• Off The Wall. Political Posters of the Lebanese Civil War
    (Sacado del muro.
    Carteles políticos de la guerra civil libanesa)
    Zeina Maasri
    265 págs., I. B Tauris,
    Londres, diciembre 2008 (en inglés)  

Beirut era el París de Oriente, por sus cafés, sus tertulias, sus libertades, sus artistas. O una Barcelona en la otra orilla del Mediterráneo. Lo era, y muchos sueñan que vuelva a serlo, aunque también son muchos los impactos de balas y granadas que recuerdan 15 años de una larga guerra civil. Impactos, desde las calles donde todo empezó aquella mañana del 13 abril de 1975 hasta la plaza de los Mártires, en el centro de la capital libanesa. Impactos que se mezclan con los de hoy, cuando los líderes de entonces que llamaron a la paz, animan, 20 años después del final de la guerra, a retomar las armas; cuando Israel y Hezbolá siguen bombardeándose. En Líbano, ninguna imagen vale más que las palabras de la reconocida poetisa Nadia Tueni: “Mi país es memoria / De hombres duros como el hambre / Y de guerras más antiguas / Que las aguas del Jordán”.

Mientras periodistas y analistas se preguntan cuándo volverá a estallar el país de los cedros, los libaneses dudan entre el olvido y la amnesia. ¿Qué recordar de “la guerra de los demás”, como aún se suele llamar al conflicto civil libanés (1975-1990)? ¿Quiénes eran los libaneses de aquella época y quiénes son los de hoy? Mucho se ha escrito sobre este pequeño país de apenas cuatro millones de habitantes y 17 comunidades, corazón de las divisiones de Oriente Medio. Mucha tinta corrió sobre un conflicto que pocos entendían, por su complejidad, por sus múltiples actores (nacionales y extranjeros).

Pero nadie se había detenido en las calles de Beirut, nadie había mirado en sus muros para entender el porqué de la violencia. Llenar un vacío literario y científico es la primera cualidad de Off the Wall. Political Posters of the Lebanese Civil War (Sacado del muro. Carteles políticos de la guerra civil en Líbano), recopilación de los carteles de todas las facciones participantes en la contienda, con los que Zeina Maasri, profesora de diseño gráfico en la Universidad Americana de Beirut, muestra el aspecto gráfico de la guerra y cuestiona la fuerza de las imágenes frente a las palabras.

Cuando se trata de un enfrentamiento, las imágenes también pueden ser armas letales. Durante 15 años, milicias libanesas cristianas y musulmanas, palestinos, comunistas, nacionalistas árabes –en total más de veinte facciones– dividieron y ensangrentaron el país. Más de 150.000 muertos y medio millar de heridos.

Como en cada conflicto, lo importante es ganar apoyos entre la población, justificar su lucha contra el enemigo. Es decir, hacer propaganda. En una documentada introducción sobre el significado de esa palabra, Maasri identifica la especificidad del caso de Líbano. Todos recordamos el cartel del Tío Sam apuntando con el dedo: “I want you for US Army”, casi acta de nacimiento de la propaganda, en plena Primera Guerra Mundial, o el diseño realista de la comunicación política de los sistemas totalitarios nazi y soviético. Esta definición de “propaganda” no puede aplicarse a Líbano, recuerda Maasri, porque ahí no la ejercía una fuerza hegemónica. “No había ni hegemonía ni dominación ni un aparato mediático de Estado. No se podían dividir las facciones entre las hegemónicas y las antihegemónicas”, escribe la profesora.

Zeina Maasri estaba buceando en los archivos de la Universidad Americana de Beirut, cuando halló, en 2003, carteles políticos de la guerra civil. Con una beca y tras cinco años de investigación, la ahora profesora reunió unos 700 documentos, que pertenecían a colecciones privadas o dormían en los archivos de partidos políticos. “Durante la guerra, los muros del país estaban cubiertos de carteles cuyos signos gráficos y cuya retórica política eran parte del paisaje cotidiano”, cuenta Maasri.

El libro presenta una selección de 150 dibujos, expuestos en conjunto por primera vez el pasado mes de abril en Beirut en la muestra Signos de conflicto. Todas las facciones están representadas, desde los palestinos hasta los militantes chiíes, pasando por los radicales cristianos. “Los diferentes partidos querían legitimar y perpetuar el combate político mientras luchaban, para ganar más terreno y más poder. El compromiso militar en los frentes estaba acompañado de una batalla sin piedad de signos y apropiaciones simbólicas de terrenos”, declaró entonces Maasri a la prensa libanesa.

Tras recordar quiénes eran los principales grupos y milicias, y explicar en una cronología detallada los grandes momentos del conflicto, la autora analiza los carteles en su contexto de producción y de circulación, cómo se concibieron y quién los dibujó, el compromiso político de los artistas de entonces, y los ordena no según las facciones, sino según cuatro temáticas: liderazgo, conmemoración, martirio y pertenencia.

La obra permite al lector comparar mejor la labor propagandística de las diferentes facciones. Mientras los palestinos denunciaban desde el principio con imágenes crudas la violencia de las milicias cristianas, éstas recurrieron al nacionalismo, como si fueran los defensores legítimos del país de los cedros. Las primeras representaciones llamaron a alzarse en armas; un cartel de 1983 representa a Bashir Gemayel, líder de las Fuerzas Libanesas, apuntando el dedo como lo hacía el Tío Sam: “Nuestro Líbano te necesita. ¡A ti!”. Gemayel había fallecido en un atentado un año antes, después de que Israel consiguiera debilitar al Ejército sirio y a los palestinos, respaldando a las Fuerzas Libanesas y ocupando Beirut Oeste. Era la parte musulmana de la ciudad, donde estaban pegados carteles de milicias chiíes, los más explícitos en el contexto de la Revolución Islámica iraní. De la mezquita de la Roca, en Jerusalén, sale la sangre de los mártires que dieron su vida, sangre que empuña un Kaláshnikov. En otro cartel, aparece el ahora conocido logotipo de Hezbolá: un puño, saliendo de las letras en árabe del nombre del Partido de Dios, alza un AK-47. Los colores clásicos de la simbología árabe –blanco, negro, verde y rojo– siempre están presentes.

Esas imágenes venden discursos, deseos, miedos, orgullo y odio. Cuentan sobre la guerra, aunque también sobre la paz. Estos carteles constituyen una herramienta importante y necesaria para entender una época, los movimientos políticos, sociales, culturales y militares de entonces, para recordar que era la guerra de todos los libaneses y no la de “los demás”, para saber cómo evitar otra en la actualidad.

El trabajo de Zeina Maasri participa en una labor de memoria difícil en un Líbano recién despertado de la invasión de Israel en 2006. Escuchar lo que narran los muros puede ser un pr incipio. La periodi sta Mar ia Chakhtoura fue la primera en hacerlo, al publicar el libro Guerre de graffitis (Guerra de graffitis), y las palabras “el juego de las golondrinas” pintadas en una pared inspiraron a Zeina Abirached un cómic sobre su familia durante la guerra civil. Y el israelí Ari Folman ha llevado al cine, gracias a la animación, sus recuerdos de la matanza de Sabra y Chatila en 1982 en Vals con Bashir.

Líbano tiene previstas elecciones legislativas para principios de junio, un contexto en el que estas imágenes, más allá de la violencia y de su fuerza letal, recuerdan más que nunca lo que no se debe olvidar.