Las tensiones entre Pekín y Taipéi han vuelto a dispararse en 2020 con las incertidumbres sobre qué rol tomará Estados Unidos en el futuro cercano.

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Un guardia taiwanés extiende la bandera en Taipéi, 2020. Chen Chiau-ge/picture alliance via Getty Images

Dieciséis cazas y dos bombardeos chinos violaron el espacio aéreo de Taiwán a mediados de septiembre. Esta exhibición de fuerza de la República Popular se interpretó como una protesta a la visita a la isla de Keith Krach —el subsecretario de Crecimiento Económico, Energía y Medio Ambiente de EE UU—. Un acto diplomático que Pekín consideró una afrenta a su soberanía ya que no hay que olvidar que considera a la isla como una provincia rebelde desde 1949.

De todas formas, la visita del alto cargo estadounidense fue solo un motivo más para realizar estas incursiones. La Fuerza Aérea del Ejército Popular de Liberación (EPL) ha realizado decenas de incursiones con sus aviones a lo largo de todo 2020 —solo a finales de septiembre se registraron 49 acciones de este tipo por aviones chinos—, a lo que Taipéi suele responder con el envío de sus propios interceptores.

Los motivos para este aumento de la tensión se basan en las malas relaciones entre Pekín y Taipéi desde 2016. Desde esa fecha, en la isla gobierna TsaiIng-wen, la líder del Partido Democrático Progresista (PDP), quien además revalidó mandato en enero de 2020. Esta formación apuesta por avanzar en la independencia de facto de Taiwán, una situación que genera enormes recelos entre el régimen comunista del continente, en especial si se diera una proclamación oficial de secesión.

“La declaración de independencia es la gran línea roja. Pekín reaccionaría seguro y quedaría por ver hasta qué punto EE UU actuaría también en consecuencia”, explica a esglobal Oriol Farrés, coordinador del Anuario Internacional CIDOB. Mientras que Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China y autor del libro Taiwán. Una crisis en gestación, cree que “es un gesto solemne que no tiene ninguna trascendencia práctica porque de facto Taiwán ya es independiente”.

Así que, pese a que la declaración de independencia parece un escenario lejano o poco probable, estas premisas parecen no calmar el ruido de sables que viene desde Pekín. Como señala a esglobal Xulio Ríos, “el problema es que el Partido Comunista Chino (PCCh) no se imagina que la modernización del país culmine sin la reunificación con Taiwán, como ya hicieron con Macao y Hong Kong”.

Ríos también habla de otra cuestión política cadente en Taiwán que, de culminarse, disgustaría a la República Popular y dibujaría un nuevo escenario, como sería “un cambio en la Constitución que indicara que el territorio de Taiwán se circunscribe únicamente a la isla de Formosa y el resto de los archipiélagos que ahora controla”. Conviene matizar este punto. No hay que olvidar que Taiwán es el territorio heredero de la China de Chiang Kai-shek. La Carta Magna taiwanesa es la que estuvo en vigor en el todo el país hasta 1949, fecha del triunfo comunista y de la separación entre la isla de Formosa y el continente. Es decir, esta Constitución no contempla que la isla sea un territorio independiente. Al fin y al cabo, Taipéi aspiró durante los años 50 y 60 a derrocar al gobierno de Pekín y a reinstaurar un régimen nacionalista en China. Los sectores más pro independencia del PDP quieren cambiar la Constitución para que deje claro que el territorio bajo soberanía de Taiwán se refiere a la isla de Formosa y el resto de archipiélagos que controla Taipéi. Esta idea sería una ruptura con el concepto de "una sola China", una idea que en el continente defiende el PCCh, y que el KMT defiende a su manera, ya que no quiere renunciar a los viejos vínculos con el continente.

 

Más allá de las líneas rojas: posibles escenarios

Por supuesto, no hay que olvidar al otro gran actor en el Estrecho de Taiwán: Estados Unidos. En el contexto de 2020, los buques de guerra de la US Navy han pasado periódicamente por estas aguas en una forma de contrarrestar las exhibiciones de fuerza de la República Popular y remarcar el apoyo de Washington a Taipéi.

El Pentágono se toma en serio un posible conflicto en el Estrecho de Formosa y ha dibujado cuatro posibles escenarios de futuro en su reciente informe al Congreso de EE UU sobre el poder militar de China. Estos contextos hipotéticos son: un bloqueo marítimo y aéreo, uso limitado de la fuerza en operaciones contra líderes e infraestructuras claves taiwanesas, campaña de ataques aéreos y con misiles y, por último, una invasión anfibia en toda regla.

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Una protesta contra Pekín en Taipéi. Chen Chiau-ge/picture alliance via Getty Images

Pese a barajarlo como una opción, el informe del Pentágono contempla el último escenario (el gran asalto anfibio) como el menos probable. Considera que el entorno bélico sería muy difícil de gestionar para el EPL, a la dificultad de combatir en las playas habría que sumar el combate urbano y posibles acciones insurgentes de los defensores. Además de los costes humanos y militares para China, los militares de EE UU ponen de manifiesto en su documento que una operación de esta envergadura tendría otras cargas para Pekín “porque podría galvanizar el sentimiento independentista en Taiwán y generar una oposición internacional”.

Farrés se manifiesta en una línea parecida a estas conclusiones del Pentágono. El especialista del CIDOB cree que “las implicaciones de una posible invasión superan en mucho las ganancias en el escenario actual. El coste sería muy elevado, no está claro el desenlace de la operación —Taiwán podría repeler el ataque— y el mensaje que lanzaría Pekín resonaría negativamente en toda la región”. Por ejemplo, otros países con contenciosos territoriales con China —como Vietnam o Filipinas— se sentirían claramente amenazados por el uso de la fuerza militar.

También añade que ve todos los movimientos militares en la zona “como un resorte de presión y gesticulación de las diversas partes implicadas; se lanzan mensajes en una guerra de nervios”, aunque reconoce que “el riesgo de un incidente es muy alto, cuestión que sí debe preocupar a todo el mundo”.

Por su parte, Xulio Ríos matiza estos escenarios que descartan un gran enfrentamiento: “yo no sé si hoy en día una operación así se haría con infantes de marina o con hackers”. Considera que China tiene otros mecanismos de presión para lograr el sometimiento de Taiwán como “bloqueo económico de la isla, paralizar su sistema financiero, dificultar los suministros básicos…”.

Aunque la opción de una invasión anfibia china inmediata no se contemple por los expertos, para el director del Observatorio de la Política China el riesgo de conflicto es elevado: “no es imposible que en esta década pueda pasar algo realmente grave en el Estrecho de Taiwán”.

De hecho y respecto a otros contenciosos territoriales que Pekín mantiene con sus vecinos, Ríos hace la siguiente comparación “para mí es el asunto más tenso que en el mar del Sur de China —donde hay muchos actores y todos andan con más cuidado—. Pero en el tema de Taiwán, es una cuestión muy sensible, no hay sueño político chino que no incluya a la isla”.

Incluso este experto considera que “Taiwán no está para muchos en la agenda global y debería estar. Europa está totalmente ausente en este asunto y su política exterior debería estar más presente, proponiendo políticas colaborativas para evitar un incidente grave”. ¿Cuál sería el factor que podría hacer elevar la tensión a cuotas realmente peligrosas? “El principal peligro es que se instale en Pekín la idea de que la unificación por la vía pacífica es totalmente imposible”, apunta Xulio Ríos.

Para acabar de comprender la creciente tensión militar en 2020, no hay que olvidar la cuestión del coronavirus y cómo a China le puede interesar distraer la atención de su población. “En tiempos de tensiones domésticas, Pekín siempre ha recurrido a Taiwán como chivo expiatorio”, explica a esglobal Bruce Elleman, profesor del US Naval War College y autor del libro Taiwan Straits. Crisis in Asia and the role of the US Navy. Además, recuerda otros casos como “la crisis del Estrecho de Taiwán de 1958 en pleno Gran Salto Adelante o las tensiones de 1962 que se produjeron a la vez que la Gran Hambruna”.

 

Crisis periódicas en el Estrecho

Tal y como afirma Elleman, durante los años 50 y 60 China amenazó varias veces con una invasión a Taiwán en momentos de tensión dentro del marco de la Guerra Fría. “Pero la Séptima Flota de EE UU siempre disuadía de cualquier acción militar de envergadura por parte de Pekín”, recuerda el profesor estadounidense. Incluso, tras la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y China, hubo otro momento de tensión entre 1995 y 1996 que se zanjó de nuevo con un gran despliegue naval estadounidense que intimidó a una armada china no tan modernizada como la actual.

Para Elleman, “la República Popular está siguiendo la misma estrategia coercitiva que en décadas pasadas, pero tampoco funcionará ahora”. Sí que ve diferencia en el rol estadounidense para intervenir en la región, “ahora Washington depende más de sus aliados, en especial, en el cuarteto que forma con Australia, India y Japón”. También recuerda que Taiwán en la Guerra Fría era también una dictadura, pero “ahora es una democracia consolidada que conseguiría apoyo internacional”.

Con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, se abre el debate de qué rol puede tener EE UU en el Estrecho en los próximos años. El período de Donald Trump se ha caracterizado por un aumento de la tensión con China y un incremento de los lazos diplomáticos y militares (venta de armas, en especial) entre Washington y Taipéi. Pero, como recuerda Oriol Farrés, el futuro presidente demócrata “posiblemente propugnará volver a la política tradicional estadounidense de ambigüedad, destinada a mantener el statu quo y que ninguno de los dos actores (China o Taiwán) pueda tomar la iniciativa y empujar a EE UU a intervenir”.

Xulio Ríos también cree que la nueva administración optará por calmar las aguas, “es la posición tradicional de los demócratas con Taiwán”. Aunque resalta que, en la campaña, “el partido de Biden por primera vez no hizo ninguna mención a la política de una sola China, aunque era un gesto forzado por el tirón de Trump en la isla y así no parecía que los demócratas eran unos blandos frente a Pekín”.

Los expertos consultados no ven una solución a corto plazo. “La única posibilidad de que China renuncie a Taiwán es que el régimen comunista se democratice, y que así las dos partes acuerden un referéndum que altere esa situación que hoy es muy compleja”, indica Ríos. Por su parte, Farrés señala que “la deriva nacionalista y autoritaria de Pekín aleja de momento la posibilidad de un acuerdo”.