El dilema de Pekín: ¿cómo fomentar el desarrollo tecnológico y ejercer a la vez un control político de la información?

 

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El día 23 de julio, después de un accidente de tren que causó la muerte de 40 personas en el sur del país, el Gobierno chino se dio cuenta de algo: los servicios de microblogs se le habían ido de las manos. Esa misma noche y durante los siguientes días, los internautas utilizaron estas redes sociales inspiradas en Twitter para atacar con dureza la gestión del accidente por parte del Ejecutivo, poner en entredicho las labores de rescate, criticar la corrupción que había rodeado a la construcción de las líneas de alta velocidad y desmentir todas y cada una de las informaciones oficiales sobre el accidente. En un ambiente informativo generalmente controlado, la libertad de los servicios de microblogs había sobrepasado la línea de lo aceptable por el Partido Comunista.

Durante aquellos días, en una encuesta que circuló por Sina Weibo (el servicio de microblogs líder del país con 200 millones de usuarios), más del 93% de los internautas pensaban que la gestión del accidente había sido “malísima y se había despreciado la vida humana”. Por esta red social llegaron a circular imágenes pidiendo la dimisión del ministro de Ferrocarriles, referencias sangrientas a China Railways (la empresa encargada de la construcción de las líneas de alta velocidad) e insultos contra algunos de los máximos dirigentes del país. En la historia reciente del gigante asiático, es difícil encontrar un episodio en el que el malestar de los ciudadanos con el Gobierno se haya expresado de forma tan clara y rotunda. También es complicado encontrar un caso tan evidente en el que las autoridades no hayan sido capaces de controlar el flujo de la información.

Además de haberse convertido en el mayor centro de debate e información alternativa del país, los servicios de microblogs como Sina Weibo han alcanzado tanta importancia debido a su influencia en los medios tradicionales. Periódicos, radios y televisiones, sobre todo los más independientes, se han hecho eco en los últimos meses de historias surgidas en las redes sociales y que gracias a los medios se han convertido en noticias de carácter nacional. Durante el accidente de tren, por ejemplo, Sina Weibo se encargó de marcar la agenda informativa del país durante toda una semana, con los medios de comunicación y el Gobierno siempre un paso por detrás.

Aunque los servicios de microblogs han revolucionado el panorama informativo chino desde hace al menos un año, ha sido su papel durante el último accidente de tren lo que los ha puesto en el ojo del huracán. En medio de la indignación de los ciudadanos y de una opinión pública que reclamaba mayor transparencia, en aquel momento el Gobierno no se atrevió a dar un golpe sobre la mesa y aumentar el control sobre las redes sociales. Con el paso del tiempo, sin embargo, el Partido Comunista parece estar trabajando en la sombra y utilizando todos sus recursos para echarle el freno a los servicios de microblogs.

La tensión entre el Gobierno, las empresas de Internet y los propios ciudadanos muestran el difícil equilibrio en el que se mueve el mundo de la información en China

La estrategia de control parece haber comenzado con la lucha ideológica. Desde principios de agosto, muchos de los medios de comunicación oficiales, como la agencia de noticias Xinhua o el Diario del Pueblo, han criticado a Sina Weibo por sus dañinos efectos para la sociedad y su facilidad para difundir rumores. El día 3 de agosto, por ejemplo, la Televisión Central de China (CCTV) emitió un reportaje titulado “¿Dónde está el límite ético de los microblogs?” en el que hacía hincapié en la cantidad de información falsa que circulaba por las redes sociales. Dos días más tarde, el Global Times, un periódico también muy cercano al Gobierno, publicaba un artículo donde criticaba a los medios tradicionales por convertirse en meras “versiones impresas” de los microblogs. Según este diario, los periodistas le estaban dando demasiada importancia a las redes sociales y éstas no podían de ninguna forma convertirse en la única opinión pública del país.

Junto a la lucha mediática a través de sus medios de comunicación, el Gobierno parece haber aumentado la presión sobre las empresas al frente de la revolución de los microblogs. El pasado 23 de agosto, Liu Qi, uno de los 24 miembros del poderoso Politburó Político y secretario del Partido Comunista en Pekín, visitó en persona la empresa Sina. Allí, Liu Qi pidió a su director ejecutivo que se “ponga totalmente fin a las informaciones falsas y erróneas”. Aunque estas visitas de las autoridades a las mayores empresas de Internet son algo frecuente, el alto perfil político de Liu Qi parece indicar que el control sobre los microblogs va en aumento. Otra señal más se produjo el 26 de agosto, cuando Sina Weibo hizo pública la suspensión de dos usuarios durante un mes debido a su difusión de dos informaciones falsas.

La tensión entre el Gobierno, las empresas de Internet y los propios ciudadanos muestran el difícil equilibrio en el que se mueve el mundo de la información en China. Acabado el peligro de las redes sociales extranjeras con la censura total de Twitter, Facebook y Youtube, ahora el Partido Comunista se enfrente a empresas nacionales privadas (las más importantes Sina, Tencent y Netease) que tienen importantes planes empresariales basados en sus servicios de microblogs. Una vez más, el Ejecutivo se encuentra ante el reto de potenciar al desarrollo económico y la innovación tecnológica mientras intenta mantener al mismo tiempo el control político de la información.

A pesar de que el Estado sigue controlando la mayoría de medios de comunicación e imponiendo la censura en determinados temas clave, el accidente de tren del 23 de julio ha demostrado que las nuevas tecnologías pueden poner en aprietos al Gobierno y que su control sobre la información es cada vez más precario. Hasta ahora, el Partido Comunista ha sido capaz de adaptarse a las nuevas tecnologías y a los cambios sociales del país para seguir manteniendo un control efectivo sobre la información. En los próximos años, sin embargo, tendrá que decidir cómo sobrevivir a unas redes sociales que ya han cambiado para siempre la forma en la que los ciudadanos comparten, leen y participan de la actualidad.

 

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