“Si la economía mundial sigue igual, no hay esperanza para Haití”. Claro y muy directo se ha mostrado Asier Reino, fotógrafo y director del documental: Haití, tierra de esperanza, al hablar de la situación actual del país y el papel de la comunidad internacional, los políticos y las ONG.

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Fotograma del documental Haití, tierra de esperanza. Asier Reino

 

FP en español. ¿Por qué decidiste grabar un documental sobre Haití?

Asier Reino. Haití era el lugar más complicado, difícil y desagradable donde había estado. Lo visité por primera vez en 2004 y tras estar allí, decidí no volver nunca más. Mi visión era totalmente negativa. No había esperanza para el país. Sin embargo, años después la ONG Cesal me propuso un desafío: volver a Haití para comprobar que sí había esperanza.

Sin embargo, tras este último viaje, y después de haber grabado el documental, la existencia de la esperanza que la ONG me lanzó como anzuelo, reconozco que no me la llegué a creer del todo en ningún momento. Lo triste es que a día de hoy tampoco. Si que es verdad que algunas cosas están mejor, pero de eso a que haya esperanza para Haití… desde luego yo no lo afirmo. Ni para Haití ni para otros muchos países si la economía mundial sigue formulada tal y como lo está ahora.

FP.¿A qué te refieres con la economía mundial?

AR. Quiero decir que, por mucho que se pongan parches, la situación de la gente de estos países no va a mejorar con un sistema económico como el que impera en el mundo en la actualidad. Con la globalización actual y la dictadura de los mercados vamos a peor, también en el mal llamado mundo desarrollado. Y como no se quiere cambiar, para mi no hay esperanza. La calidad de vida de muchas personas en el mundo, cada vez más, es horrenda o inexistente, y la economía mundial no tiene como prioridad mejorarla. Más bien todo lo contrario. Se necesitan pobres para que haya ricos. La esperanza de Haití no es que mejore su PIB, sino que sus ciudadanos vivan mejor y no sean esclavos de unos gobiernos internacionales que fomentan la corrupción y la pobreza del país. Yo no niego categóricamente la esperanza, pero creo que ésta viene de desarmar todo el sistema económico que tenemos ahora. Habría futuro si nos replanteáramos que la vida no puede ser como la entendemos hoy y cambiáramos tanto el sistema como las relaciones entre países.

FP.¿Hacia dónde crees que va Haití?

AR. Por una parte creo que con el actual presidente, Michel Martelly, nos vamos a encontrar con unas características muy similares respecto a la gestión anterior. Creo que Haití tiene superada las dictaduras que sufrió en el pasado y por eso no creo que sea probable un nuevo golpe de Estado. Pero sí creo que con Martelly seguiremos con un gobierno títere de otros países como EE UU, en el que no va a primar la educación, la alimentación o el bienestar de su pueblo, sino las directrices marcadas por gobiernos extranjeros, al servicio de los mercados.

FP.¿Qué piensa el ciudadano de Haití de su Gobierno?

AR. La conciencia política no está dentro de la sociedad como en los países desarrollados, es más folclórica. No hay más que ver que ganó las elecciones un músico, más por ser conocido que por su programa político. Además, en las elecciones, al pueblo haitiano se le dio de lado, se ninguneó el resultado de la primera ronda, y se dió paso a la segunda vuelta al candidato designado por la comunidad internacional. Algo muy curioso es que nosotros intentamos entrevistar a Martelly antes de su toma de posesión para incluirlo en el documental, pero no lo conseguimos porque él estaba en EE UU. Es un tanto paradójico. Yo no digo que Martelly no vaya a hacer las cosas mejor que los anteriores, ojalá, pero no tengo mucha confianza en ello. La verdad es que el haitiano no confía en los políticos porque éstos no varían nada su vida.

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Asier Reino
Fotograma del documental Haití, tierra de esperanza

FP.¿Están preparados los haitianos para recuperarse?

AR. No sé qué pueblo está preparado. Para mí, estar preparado es darse cuenta de que te están engañando y el pueblo haitiano lo ha hecho o, al menos, ha avanzado en esta idea. Pero preparado para enfrentarse al sistema económico internacional que les deja a ellos sumidos en la pobreza, no creo ni que estemos listos nosotros.

FP.¿Ha surgido un nuevo Haití tras el terremoto?

AR. Sí, indudablemente, un Haití que toma más conciencia como pueblo. Antes, ellos no sabían que las decisiones que tomaban otros les podían influir tanto, realmente no eran conscientes de que algo les influyera, sólo se preocupaban por sobrevivir. Ahora saben que pueden hacer algo para cambiar su situación.

Los haitianos ven ahora más claro que la solución a su situación pasa por ellos. Por primera vez se han unido contra los políticos e, incluso, contra algunas ONG. Los ciudadanos se quejan de que ciertas organizaciones [es el país con el mayor número de organizaciones trabajando en el terreno] recaudan dinero de los Estados y ciudadanos extranjeros, que es mucho, pero que no les llega a ellos en la medida que les debería llegar.

Cada día se ven más iniciativas de haitianos, alternativas al trabajo de las ONG y los políticos. Hay líderes de opinión dentro de los campamentos y se están creando organizaciones de denuncia a la propia ayuda humanitaria.

FP.¿Cuáles crees que deben ser las prioridades de Haití?

AR. La depuración democrática. La creación de una conciencia social real que limpie la política para que los ciudadanos vean que su voto puede cambiar la sociedad; acabar con la corrupción  patrocinada desde fuera y crear un tejido productivo que realmente sirva para acercarse al autoabastecimiento de Haití como país y para mejorar la calidad de vida de sus gentes. Sería imprescindible hacer más competitivos sus productos. Algo que tiene muy complicado debido al proteccionismo de otros países extranjeros, que venden los suyos más baratos que los de los haitianos dentro de sus propias fronteras.

FP.¿Cuál es el papel de la comunidad internacional ahora?

AR. Cuando sucedió el terremoto muchos gobiernos prometieron enviar unas grandes ayudas que ahora, dos años después, todavía no han llegado [de todo lo que se prometió como mucho ha llegado el 15%.] Y todo esto porque no hay ningún organismo internacional que actúe como gestor de las ayudas y que supervise que las promesas, efectivamente, se cumplen. El dinero se pierde en burocracias internas, de los gobiernos y de las propias ONG, y en proyectos mal formulados y poco efectivos. Por ejemplo, había proyectos a medio y largo plazo financiados por la AECID que ahora se han desarmado o paralizado. El terremoto exigía un compromiso real a largo plazo y, como España, otros tantos países han bajado o retirado las ayudas.

La crítica más fuerte es que no se intentan arreglar las cosas, no existe un plan global, sino que todo se parchea, porque realmente, cambiarlas requiere un cambio mundial que no se quiere realizar. No tiene sentido que Haití pague una injusta deuda externa a los Estados que a su vez dicen estarle ayudando.

Es verdad que algunas ayudas recibidas han hecho bien. Pero otras muchas, las que iban a programas a largo plazo que ahora se han interrumpido, no han servido para nada. Ha sido, una vez más, malgastar el dinero. Si curas a un enfermo, pero no acabas con el cólera, seguramente volverá a enfermar por contagio. Hay familias y pueblos a los que les han mejorado las condiciones de vida. Parece obvio que esto es siempre mucho mejor que haber ignorado a Haití tras el terremoto y no haber hecho nada, porque entonces igual estarían peor…o no, porque igual se hubieran revelado; pero bueno, eso ya nunca lo sabremos. Yo creo que con la ayuda así planteada lo único que se consigue es perpetuar el sistema y sus injusticias, a base de parches.

FP.¿Cuáles son las lecciones aprendidas por los gobiernos extranjeros?

AR. Yo creo que nada. O sí. Han aprendido que de momento la cosa les sigue funcionando. Todo lo que ha pasado en el país entraba dentro del guión. Ellos sabían que no iban a acabar con la pobreza, ni siquiera con los campamentos. Asi que lo que han aprendido es que el sistema les funciona. En Haití todavía no ha habido una escalada de violencia en la que los haitianos digan: “hasta aquí hemos llegado”, así que por esa parte los farsantes gobiernos internacionales estarán satisfechos. La cosa funciona. El engaño sigue.

Hay muchas posibilidades de reconstruir Haití, pero hay que querer. Por ejemplo, se podrían aplicar políticas efectivas de reconstrucción urbanística con un planteamiento ordenado y no bajo el mismo caos con el que siempre se construyó allí. Se podrían crear  empresas de construcción que dieran empleo -la gente allí está deseando trabajar- a los haitianos y les ayudaran a levantar bien sus edificios y sus ciudades, sobre unos cimientos más lógicos, y no sobre las laderas, para que ante un nuevo corrimiento de tierras se vuelva a producir otra catástrofe. También se podría actuar contra la deforestación, los campos están machacados y no crece nada, es imposible trabajar la tierra. Se podría incidir en la educación, en la sanidad, en fin, en tantas cosas…Es verdad que todas estas medidas no se realizan en uno o dos años, pero se podría trabajar en ellas seriamente si hubiera una verdadera intención de cambiar las cosas. Se podrían y se deberian aplicar, sin ir más lejos, las técnicas y las politicas que se utilizan en otros países, en los desarrollados, para proteger a los ciudadanos. Pero proteger a los haitianos y mejorar realmente sus vidas no es una prioridad. Esa es la verdad.

 

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