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El centro de Berlín vacio durante los perores días de la pandemia en Europa, abril 2020. Sean Gallup/Getty Images

La crisis sanitaria global es un desafío sin precedentes para las urbes, pero es posible salir adelante a través de tres fases: resolver, reabrir y reimaginar.

Hace cuatro escribí un artículo para esglobal en el que les comentaba sobre la importancia de la noche como un campo emergente de estudio y de innovación para las ciudades. En ese momento, comenzaba a surgir una nueva figura en la gestión nocturna a nivel mundial: el alcalde nocturno. Si bien ciudades como Ámsterdam y Berlín ya tenían casi 15 años explorando este concepto, fue en 2016 cuando el modelo del alcalde nocturno empezó a diseminarse masivamente, convirtiéndose en una alternativa para pensar en la nocturnidad de una forma más estructurada y colaborativa. Hoy en día, son más de 40 las urbes en todo el mundo las que han adoptado este modelo.

Si bien existen grandes diferencias geográficas en la naturaleza y alcance de este nuevo rol, los alcaldes nocturnos tienen una misión en común: son individuos o equipos designados para mediar entre los intereses de los ciudadanos, los gobiernos locales y la industria nocturna y del entretenimiento. En muchas urbes europeas tales como Berlín, Ginebra, Zúrich, Budapest y más de 10 ciudades holandesas, el alcalde nocturno funciona como un representante independiente o la cabeza de una organización no gubernamental que vela por los intereses del ecosistema nocturno, el cual está conformado no solo por los dueños de establecimientos tales como bares, restaurantes y discotecas, sino también por sus empleados y toda clase de proveedores vinculados al medio, tales como músicos, artistas y personal de seguridad. Por otro lado, la mayor parte de las ciudades en Estados Unidos, Canadá y América Latina que han adoptado el modelo de alcalde nocturno lo han hecho a partir de la creación de oficinas o departamentos gubernamentales especializados en administrar la vida nocturna. Este es el caso de Nueva York y Washington D.C., donde se introdujo nueva legislación para crear Oficinas de la Nocturnidad (Offices of Nightlife) dentro del organigrama municipal, las cuales reciben recursos del gobierno local e interactúan con otros departamentos y agencias tales como la policía, servicios de transporte, aseo y mantenimiento.

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Una chica en el Park Guell, Barcelona, mayo 2020. Miquel Benitez/Getty Images

A pesar de ser una figura reciente, en muchos lugares los alcaldes nocturnos ya han logrado crear una mayor conciencia sobre las importantes contribuciones de la vida nocturna para la cultura y el desarrollo económico de su ciudad. Por ejemplo, informes recientes revelan que la economía nocturna de Nueva York genera casi 300 mil empleos, mientras que los establecimientos de vida nocturna en Washington D.C. aportan más de 500 millones de dólares en contribuciones tributarias. Adicionalmente, a través de intervenciones temporales y alianzas público-privadas, los alcaldes nocturnos están ayudando a cambiar el paradigma de sobre-regulación y presencia policial que ha imperado históricamente en la gestión de la noche. Ciudades como Praga están promoviendo la mediación para resolver conflictos frecuentes en torno a la manejo del ruido y el consumo de bebidas alcohólicas en zonas de uso mixto, mientras que otras como Orlando están trabajando de la mano con empresas tales como Uber y Lyft para facilitar la gestión eficiente de aglomeraciones peatonales y de tránsito en distritos nocturnos en horas pico.

Conscientes de la rápida difusión de este nuevo modelo y de sus importantes aportes, en 2018 el ex alcalde nocturno de Ámsterdam, Mirik Milan, y yo emprendimos un proyecto para mapear esta tendencia y comprender sus variaciones. Para ello, distribuimos una encuesta online y recibimos 35 respuestas de individuos y organizaciones dedicadas a la gestión nocturna en todo el mundo. Con base en los resultados del sondeo y en entrevistas realizadas con expertos en este campo de estudio, produjimos un artículo académico sobre la relevancia de este nuevo rol desde el punto de vista de la gestión urbana. El artículo fue publicado en enero de este año en el Urban Studies Journal, y a partir de sus resultados pudimos desarrollar un mapa interactivo que señala la ubicación y variaciones de los alcaldes nocturnos a escala global

 

La noche en tiempos de la COVID-19

Desde los primeros días de cierres y toques de queda para contener la propagación del coronavirus, los alcaldes nocturnos han tenido un rol protagónico en la gestión de esta crisis sin precedentes. Gran parte de estos individuos y otras organizaciones con una misión similar se han unido a través de llamadas de Zoom y grupos de WhatsApp con un objetivo en común: compartir soluciones y estrategias para dar respuesta a una epidemia cuyo aliciente son las interacciones sociales. Bares, restaurantes, teatros, cines, salas de conciertos, museos, discotecas y hoteles son los más afectados a partir de las nuevas normas de distanciamiento social, y son los últimos establecimientos que podrán reanudar sus actividades. Si bien el objetivo primario es proteger la salud pública, estas medidas tendrán un impacto significativo, y en muchos casos irrecuperable, sobre el ecosistema creativo y de entretenimiento de la ciudad.

En Estados Unidos, ya en 2016 el número de empleos en el sector de ocio y hospitalidad había superado el número de trabajos en el sector de ventas. Este resurgimiento, particularmente del sector gastronómico, era una tendencia visible en los últimos cinco años, cuando muchos centros urbanos finalmente pudieron recuperarse de la fuerte recesión del 2008. La situación actual es dramáticamente distinta: de acuerdo con datos de la plataforma de reservas online OpenTable, uno de cada cuatro restaurantes en EE UU no reabrirá después de esta crisis. En algunos casos, se habla de que las pérdidas económicas para bares y restaurantes son comparables al período de de la Ley seca, el intento fallido de detener la producción, importación, transporte y venta de bebidas alcohólicas entre 1920 y 1933 que tuvo repercusiones muy negativas a nivel social y económico para las grandes ciudades estadounidenses

Por su parte, muchas ciudades europeas también enfrentan grandes pérdidas a partir de los cierres de restaurantes y establecimientos nocturnos desde mediados del mes de marzo. En Zúrich, por ejemplo, el sector nocturno genera 3.000 empleos, muchos de los cuales son estudiantes para quienes trabajar en un bar es la única manera de financiar sus estudios. En Londres, se estima que 1,6 millones de personas trabajan de noche, no solo en empleos ligados al ocio y el entretenimiento, sino también en hospitales, transporte, servicios de limpieza y seguridad. Al igual que Nueva York tuvo que reducir los horarios de su transporte público a fin de llevar a cabo operativos de desinfección —incluyendo el sistema de metro, que históricamente permanecía abierto las 24 horas—, Londres también anunció el cierre de 40 estaciones de metro y la reducción de servicios de autobuses durante la noche. Si bien estas medidas buscan evitar la propagación del virus, tienen gran impacto sobre los trabajadores nocturnos para quienes se hace más difícil llegar a sus empleos.

En el marco de una crisis de estas dimensiones, se generan tensiones importantes entre los intereses individuales y los del colectivo. Muchos empresarios se preguntan: “¿vale la pena reabrir mi restaurante para recuperarme un poco de las pérdidas, o estaré poniendo en riesgo la vida de mis empleados y clientes?” De igual manera, a medida que nuestras ciudades entran en las primeras fases de reapertura, muchos de nosotros nos preguntamos: “¿vale la pena salir a comer o verse con amigos, o estaré contribuyendo a la propagación del virus?” A fin de responder a estas preguntas y canalizar acciones de una manera segura, resulta importante poner en marcha planes de recuperación que promuevan una reapertura gradual de establecimientos de ocio y entretenimiento, al tiempo que ayuden a estos sectores a adaptar sus negocios a la “nueva normalidad.”

Desde el punto de vista del ocio y la vida nocturna, las medidas globales para hacer frente a la COVID-19 han sido muy diversas. Cada urbe, incluso dentro del mismo país, se encuentra en una fase distinta de reapertura. Sin embargo, pueden identificarse tres fases fundamentales en la transición entre los cierres y la nueva normalidad:

Resolver. La primera fase se refiere a las soluciones para moderar el impacto a corto plazo de la crisis, a través de tácticas para la recaudación de fondos e información sobre sus impactos. Por ejemplo, lideradas por Berlín, ciudades como Viena, Madrid, Manchester, Ámsterdam y Estocolmo se han sumado a United We Stream, una plataforma de entretenimiento en vivo online que pretende recaudar fondos para apoyar a DJs, artistas y establecimientos nocturnos afectados por la crisis. En Manchester, la plataforma logró recaudar casi 300.000 libras en un mes a través de donaciones, las cuales serán destinadas a un fondo de ayuda para la economía nocturna y a organizaciones benéficas de la ciudad. Otra de las soluciones emprendidas por lugares tales como Nueva York, Los Ángeles, Filadelfia y Tegucigalpa consiste en desarrollar encuestas en línea para recoger datos clave sobre la cantidad de personas y organizaciones afectadas por los cierres, a fin de incentivar a gobiernos locales a gestionar ayudas concretas para estos sectores.

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Autocine en Nueva York durante la pandemia, abril 2020. JOHANNES EISELE/AFP via Getty Images

Reabrir. La segunda fase se refiere a las medidas tomadas por gobiernos locales y establecimientos comerciales para permitir una reapertura sana y segura de estos últimos. Vilna, la capital de Lituania, fue una de las primeras en anunciar su intención de ceder parte de sus espacios públicos para la reapertura de bares, restaurantes y cafés. Aprovechando el clima de verano que ya comienza a sentirse en muchas ciudades, varios gobiernos locales están analizando la posibilidad de permitir la expansión de ciertos establecimientos a través de terrazas ubicadas en aceras, estacionamientos, calles y espacios públicos. Sin embargo, estas medidas han generado gran preocupación por parte de vecinos y residentes, quienes temen por el ruido y molestias que pueden ocasionarse a partir de la socialización y el consumo de alcohol en espacios públicos durante la noche. Por otro lado, urnes como Austin, Estocolmo, Berlín y muchas otras han visto un resurgir de sus autocines, muchos de los cuales se han convertido en espacios para ofrecer entretenimiento en vivo ante una audiencia de autos particulares. En China, ciudades como Shanghái han optado por usar la tecnología móvil tanto para la presentación de menús, como para la gestión de reservas electrónicas, y hasta para el monitoreo de síntomas de quienes visitan sus establecimientos.

Reimaginar. Finalmente, la última fase corresponde en tomar la “nueva normalidad” como una oportunidad para repensar la manera en la que distribuimos la actividad nocturna y de entretenimiento en nuestras ciudades. Sídney, por ejemplo, está contemplando reformas significativas en las regulaciones asociadas a los horarios de venta de bebidas alcohólicas a fin de poder redistribuir la actividad nocturna no solo desde el punto de vista espacial, sino temporal. Por ejemplo, a través de regulaciones más flexibles las urbes pueden permitir que ciertos establecimientos permanezcan abiertos hasta más tarde, lo cual no solo los ayuda a compensar parte de sus pérdidas, sino que también podría evitar las grandes aglomeraciones que se producen cuando todos los sitios cierran al mismo tiempo. Esquemas de licencias 24 horas tales como el implementado en Ámsterdam desde 2013 son un buen precedente para este tipo de reformas.

Como hemos visto, la crisis generada a partir del coronavirus ha dado pie a toda clase de propuestas para apoyar la recuperación de sectores como el de la hospitalidad, el ocio y la vida nocturna. Detrás de muchas de ellas, está la labor de uno o varios alcaldes nocturnos que han liderado estos esfuerzos en su ciudad a fin de generar condiciones idóneas para la reapertura. Esta crisis es, sin duda, un reto sin precedentes para las urbes y para los distintos ecosistemas que las hacen vibrantes y competitivas. Sin embargo, no perdamos de vista oportunidades como ésta para repensar y mejorar nuestros sistemas y para construir nuevas redes de apoyo y solidaridad entre nuestras ciudades.

 

Este artículo forma parte del especial

‘El futuro que viene: cómo el coronavirus está cambiando el mundo’.

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