La croisade s’amuse
(La cruzada se divierte)

Jul, 47 páginas,
Albin Michel, París,
Francia, 2006 (en francés)


Washington, una noche de cuarto menguante. En un barrio a oscuras, el Pentágono impera rodeado por los neones de decenas de Mc Donald’s. George Bush arenga a una curia de militares, diplomáticos y Condoleezzas, delante de un mapamundi dividido en el Eje del Bien, el Eje del Mal, el Eje del no está mal y el Eje del esto podría ir mejor. Para lanzar la cruzada de defensa de Occidente, en pleno arrebato místico, Bush pide una oración a los congregados. La élite reunida sólo rezará por los dólares, el petróleo y alguna playmate rolliza. Emocionado, el presidente ojijunto lanza la cruzada contra Terroristán, tierra imaginaria de peligrosos moros, por supuesto, asesinos.

Ese será el único momento puramente religioso del cómic que en estos momentos hace furor en círculos ilustrados de Francia, titulado La croisade s’amuse (La cruzada se divierte). El autor, Jul, estrella ascendente del mundo parisino del cómic y la caricatura de prensa, firma así uno de los libros más delirantes, absurdos e ingeniosos que se hayan publicado hasta la fecha sobre el sombrío período histórico que se abrió con el 11 de septiembre de 2001 y empieza a dar el último respingo con el lodazal afgano e iraquí de 2006.

El mismísimo título de este libro de 48 planchas lleva la huella del soberbio parisianismo de la obra. De imposible traducción, La croisade s’amuse hace alusión al título que tuvo en su día, en francés, la serie estadounidense conocida en nuestras latitudes como Vacaciones en el Mar, y en las Galias como La croisière s’amuse. La diferencia entre croisière (crucero) y croisade (cruzada) es de sólo cuatro letras. Pero ésta se hace enorme si se piensa en la distancia que separa a los dos mundos. De un lado, el microcosmos parisino, la intelligentsia parisienne hoy más conocida con el apodo de bobocratie (contracción de bourgeois bohème, que significa burgués bohemio), que hasta la fecha ha escapado al hiperterrorismo; del otro, el resto de países occidentales y orientales que saben en carne propia que, si hay cruzada, el resultado son vísceras y sangre en vías de trenes de cercanías, metros, autobuses, oficinas de alto standing, discotecas y aledaños de zonas verdes en tierra bajo ocupación.

Años luz separan el enfoque jocoso y neoinfantilista de Jul, del que predomina en el otro gran cómic publicado sobre este tema recientemente, la obra de los estadounidenses Ernie Colon y Sid Jacobson con un guión escrito nada más y nada menos que por la Comisión de Investigación sobre el 11-S. A partir de las conclusiones de ésta, los dos experimentados y ancianos dibujantes intentan poner al alcance del norteamericano de a pie cientos de páginas documentadas sobre cómo y por qué fue posible una salvajada como la del 11-S. Un esfuerzo que constituye los cimientos de la obra que planean para dentro de unos meses: otro cómic, esta vez sobre América en guerra. Criticable, sin duda menos divertida que la obra de Jul, pero documentada.

Imposible criticar La croisade s’amuse de Jul, porque no hay nada documentado en la obra. La simpática familia Bin Laden vive con un modosito estilo de vida de clase media en un barrio periférico de Bagbul. Papá Bin Laden es algo así como un honesto funcionario cuyo trabajo consiste en destruir Occidente en horarios de oficina. Al llegar a casa, si el teléfono suena es porque el mulá Omar o Kim Jong II llaman a la familia Bin Laden para hacer alguna de sus bromas formidables. Por ejemplo, la que consiste en preguntar : "¿Cuál es la diferencia entre una rubia y un kamikaze?". Para responder: "Pues que la rubia deja que le den por… mientras que el kamikaze da por…".

En la misma tesitura, la esposa de Bin Laden, con el burka puesto, lleva un diario íntimo, hilo conductor del cómic, en el que relata sus temores por la azarosa vida de su esposo. La señora se ocupa bien de los niños, va a comer a un fast food con sus amigas, tragándose cuidadosamente las patatas fritas una a una a través de la celosía bordada en plena jeta por el burka, y hace sus compras coquetas en las galerías Al Fayette, que no Lafayette, como las que hay en París.

Si en la casa de los Bin Laden hay, según el particular relato de Jul, ántrax y material para la fabricación de bombas, lo más peligroso a juicio del autor es un zulo en el que está escondida la sede de la redacción de Le Monde Diplomatique, antro del altermundialismo con foto de Fidel Castro incluida. Un detalle que delata la filiación de Jul, autor hace unos meses de Il faut tuer José Bové (Hay que matar a José Bobé) y recientemente de Da Vinci Digicode (El digicódigo Da Vinci), dibujante de la revista satírica Charlie Hebdo que se lleva a matar con la gente de Ignacio Ramonet.

El tebeo de Jul, fuente de una hora de lectura francamente agradable y minutos de ingenio que provocan risa sardónica, se está vendiendo como panecillos calientes: 50.000 ejemplares circulan de mano en mano, cifra considerable en el mundo del cómic. Pero lo que circula es un terrible señuelo, porque so pretexto de broma y chiste, la obra esquiva en todo momento los puntos inquietantes de la guerra en la que anda enzarzado el planeta.

Para Jul, George Bush es estúpido y punto. No es el representante de una peligrosa deriva dinástica y petro-plutocrática de Estados Unidos, sino que es simplemente tonto de remate. Las guerras habidas y por haber en el Gran Oriente Medio no dejan muertos. Ni uno sólo se ve en las viñetas. El propio autor reconoce, hablando sobre su obra, que él es un "gran angustiado" y que dibujar en tono cómico e ingenuo un tema tan enorme como la posible guerra de civilizaciones cumple función de catarsis sin sacrificio.

El cómic, que salió casi en paralelo a la polémica sobre las caricaturas de Mahoma en la prensa occidental, ha escapado de ella. El autor, dibujante de las revistas satíricas L’Écho des Savanes —coeditor de La croisade s’amuse— y Charlie Hebdo, además de diarios como L’Humanité, lo agradece. Pero eso no exonera a su obra de traducir el peculiar momento que atraviesa Francia y su élite, a la que Jul pertenece. Después de haber sido, sin lugar a dudas, el Estado que planteó buenas preguntas acerca de la estrategia post
11-S, parece encaminado a convertirse en el país que va a esquivar más respuestas y negar tozudamente su pasado reciente.

Mientras el cómic sigue presentando a Francia como el país que resistió a George Bush, para regocijo de la bobocratie en veladas parisinas, la realidad ha evolucionado sustancialmente. Francia ha aceptado todos los controles portuarios impuestos por Estados Unidos y se ha convertido en la ciudad que acoge el cuartel general de Alliance Base, centro operativo conjunto de Occidente para operaciones antiterroristas secretas. En Francia, unos 250 detenidos por terrorismo están fuera del marco jurídico convencional y su Justicia ha desestimado investigar sobre las cárceles y vuelos secretos de la CIA.

En La croisade s’amuse, la esposa de Bin Laden de compras luce el lema porque yo lo valgo, eslogan de la firma L’Oréal mundialmente difundido por la modelo Claudia Schiffer hace ahora un lustro. En el reino de los ciegos, quizá la mujer del líder de Al Qaeda sea la Schiffer. En el de los tuertos, es decir, el del mulá Omar, o sea, el nuestro, probablemente no. Por cierto, ¿una mujer con burka tiene derecho a escribir un diario íntimo?

Humor contra las cruzadas.
Andrés Pérez


La croisade s’amuse
(La cruzada se divierte)

Jul, 47 páginas,
Albin Michel, París,
Francia, 2006 (en francés)


Washington, una noche de cuarto menguante. En un barrio a oscuras, el Pentágono impera rodeado por los neones de decenas de Mc Donald’s. George Bush arenga a una curia de militares, diplomáticos y Condoleezzas, delante de un mapamundi dividido en el Eje del Bien, el Eje del Mal, el Eje del no está mal y el Eje del esto podría ir mejor. Para lanzar la cruzada de defensa de Occidente, en pleno arrebato místico, Bush pide una oración a los congregados. La élite reunida sólo rezará por los dólares, el petróleo y alguna playmate rolliza. Emocionado, el presidente ojijunto lanza la cruzada contra Terroristán, tierra imaginaria de peligrosos moros, por supuesto, asesinos.

Ese será el único momento puramente religioso del cómic que en estos momentos hace furor en círculos ilustrados de Francia, titulado La croisade s’amuse (La cruzada se divierte). El autor, Jul, estrella ascendente del mundo parisino del cómic y la caricatura de prensa, firma así uno de los libros más delirantes, absurdos e ingeniosos que se hayan publicado hasta la fecha sobre el sombrío período histórico que se abrió con el 11 de septiembre de 2001 y empieza a dar el último respingo con el lodazal afgano e iraquí de 2006.

El mismísimo título de este libro de 48 planchas lleva la huella del soberbio parisianismo de la obra. De imposible traducción, La croisade s’amuse hace alusión al título que tuvo en su día, en francés, la serie estadounidense conocida en nuestras latitudes como Vacaciones en el Mar, y en las Galias como La croisière s’amuse. La diferencia entre croisière (crucero) y croisade (cruzada) es de sólo cuatro letras. Pero ésta se hace enorme si se piensa en la distancia que separa a los dos mundos. De un lado, el microcosmos parisino, la intelligentsia parisienne hoy más conocida con el apodo de bobocratie (contracción de bourgeois bohème, que significa burgués bohemio), que hasta la fecha ha escapado al hiperterrorismo; del otro, el resto de países occidentales y orientales que saben en carne propia que, si hay cruzada, el resultado son vísceras y sangre en vías de trenes de cercanías, metros, autobuses, oficinas de alto standing, discotecas y aledaños de zonas verdes en tierra bajo ocupación.

Años luz separan el enfoque jocoso y neoinfantilista de Jul, del que predomina en el otro gran cómic publicado sobre este tema recientemente, la obra de los estadounidenses Ernie Colon y Sid Jacobson con un guión escrito nada más y nada menos que por la Comisión de Investigación sobre el 11-S. A partir de las conclusiones de ésta, los dos experimentados y ancianos dibujantes intentan poner al alcance del norteamericano de a pie cientos de páginas documentadas sobre cómo y por qué fue posible una salvajada como la del 11-S. Un esfuerzo que constituye los cimientos de la obra que planean para dentro de unos meses: otro cómic, esta vez sobre América en guerra. Criticable, sin duda menos divertida que la obra de Jul, pero documentada.

Imposible criticar La croisade s’amuse de Jul, porque no hay nada documentado en la obra. La simpática familia Bin Laden vive con un modosito estilo de vida de clase media en un barrio periférico de Bagbul. Papá Bin Laden es algo así como un honesto funcionario cuyo trabajo consiste en destruir Occidente en horarios de oficina. Al llegar a casa, si el teléfono suena es porque el mulá Omar o Kim Jong II llaman a la familia Bin Laden para hacer alguna de sus bromas formidables. Por ejemplo, la que consiste en preguntar : "¿Cuál es la diferencia entre una rubia y un kamikaze?". Para responder: "Pues que la rubia deja que le den por… mientras que el kamikaze da por…".

En la misma tesitura, la esposa de Bin Laden, con el burka puesto, lleva un diario íntimo, hilo conductor del cómic, en el que relata sus temores por la azarosa vida de su esposo. La señora se ocupa bien de los niños, va a comer a un fast food con sus amigas, tragándose cuidadosamente las patatas fritas una a una a través de la celosía bordada en plena jeta por el burka, y hace sus compras coquetas en las galerías Al Fayette, que no Lafayette, como las que hay en París.

Si en la casa de los Bin Laden hay, según el particular relato de Jul, ántrax y material para la fabricación de bombas, lo más peligroso a juicio del autor es un zulo en el que está escondida la sede de la redacción de Le Monde Diplomatique, antro del altermundialismo con foto de Fidel Castro incluida. Un detalle que delata la filiación de Jul, autor hace unos meses de Il faut tuer José Bové (Hay que matar a José Bobé) y recientemente de Da Vinci Digicode (El digicódigo Da Vinci), dibujante de la revista satírica Charlie Hebdo que se lleva a matar con la gente de Ignacio Ramonet.

El tebeo de Jul, fuente de una hora de lectura francamente agradable y minutos de ingenio que provocan risa sardónica, se está vendiendo como panecillos calientes: 50.000 ejemplares circulan de mano en mano, cifra considerable en el mundo del cómic. Pero lo que circula es un terrible señuelo, porque so pretexto de broma y chiste, la obra esquiva en todo momento los puntos inquietantes de la guerra en la que anda enzarzado el planeta.

Para Jul, George Bush es estúpido y punto. No es el representante de una peligrosa deriva dinástica y petro-plutocrática de Estados Unidos, sino que es simplemente tonto de remate. Las guerras habidas y por haber en el Gran Oriente Medio no dejan muertos. Ni uno sólo se ve en las viñetas. El propio autor reconoce, hablando sobre su obra, que él es un "gran angustiado" y que dibujar en tono cómico e ingenuo un tema tan enorme como la posible guerra de civilizaciones cumple función de catarsis sin sacrificio.

El cómic, que salió casi en paralelo a la polémica sobre las caricaturas de Mahoma en la prensa occidental, ha escapado de ella. El autor, dibujante de las revistas satíricas L’Écho des Savanes —coeditor de La croisade s’amuse— y Charlie Hebdo, además de diarios como L’Humanité, lo agradece. Pero eso no exonera a su obra de traducir el peculiar momento que atraviesa Francia y su élite, a la que Jul pertenece. Después de haber sido, sin lugar a dudas, el Estado que planteó buenas preguntas acerca de la estrategia post
11-S, parece encaminado a convertirse en el país que va a esquivar más respuestas y negar tozudamente su pasado reciente.

Mientras el cómic sigue presentando a Francia como el país que resistió a George Bush, para regocijo de la bobocratie en veladas parisinas, la realidad ha evolucionado sustancialmente. Francia ha aceptado todos los controles portuarios impuestos por Estados Unidos y se ha convertido en la ciudad que acoge el cuartel general de Alliance Base, centro operativo conjunto de Occidente para operaciones antiterroristas secretas. En Francia, unos 250 detenidos por terrorismo están fuera del marco jurídico convencional y su Justicia ha desestimado investigar sobre las cárceles y vuelos secretos de la CIA.

En La croisade s’amuse, la esposa de Bin Laden de compras luce el lema porque yo lo valgo, eslogan de la firma L’Oréal mundialmente difundido por la modelo Claudia Schiffer hace ahora un lustro. En el reino de los ciegos, quizá la mujer del líder de Al Qaeda sea la Schiffer. En el de los tuertos, es decir, el del mulá Omar, o sea, el nuestro, probablemente no. Por cierto, ¿una mujer con burka tiene derecho a escribir un diario íntimo?

Andrés Pérez es periodista e investigador independiente en Francia.