Una mujer camina cerca de un cartel sobre la paz entre el Estado de Indonesia y los separatistas de Aceh (GAM) en una calle de Banda Aceh, agosto de 2005. Bay Ismoyo/AFP/Getty Images
Una mujer camina cerca de un cartel sobre la paz entre el Estado de Indonesia y los separatistas de Aceh (GAM) en una calle de Banda Aceh, agosto de 2005. Bay Ismoyo/AFP/Getty Images

La región de Aceh en Indonesia celebra estos días el décimo aniversario de un acuerdo de paz que puso fin a tres décadas de guerra civil.

En Aceh, al noreste de Indonesia, suele decirse que la gran ola que arrasó el 26 de diciembre de 2004 las costas de la región fue un castigo de Dios por su mal comportamiento. Y que su mal comportamiento habían sido las tres décadas de guerra civil que, según las estimaciones más altas, costaron la vida a unas 15.000 personas. El tsunami del Océano Índico se cebó especialmente con el norte de la provincia indonesia y mató a unas 170.000 personas, pero aceleró también el proceso de paz con el Movimiento Aceh Libre (GAM en sus siglas en bahasa indonesio) que había reivindicado a fuerza de fusil la independencia desde los 70. Casi ocho meses después del tsunami, el 15 de agosto de 2005, se firmó un acuerdo de paz en Helsinki, Finlandia, que puso fin a una de las guerras civiles más largas de Asia y que ha sido considerado como uno de los documentos de paz más exitosos de la historia reciente mundial.

Aceh fue un sultanato soberano hasta mediados del siglo XVII. En los siglos siguientes, Aceh viviría entre la independencia y la colonización de británicos y holandeses, hasta que la región fue integrada en la República de Indonesia creada en 1949. Los acehneses, sin embargo, nunca estuvieron conformes con su estatus dentro del nuevo país y reclamaron desde el primer día la independencia. El descubrimiento a principios de los 70 de recursos energéticos en la región, fundamentalmente petróleo y gas natural, reavivó el sentimiento separatista después de que la dictadura de Suharto militarizó la región para proteger los intereses petroleros. Así, mientras el oro negro brotaba de las costas de Aceh y se lo repartían militares y la empresa Mobil, la población veía cómo las tasas de pobreza se disparaban.

En 1976, nació el Gerakan Aceh Merdeka (GAM), o Movimiento Aceh Libre, fundado por el nacionalista Hasan di Tiro que comenzaron pequeños ataques contra Mobil sin mucho éxito. El movimiento resurgió con mayor fuerza a finales de los 80 y el número de guerrilleros fue creciendo paulatinamente hasta llegar a unos 27. 000 a finales de los 90. Cuando el tsunami de 2004 arrasó Aceh, ambas partes estaban ya preparadas para comenzar las negociaciones de paz, pero la magnitud del desastre aceleró el proceso. El acuerdo de 2005 reconoció una autonomía especial para la región que contemplaba además la retirada de las tropas del poderoso Ejército indonesio a cambio del desarme del GAM.

Diez años después de la paz, las opiniones sobre el éxito del acuerdo divergen. “[La paz] puso fin con éxito a un conflicto de 30 años y también llevó a cabo con éxito la desmilitarización y el desarme”, asegura el analista político Paul Rowland, quien monitorizó durante años el proceso de paz. “Eso no quiere decir que de un día para otro Aceh se haya convertido en un paraíso, pero hay muy pocas soluciones perfectas”. Los más optimistas defienden que en los últimos diez años apenas ha habido incidentes violentos y que, tras la amnistía otorgada a GAM, el movimiento se ha reciclado en una serie de facciones políticas, la más importante de ellas el Partai Aceh. Durante los últimos años se han celebrado así varios comicios regionales pacíficos, en un país donde la democracia es de por sí joven y no llega a las dos décadas.

Para muchos quedaron, sin embargo, importantes cuestiones pendientes que pueden minar la estabilidad política de la región. La más importante de ellas es la violación de derechos humanos perpetrada por el Ejército y por la misma compañía Mobil durante los años más duros de la guerra civil. El Movimiento Libre Aceh también fue responsable de serias violaciones, especialmente ejecuciones sumarias de colaboradores con las Fuerzas Armadas, la presión ejercida sobre otros grupos étnicos para que abandonaran la zona o la extorsión económica de la población, aunque se cree que en menor medida que los militares. “Yo no creo que haya sido un éxito. La paz tiene que basarse en la justicia y en Aceh no ha habido justicia”, dice Andreas Harsono, investigador de Human Rights Watch (HRW). “Todavía hay muchas viudas que no saben dónde están sus maridos. Muchos hijos que no saben dónde están sus padres”, continúa.

El proceso de Helsinki centró toda su atención en las cuestiones políticas y económicas de la paz, pero apenas se preocupó de la rendición de cuentas. No obstante, el acuerdo sí que preveía la creación de dos instancias, un Tribunal de Derechos Humanos y una Comisión para la Verdad y la Reconciliación, que estaban encargados de dar respuesta a las frustraciones de las víctimas. Sin embargo, hoy en día, ninguna de las dos ha sido creada y la legislación que contempla la futura creación del Tribunal de Derechos Humanos estipula que su jurisdicción sólo podrá aplicarse a las violaciones cometidas a partir de 2006.

 

Sharia: ¿un regalo envenenado?

El nombre de Aceh suele asociarse generalmente a la dura aplicación de la sharia, o ley islámica, que se ha implantado paulatinamente durante los últimos años en la región. “Uno de los principales problemas en Aceh hoy en día es el celo con el que se aplica la sharia”, afima el analista Paul Rowland, quien explica que asuntos más importantes han quedado en segundo plano. “Besarse en público es más importante que la corrupción en sí”, continúa.

La sharia está prohibida por la Constitución de Indonesia, pero Aceh disfruta de una concesión especial desde 2001otorgada por la entonces presidenta Megawati Sukarnoputri como parte de las negociaciones de paz. Sin embargo, varios analistas han puesto en duda las intenciones de la presidenta al otorgar este privilegio, que no formaba parte de las reivindicaciones del GAM, y cuyo objetivo sería darle un matiz religioso al conflicto político y económico. “No estaban [el GAM] luchando para traer la sharia. Era una de sus últimas prioridades”, dice Rowland.

La aplicación de la ley islámica ha ido radicalizándose desde la firma de la paz y hoy los castigos con vara o los latigazos son castigos comunes a la ingesta de alcohol, las apuestas o la homosexualidad. “Tras el tsunami, muchos de los activistas fueron reclutados por las agencias y organizaciones que llegaron para la reconstrucción. Su hueco fue cubierto por ulemas [estudiosos de la ley islámica] conservadores”, explica Harsono de HRW. El trauma causado por el maremoto también ha podido ser un elemento determinante a la hora de desarrollar una mayor religiosidad y aceptar castigos más severos, añade Rowland.

Las principales afectadas han sido las mujeres, que han visto sus derechos reducidos poco a poco. Una de las medidas más recientes ha sido el toque de queda para las mujeres a partir de las 11 de la noche en Banda Aceh, la capital de la región. El alcalde de la ciudad defendió la ordenanza como una medida de seguridad para evitar violaciones y otro tipo de violencia sexual.

La ley es aplicable tanto a musulmanes como practicantes de otras religiones, por lo que las minorías religiosas son otro de los grupos más afectados. Así, una ley de octubre de 2007 limitó la construcción de edificios religiosos y permitió la destrucción de muchos ya existentes, principalmente cristianos. No obstante, aquellos crímenes incluidos en el código penal pueden ser juzgados por tribunales no religiosos si el acusado no es musulmán.

La cuestión es ahora cómo pueden afectar la falta de justicia y la implementación de la ley islámica al proceso de paz. “Yo creo que es una paz que durará en el tiempo. Pero aún hay problemas graves de gobernanza”, dice Rowland. “Nadie ha hecho siquiera una encuesta sobre si los acehneses quieren la sharia”.