Seguidores del partido Bhartiya Janata en India. (Diptendu Dutta/AFP/Getty Images)

Ambos países han sido dos grandes ejemplos de integración cultural y democrática, pero ahora sus Congresos Nacionales se enfrentan a numerosos retos. ¿Serán capaces de afrontarlos?

El pasado 30 de marzo el presidente de Suráfrica, Jacob Zuma, llevó a cabo una profunda crisis de gobierno en su gabinete que acabó con la destitución de, entre otros, el ministro de Finanzas, Parvin Gordhan, el más respetado y popular del Ejecutivo. A él se le otorgaba el mérito de haber devuelto al país a la senda del crecimiento económico. Además, se valoraba su imagen firme ante las acusaciones de clientelismo y corrupción que asolan a los que gobiernan junto a Zuma y sus aliados dentro del Congreso Nacional Africano (CNA). La destitución de Gordhan, anunciada por sorpresa y sin consultas internas previas, ha derivado en una profunda crisis interna dentro del CNA que amenaza con acabar con el derrocamiento del propio Zuma.

Unas semanas antes, en India se dieron a conocer los resultados de las elecciones regionales en Uttar Pradesh, el estado más poblado. Por enésima vez desde 2014, el Congreso Nacional Indio (CNI), junto a sus aliados regionales, volvió a perder unas elecciones contra el Bharatiya Janata Party (BJP) del primer ministro, Narendra Modi. Este resultado acerca más al BJP a la mayoría absoluta en la Cámara Alta, lo cual, unido a la mayoría que ya posee en la Cámara Baja y al control de un significativo número de gobiernos regionales, les otorga a los hinduistas una hegemonía casi absoluta del poder político y sume al CNI en una profunda crisis existencial.

Paralelismos en las crisis de los dos partidos

Las historias poscoloniales de India y Suráfrica no se entienden sin el liderazgo político que han ejercido los Congresos Nacionales Indio y Africano y sus figuras históricas como Mahatma Gandhi, Jawaharlal Nehru o Nelson Mandela. Existen claras coincidencias entre las crisis que afectan al Congreso Nacional Indio y al Africano actualmente y que se derivan de tres causas compartidas: la lacra de la corrupción, el anquilosamiento de las estructuras del partido y la pérdida de apoyos entre la población joven.

Las acusaciones de corrupción han sido una de las causas más recientes y detonantes directas del malestar público contra ambos partidos. En Suráfrica el Gobierno del CNA se ha visto involucrado en importantes casos de corrupción en la última década; algunos de los más graves afectan, directamente, al propio Zuma. En 1999, cuando todavía era vicepresidente, Zuma fue acusado, y uno de sus asesores encarcelado, por fraude y tráfico de influencias en un negocio de venta de armas valorado en 4.500 millones de euros. En 2014 fue desvelado que Zuma había reformado su casa privada con dinero público por un valor de 21 millones de euros. Por último, la estrecha relación entre el presidente y el poderoso conglomerado empresarial Gupta le ha costado una acusación por parte del Ombudsman surafricano de fomentar el capitalismo clientelista.

En el caso de India, el último Gobierno del CNI (2005-2014) se vio envuelto en varios casos de corrupción. El mayor de ellos, relacionado con la adjudicación de contratos para la explotación de minas de carbón por valor de 26.000 millones de euros, afectó directamente al entonces primer ministro, Manmohan Singh. El hartazgo popular contra la corrupción devino en la irrupción en 2011 de un movimiento cívico que encontró un eco masivo entre la población.

La segunda causa del declive de los Congresos Nacionales Indio y Africano es de corte estructural y va unida a la desestabilización del complejo ecosistema de consensos internos que gobierna a ambos partidos. Los dos se caracterizan por haberse construido sobre una amplia base de apoyo popular, proveniente de la lucha contra el apartheid en el caso del CNA y contra el Imperio Británico en el del CNI. Internamente, ambos partidos se caracterizan por un sistema en el que conviven distintas facciones ideológicas que operan bajo un sistema de negociación interna basada en el consenso. Esa capacidad para integrar agendas políticas divergentes dentro de una misma estructura partidista servía, primero, para preservar el apoyo de una amplia mayoría social y, segundo, para integrar y reflejar mejor las distintas inquietudes y realidades sociales del país.

Seguidores y miembros de la oposición miran
en la pantalla la moción de censura contra el presidente Zuma en Johannesburgo, Suráfirca. (Gianluigi Guercia/AFP/Getty Images)

En el caso del Congreso Nacional Indio, en la década de los 70 Indira Gandhi, ante su debilidad como líder, decidió centralizar el sistema de toma de decisiones del partido y adoptar un modelo más personalista. Esto condujo a la consolidación de la dinastía Gandhi –tras Indira vinieron Rajiv, Sonia y ahora Rahul– como líderes absolutos del partido, pero también a la disolución del sistema de equilibrios y consensos internos entre las distintas facciones. El resultado de dicho desequilibrio ha sido la escisión de varias de esas facciones, que han acabado formando otros partidos, particularmente en el ámbito regional, la pérdida de los tradicionales y efectivos conductos de comunicación entre la esfera local y el aparato central y, por último, la incapacidad de los cuadros medios para apartar a líderes de la dinastía Gandhi que, como Rahul, poseen poco carisma y atractivo electoral.

De manera similar a la experiencia histórica del CNI, Jacob Zuma ha intentado, frente a los cuestionamientos internos, consolidar su liderazgo imponiendo a sus aliados en posiciones clave dentro del CNA, perturbando así el equilibrio de poder entre las distintas facciones del partido. La destitución de Gordhan debe ser vista desde la perspectiva de la lucha por el poder y por el liderazgo del partido en el próximo congreso, que se celebrará a finales de 2017. El autoritarismo interno de Zuma ya ha tenido consecuencias, como la salida del excéntrico, pero carismático exlíder de las juventudes del partido, Julius Malema, que ha fundado su propio grupo político, el Economic Freedom Fighters (EFF).

La tercera y última causa que explica el declive de ambos partidos es la pérdida del voto joven. En el caso de India alrededor de 150 millones de jóvenes votaron por primera vez en 2014. A pesar de que la economía creció de media durante el período 2005-2014 al 7,6%, la falta de oportunidades profesionales para los jóvenes cualificados mermó el atractivo electoral del CNI. Al mismo tiempo, el movimiento contra la corrupción devino en la creación de un nuevo partido regeneracionista, el Aam Aadmi Party, que también sedujo a muchos votantes jóvenes. En Suráfrica, la combinación de una alta tasa de desempleo juvenil que ronda el 65,5% y el auge del partido del joven Malema, el ya mencionado EFF, ha comenzado a mermar el interés por el CNA entre ese sector demográfico. Además, los dos partidos tradicionales se ven afectados por un proceso de distanciamiento histórico: su narrativa política como banderas de la lucha contra el colonialismo y el apartheid encuentra un menor eco entre el electorado joven que no vivió esos períodos.

El resultado de la combinación de todas estas causas ha sido un declive importante del atractivo electoral de ambos partidos desde 2014. En el caso del Congreso Nacional Indio la pérdida de votos y de presencia institucional no es sólo masiva, sino que además no hay visos de que pueda revertir la situación a corto plazo. El auge del BJP bajo el mandato de Modi ha llegado a tal punto que ha comenzado a reemplazar al CNI como partido hegemónico y de amplia base popular. En el caso del Congreso Nacional Africano, en las últimas elecciones municipales de 2016 su voto cayó hasta el 55,7% a nivel nacional e incluso más en núcleos urbanos como Pretoria y Johannesburgo. Aunque su colchón de votos sigue siendo importante, la tendencia electoral, unida a una mayor coordinación entre la oposición, auguran tiempos de incertidumbre para el partido de Mandela.

Las consecuencias del declive de los Congresos Nacionales

El origen de los Congresos Nacionales Indio y Africano es similar al de otros muchos partidos nacionalistas en Asia y África formados como herederos de las luchas anti-colonialistas en el siglo XX. La diferencia, sin embargo, entre estos dos partidos y el resto es que no sólo han evitado la deriva autoritaria, como ha sido el caso del ZANU-PF de Robert Mugabe en Zimbabwe o del Frente de Liberación Nacional argelino, sino que han sido instrumentales en la transición y consolidación de los sistemas democráticos en India y Suráfrica. Dicha consolidación democrática, además, ha tenido lugar en dos sociedades socio-culturalmente muy heterogéneas, con importantes tasas de pobreza y trauma intercomunitario – el apartheid en Suráfrica y la Partición con Pakistán en India. La capacidad de ambos partidos para promover un nacionalismo cívico, socio-políticamente inclusivo y secular debe ser vista como clave en la estabilidad actual de ambos países. Las imágenes de Suráfrica como “la nación arcoíris” y de India como “unidad en la diversidad” no pueden ser entendidas en gran parte sin los discursos y simbologías desarrollados por ellos.

La consolidación del hinduista BJP en India está mostrando las tensiones que pueden resultar de formas de hipernacionalismo excluyente en sociedades diversas. Ya se están alzando voces contra el peligro que supone el actual Gobierno para la estabilidad del complejo ecosistema social indio. En Suráfrica el populismo nacionalista también ha comenzado a tener consecuencias como los ataques xenófobos en ciudades como Pretoria o Johannesburgo.

Por todo esto, las crisis que afectan a ambos partidos deben ser vistas como preocupantes, no sólo en India y Suráfrica, sino en el resto del mundo, porque su liderazgo ha hecho que sus países se hayan convertido en faros para la integración multicultural y democrática en Asia y África.