Los lazos en Tokio y Nueva Delhi se estrechan ante la atenta mirada del rival regional, China.

El primer ministro japonés, Shinzo Abe, (izquierda) y su homólogo indio, Manmohan Singh, en Nueva Delhi, enero de 2014.

La relación con Tokio se ha convertido en otro de los pilares de la política india de Mirada al Este. A finales del mes pasado el primer ministro japonés, Shinzo Abe, visitó India. Invitado de honor en el desfile por el Día de la República en Nueva Delhi, Abe se reunió con su homólogo indio, Manmohan Singh, con quien firmó hasta ocho acuerdos bilaterales. Tras la visita de Abe se ha estrechado aun más la cooperación en diversos ámbitos, incluidos el militar y los usos civiles de la energía nuclear.

La Alianza Estratégica entre ambos países se ha venido basando en la economía y el importante volumen de inversión niponas en India, especialmente, en proyectos de infraestructura. El comercio bilateral superó el año pasado los 18.000 millones de dólares (unos 13.000 millones de euros). En agosto ya había entrado en vigor un acuerdo de libre comercio, antes conocido como acuerdo de asociación económica general.

A partir de ahora la relación consistirá en una mayor cooperación política, que incluye aspectos geoestratégicos y de seguridad. Habrá varios diálogos ministeriales anuales: un diálogo estratégico entre sus ministros de Exteriores, otro sobre seguridad entre sus ministros de Defensa, además de aquellos sobre asuntos económicos y energéticos.

Los primeros ministros –Abe y Singh– decidieron adoptar un mecanismo institucionalizado de consultas regulares entre los respectivos consejeros de seguridad nacional. A diferencia de India, en Japón no existe el cargo de Asesor de Seguridad Nacional y será el Secretario General de la Secretaría de Seguridad nacional la persona de contacto para mantener conversaciones con la Agencia Nacional de Seguridad india.

India y Japón decidieron profundizar los intercambios militares. Se subrayó la importancia de los ejercicios conjuntos y el incremento de la frecuencia de esas maniobras. Todo ello muestra una ambiciosa hoja de ruta.

La Marina india y la Fuerza de Autodefensa Marítima japonesa realizaron el pasado diciembre el segundo ejercicio bilateral en la costa de Chenai en el Índico. La próxima edición será en el Pacífico en 2014. La alianza incluye claramente la cooperación en ambos océanos.

Nueva Delhi y Tokio mantienen desde hace más de un año conversaciones para la adquisición por parte de las Fuerzas Armadas indias de varias unidades de un avión anfibio de fabricación japonesa. El grupo de trabajo conjunto sobre el aparato anfibio US-2i se reunió para explorar las modalidades de cooperación en su uso y sobre su coproducción en India. De concretarse la venta, la cooperación militar alcanzará un nuevo escalón ante la atenta mirada del rival regional, Pekín. Japón tiene desde hace medio siglo una política de no exportación de armas, pero responsables de Defensa nipones enfatizaron que el US-2i puede tener usos civiles y no se vendería armado.

El acercamiento bilateral se plasma en la cumbre anual que los gobiernos celebran desde hace una década. Un salto cualitativo en estos contactos tuvo lugar a finales de noviembre cuando el emperador de Japón, Akihito, y la emperatriz, Michiko, visitaron oficialmente India. El viaje tuvo un alto simbolismo, ya que las visitas del emperador japonés son muy raras.

Según medios japoneses la invitación a India fue aceptada ahora por consejo del primer ministro nipón y su gabinete. Era la primera visita a la India de Akihito y Michiko como emperadores, como príncipes lo hicieron en noviembre de 1960. Ese encuentro de alto nivel llegó después de que el primer ministro indio viajara a Japón en mayo.

La pregunta que se plantea es si la alianza de Japón e India, segunda y tercera economías de Asia detrás de China, es solo defensiva o más bien ofensiva.

La alianza estratégica puede muy bien interpretarse como un desafío hacia China, el rival común. Tokio y Nueva Delhi mantienen un pulso de fuerza con Pekín. No solo en materia económica –India es uno de los socios comerciales más antiguos de Japón– sino también militar con una serie de proyectos militares conjuntos.

Rivales en tierra, India y China lo son más todavía en el océano Índico. Nueva Delhi, que aspira al mismo status de potencia regional con vocación global que Pekín, posee ambiciones marítimas equivalentes y una flota en expansión. Teme quedar encerrada por la creación del collar de perlas chino (la construcción de puertos y puntos de apoyo desde Camboya hasta el estrecho de Ormuz) que percibe como una intrusión y al despliegue de misiles sobre la meseta tibetana.

Su objetivo estratégico: hacer del océano Índico el océano de los indios. Para conseguirlo acepta la presencia de su aliado, Japón, que es el otro rival de envergadura de China en la zona. En efecto, Tokio no solo aumenta sus lazos económicos en el Índico. Participará con mayor regularidad en ejercicios bilaterales navales y aéreos en lo que Nueva Delhi considera su mare nostrum.

Japón e India, países con pocos recursos energéticos y dependientes en gran medida de las importaciones de petróleo del Golfo Pérsico, están interesados en el mantenimiento de un ámbito marítimo pacífico y legal. La libertad de navegación sin trabas, decisiva para su seguridad y bienestar económicos, son valores compartidos.

Su relación bilateral es la que se intensifica con mayor rapidez en la actualidad en Asia. Desde que anunciaron una “asociación estratégica y global” en 2006 y sus intereses estratégicos comunes propiciaran la Declaración Conjunta sobre Seguridad y Cooperación de 2008, su compromiso político y económico ha aumentado.

La cooperación militar con Japón es especialmente importante en un momento en que Tokio ha aprobado una estrategia de seguridad nacional y un plan a cinco años para ampliar sus recursos militares. El programa sustituye al aprobado en 2010 por el anterior Gobierno y establece un presupuesto en defensa para los cinco próximos ejercicios fiscales de 173.943 millones de euros. El primer ministro conservador quiere potenciar las Fuerzas Armadas de Japón. Insiste en la idea de incrementar la contribución nipona “a la paz y seguridad globales” con una estrategia diseñada para la claridad y transparencia de la política diplomática y de seguridad a nivel doméstico y en el exterior.

Bonitas palabras que –es cierto– son respuesta a la tensión originada por recientes actos unilaterales chinos. Recuérdese el establecimiento por parte de Pekín de una zona de identificación de defensa aérea (ADIZ, en inglés) en el área que comprende las disputadas islas Senkaku. En esta cuestión Abe consiguió el inequívoco apoyo de Singh a la libertad de navegación aérea.

Pero esto no puede ocultar el plan de Abe, conocido por su fama de halcón, que se enmarca en un objetivo más amplio. Su intención es revisar la Constitución pacifista nipona, establecida tras la II Guerra Mundial, para redefinir el rol de las Fuerzas de Autodefensa. Este año su Gobierno adoptará una decisión para revisar la limitación autoimpuesta de vender armas al exterior.

Todo ello puede llevar a una intensificación del nacionalismo. Algo que preocupa a sus vecinos y sobre todo a China, dado el pasado militarista nipón. El rearme japonés y su alianza con India extienden la carrera armamentista de la cuenca del Pacífico al Océano Índico. Para China, la asociación entre Tokio y Nueva Delhi no es más que otro indicador de lo que considera una estrategia de contención liderada por unos EE UU que van reduciendo su presencia. Pekín intentará romper el cerco.

Quizá en estos momentos lo mejor para contener a una China en constante ascenso sea un mayor equilibrio militar regional. La interoperabilidad e interconexión de las formidables fuerzas navales de Japón e India puede, en cooperación con otras armadas amigas, reforzar la paz y la estabilidad en la región indopacífica. Sin embargo, el consenso y la integración económica deben seguir siendo los instrumentos para evitar una escalada militar.