Con respecto al artículo de Rafael Moreno ‘Honduras: purga, bloqueo o intervención’ (publicado en la página web de FP EDICIÓN ESPAÑOLA: www. fp-es.org), me gustaría señalar que el golpe de Estado sucedido en ese país centroamericano ha generado un repudio internacional unánime. Todas las organizaciones regionales de las Américas condenaron la asonada. La Asamblea General de las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos fueron categóricas: el derrocamiento de Zelaya es una interrupción del orden constitucional y debe ser revertido.

La crisis hondureña demuestra que la Carta Democrática Interamericana debe mejorarse para que la OEA pueda actuar tempranamente ante alteraciones del orden constitucional.

A propósito de la crisis hondureña de los últimos días, algunos comentaristas se empeñan en justificar el golpe de Estado y recomendar al presidente Obama una complicidad con los golpistas que arruinaría la buena imagen de que goza en la región. En el Wall Street Journal, Mary Anastasia O’Grady afirmó que los militares son los verdaderos demócratas. O’Grady debería leer al coronel golpista Herbert Inestroza explicar como la cúpula castrense decidió por cuenta propia expulsar al presidente Zelaya. “Los militares hondureños que derrotaron la subversión en los 80” –dijo Inestroza– “no pueden vivir bajo un Gobierno de izquierda”.

Carlos Alberto Montaner cuenta en El Nuevo Herald de Miami que en Honduras no hubo “exactamente un golpe”. La tanqueta en el palacio presidencial y los militares en el aeropuerto son decoración. Este domingo asesinaron a partidarios del presidente depuesto. Quizás Montaner pueda explicar por qué los militares falsificaron una carta de renuncia de Zelaya si estaban actuando por mandato constitucional. Huele a cuartelazo, camina como cuartelazo, suena como cuartelazo.

Para justificar su complicidad, Montaner estrenó la tesis del “golpe de Estado humanitario a posteriori”. Según esa lógica el golpe debe respetarse para evitar “un baño de sangre”. Pero Zelaya Rosales fue elegido por un periodo presidencial que termina en enero de 2010.

Los militares hondureños deben acatar la constitucionalidad y los partidarios civiles del golpe irse a dormir como lo hicieron el sábado anterior al secuestro de Zelaya. Si la comunidad panamericana decidiera intervenir sería, desde el punto de vista militar, una cirugía de mínimo acceso. Los golpistas saben la diferencia entre sacar un presidente en pijama y disparar contra comandos. Si hay “baño de sangre”, será responsabilidad entera de los que violaron la Constitución.

Si Zelaya ignoró el balance de poderes del Estado, es una cuestión a resolver legalmente. La hora de los sables acabó. Promover la democracia es más que derrotar a los golpistas. La OEA debe adoptar mecanismos preventivos para evitar polarizaciones como la hondureña. Los referendos no son sustitutos de la búsqueda de consensos y compromisos a través de las instituciones y la separación de poderes. Como ha dicho el presidente de Brasil, Lula Da Silva, la democracia participativa debe complementar, no socavar, la representativa.

Pero todo a su tiempo. Lo primero es restaurar al presidente de Honduras con el cual ese diálogo es legítimo, Manuel Zelaya Rosales. Es la debida secuencia.

  • ARTURO LÓPEZ LEVY
    Investigador asociado, Escuela Josef Korbel de Estudios Internacionales,
    Universidad de Denver, EE UU