hong kong

En los 80, el líder chino Deng Xiaoping propuso la idea de “un país, dos sistemas” para recuperar Hong Kong que estaba bajo control británico. Aunque oficialmente formara parte de la República Popular, se permitiría a la ciudad que conservase un sistema político y económico propio, más abierto.

La situación ha funcionado más o menos bien desde la entrega oficial a China, en 1997, pero, desde hace un tiempo, el futuro del acuerdo está en tela de juicio. A principios de 2012, los habitantes de Hong Kong salieron a la calle a protestar por los comentarios de un destacado profesor chino que les había llamado “perros” y había dicho que seguían teniendo mentalidad colonial. La frase la pronunció después de que se hiciera público un sondeo de la Universidad de Hong Kong según el cual solo el 16,6% de los residentes se identifican como chinos; la cifra más baja desde 1997.

En los últimos años, las tensiones entre la ciudad y el resto del país han adquirido un desagradable tono nacionalista. Los habitantes de Hong Kong, a veces, llaman a los visitantes chinos “langostas” y se quejan de la costumbre del turismo de embarazadas, que consiste en que madres procedentes de la China continental van a dar a luz allí para que sus hijos dispongan de los codiciados permisos de residencia. Un incidente que se convirtió en todo un símbolo después de que un vídeo grabado con un móvil mostrara a unos pasajeros en un metro de Hong Kong que regañaban a una mujer china por permitir que su hija comiera en uno de los trenes. La discusión se volvió tan acalorada que uno de los pasajeros tiró del freno de emergencia para llamar a las autoridades.

Todo ello ha desembocado en la situación surgida cuando Hong Kong estalló por un plan de educación moral y nacional para los colegios, anunciado por el máximo responsable del Gobierno de la ciudad Estado, nombrado por Pekín. Se pretendía que el nuevo modelo de estudios fomentara el patriotismo chino, pero muchos habitantes de Hong Kong lo consideraron un método para lavar el cerebro a sus hijos y bajar el nivel de sus escuelas, que están consideradas entre las mejores del mundo. Ciudadanos indignados, unas 100.000 personas según los organizadores y 27.500 de acuerdo a los datos de la policía, salieron a la calle en septiembre, incluso después de que el Gobierno retrocediera y retirase el plan. Es significativo que en las manifestaciones contra China los residentes hayan empezado a ondear la vieja bandera de la época colonial.

Durante el último año, el ruido de sables de Pekín en el Mar del Sur de China se ha convertido en una gran preocupación. Pero quizá deberíamos prestar más atención a lo que está sucediendo en el patio trasero del propio país.