¿Por qué les cuesta tanto a los dictadores decir adiós?
Según todo criterio lógico, lo normal sería que los combates y las luchas de poder en Costa de Marfil, Libia y Yemen hubieran terminado hace semanas. Quizá terminen pronto: el 11 de abril llegó a su fin el conflicto en Costa de Marfil. Pero el hecho de que se hayan prolongado ya tanto es síntoma de una realidad esencial a propósito de los individuos involucrados que en Occidente no se comprende del todo. Nosotros nos preguntamos: ¿Por qué el dictador marfileño Laurent Gbagbo, el líder libio Muamar el Gadafi y el presidente yemení Alí Abdalá Saleh no aceptan las ofertas, que al parecer se les han hecho, de irse a un exilio confortable? Seguro que sería más conveniente para su seguridad física y sus cuentas bancarias. Después de semanas de luchas, negociaciones y manifestaciones, ¿qué más quieren demostrar?
Este tipo de razonamiento supone que lo que separa a estos déspotas de sus adversarios son temas tan inocuos y susceptibles de compromiso como, por ejemplo, las pensiones y los tipos fiscales. Pero esos hombres no son políticos acostumbrados al toma y daca; luchan por unas cosas mucho más antiguas, básicas e imposibles de negociar: el territorio y el honor, al menos tal como ellos lo definen. Su mundo no está hecho de instituciones y burocracias que les sirvan para gobernar; es un mundo que consiste en dominar franjas de territorio mediante la ayuda de familiares y las alianzas tribales y regionales.
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AFP/Gettyimages |
En ese mundo, personajes como los depuestos líderes de Túnez y Egipto, Zine el Abidine Ben Alí y Hosni Mubarak, carecen de cualidades. Gobernaron al estilo occidental, a través de instituciones y burocracias, y cuando dichas instituciones -el ejército y los servicios de seguridad interior- se negaron a disparar contra la gente en la calle, ellos no tuvieron más remedio que dimitir dócilmente y marcharse al exilio interior o exterior, quizá sin haber hecho los pactos necesarios para su protección posterior.
Por supuesto, desde el punto de vista moral, una figura como Gbagbo es especialmente despreciable. Para satisfacer su ego, ha llevado Costa de Marfil al borde de la anarquía. O sea que no estoy disculpándolo, sólo trato de explicar en parte sus motivos. Él piensa que se presentó a unas elecciones y obtuvo casi la mitad de los votos. Y éstos no se debieron a sus posturas sobre los problemas sociales o económicos, sino a lo que representaba en el ámbito tribal y regional: es un hombre del sur, de la parte no musulmana del país. Rendirse demasiado pronto habría sido traicionar a sus grupos de solidaridad regional y religiosa. En países sin suficiente desarrollo económico, como Costa de Marfil, las elecciones acaban, muchas veces, cosificando diferencias de sangre y de creencias. Desde su punto de vista, el hecho de haber luchado hasta el ...
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