sobre el estatus de Karabaj que satisfaga a las tres partes implicadas. Lo cierto es que la situación actual parece no venir mal ni a Armenia, ni a Azerbaiyán ni a Alto Karabaj. Aunque el reconocimiento de su independencia ayudaría a atraer las inversiones extranjeras y la ayuda económica internacional, la gente ha aprendido a vivir sin estas ayudas. A Rusia tampoco le viene mal el statu quo de este territorio, porque así puede presionar a Azerbaiyán en temas de política energética.

 

FP: El régimen de Kadirov no deja de repetir que los guerrilleros independentistas chechenos están prácticamente aniquilados. ¿Podemos considerar el conflicto checheno como ya resuelto?¿Podría volver a reavivarse?

W. J. Más que resuelto ha sido sofocado. Históricamente, el conflicto entre Rusia y Chechenia se ha intensificado en los momentos de debilidad de Moscú, y apagado cuando atravesaba dificultades internas. No tengo ninguna duda de que si Rusia sufriera otra crisis importante, como la que sufrió a comienzos de los años 90, los chechenos intentarán de nuevo luchar contra el Kremlin para conseguir una mayor independencia.

 

FP: ¿Cuál es tu opinión sobre la nueva estrategia para Afganistán que Estados Unidos pretende poner en práctica con ayuda de sus socios? ¿Cuáles son las medidas que crees que sería más conveniente aplicar en el país?





























           
Dados los errores que ha cometido la Administración Bush, ya no es posible ganar la guerra en Afganistán.
           

W. J. Dados los errores que ha cometido la Administración Bush, ya no es posible ganar la guerra en Afganistán. Hace poco leía algunas opiniones de expertos militares que afirmaban que, a día de hoy, la guerrilla afgana es tan fuerte que un ejército de cien mil o doscientos mil efectivos no sería capaz de derrotarla. Estos expertos calculaban que harían falta unos seiscientos mil soldados para controlar el país y otros seiscientos mil para asegurar las fronteras con Pakistán. Aunque las cifras puedan estar equivocadas, parece claro que un aumento de tropas como el que se requiere no parece al alcance de los países implicados en Afganistán en estos momentos de crisis económica. Si se produjera la retirada de las tropas occidentales, se enfrentaría de nuevo a una guerra civil que, una vez más, no le importaría a nadie.

 

FP: En relación con el envío de más soldados, ¿cómo cree afectará la decisión del Parlamento de Kirguizistán de dejar de albergar en el país una base militar americana? Parece una decisión que no sólo condicionará la presencia de EE UU en Afganistán, sino que también comprometerá sus relaciones con Rusia, que estaría detrás de la decisión de Kirguizistán.

W. J. La decisión del Gobierno de Kirguizistán obliga a EE UU a buscar la cooperación con países por los cuales preferiría no estar condicionado: Rusia y Uzbekistán. Parece que los americanos ya han convencido a Kazajstán y a Tayikistán para que cooperen con ellos. Rusia se enfrenta a la disyuntiva de evitar que los americanos consoliden su presencia e influencia en Asia Central sin que por ello opten por una ruta de aprovisionamiento que pase por países como Georgia, Azerbaiyán y Turkmenistán. En parte, con esta estrategia se trataría de conseguir que la nueva Administración Obama se olvide lo más posible de Georgia como aliado.

 

FP: Polonia y República Checa han aceptado la instalación del escudo antimisiles estadounidense en su territorio. Como respuesta, Rusia anunció el establecimiento de misiles tácticos en Kaliningrado. A finales de enero Rusia suspendía sus planes debido al cambio de actitud de la Administración Obama. Con la posibilidad de entendimiento Washington-Moscú y la oferta de cooperación con respecto al régimen de los ayatolás, ¿crees que es acertada la decisión del Gobierno polaco de convertir al país en un actor en las tensiones geoestratégicas entre ambas potencias? Algunos factores, como la dependencia energética de Polonia respecto a Rusia, parecen desaconsejar una postura de enfrentamiento con el Kremlin.

W. J. Mucha gente en Polonia no entendió el entusiasmo con el que el Gobierno polaco se sumó a los planes de la Administración Bush. Gran parte de los polacos, de hecho, no estaba de acuerdo con los planes de instalar el escudo antimisiles en nuestro país -creo que en el caso de que se celebrase un referéndum esta opción sería rechazada. Nuestro Gobierno actuó precipitadamente y sobrevaloró el poder de Estados Unidos. En mi opinión, Polonia debería tratar de fortalecer la cooperación con Europa como uno de sus objetivos primordiales y no tomar decisiones tan delicadas, de modo unilateral, sobre todo si se trata de un asunto como el escudo antimisiles, con implicaciones geopolíticas.

 

FP: Para terminar, ¿cómo está afectando a Polonia la crisis, un país que en estos últimos años ha conseguido tasas de crecimiento y desarrollo significativas, muy por encima de la media europea?

W. J. La economía polaca está en un relativo buen estado y creo que va a salir de la crisis en mejores condiciones que otros países europeos. El problema es que contamos con una economía muy joven que todavía no se ha ganado la plena confianza de los inversores. Ahora, muchos inversores están retirando su dinero de los países de Europa del Este, tanto de Polonia como de Ucrania, es decir, sin discriminaciones. Algo difícil de entender. El crack en Islandia no implicó una fuga de capitales extranjeros de, por ejemplo, Dinamarca o Noruega. La salida de capitales ha provocado el debilitamiento del zloty, el incremento del paro y, sobre todo, el desencanto de mucha gente. Se creía que tras unos años difíciles estábamos alcanzando un bienestar que nos permitiría, por fin, vivir sin tantas estrecheces. En cambio, ahora nos espera otra etapa en la que tendremos que volver a apretarnos el cinturón.