El mundo es un pañuelo, y la globalización está estrechándolo aún más, incluso en medio del conflicto y el caos. Por sexto año, Foreign Policy, en colaboración con A.T. Kearney, elabora la lista de los ganadores y los perdedores de la globalización. Singapur lidera la clasificación por segundo año consecutivo, mientras España sube del puesto 26 al 25. Vea además qué países salen bien librados y cuáles se están quedando atrás.

Los últimos meses han ofrecido, en abundancia, nuevas pruebas de que el mundo se desmorona. Conflicto en Oriente Medio, punto muerto en la cuestión nuclear entre Irán y Occidente, precios peligrosamente elevados del petróleo y el fracaso de la ronda Doha de negociaciones comerciales; todos estos elementos sugieren un mundo que ha descarrilado. En este ambiente tan volátil, el aislamiento resulta muy atractivo.

¿Por qué deben atarse los Estados aún más a un orden económico y político tan inestable? ¿Por qué van a perseguir voluntariamente una mayor dependencia de los productores y los políticos extranjeros? En otras palabras, ¿por qué van a desear la globalización?

Las respuesta es, en parte, que los titulares diarios que informan de cada crisis o cada conflicto no tienen en cuenta las corrientes de integración mundial, graduales pero a menudo muy profundas, que discurren bajo la superficie. Por impredecible que sea el mundo, la globalización todavía tiene mucho que ofrecer y está dotada de impulso propio. El Índice de la Globalización anual de A.T. Kearney/Foreign Policy examina las tendencias internacionales de base que revelan si las principales naciones del mundo están más o menos conectadas entre sí.

El Índice de este año tiene en cuenta datos de 2004, que fue crucial para la integración política mundial, al menos en teoría . En mayo, la Unión Europea (UE) aceptó a 10 nuevos miembros. Un mes después, los líderes europeos redactaron una Constitución para afianzar el increíble crecimiento de la Unión. Por su parte, la OTAN acogió a siete miembros nuevos. Y, al otro lado del mundo, Camboya y Nepal se incorporaron a la Organización Mundial de Comercio. También en el mundo empresarial hubo viejos rivales que se dieron la mano. Tras meses de disputas legales, los gigantes de la informática Oracle y Peoplesoft se fusionaron. Como es natural, algunos de los pasos hacia la integración resultaron ser pasos en falso. Los atentados del 11 de marzo en Madrid generaron mayores medidas de seguridad y políticas de inmigración más estrictas en toda Europa. Y en 2005, Francia y los Países Bajos enviaron sin contemplaciones a la Constitución europea de vuelta a la mesa de redacción.

No obstante, en cifras, 2004 fue un buen año para la globalización. El comercio internacional tuvo un sólido crecimiento, del 9 %, y adquirió más importancia en la mayoría de las economías nacionales. En primera línea estuvo el comercio de bienes, con un crecimiento incluso superior al de los servicios. Muchos países en vías de desarrollo se beneficiaron de ello, en la medida en que los precios de las materias primas se dispararon gracias a la enérgica demanda de China. Y no fueron sólo el acero, el combustible y el cemento los que viajaron hacia el Este. También lo hicieron montañas de dinero, sobre todo, occidental: las inversiones extranjeras en Asia aumentaron un 45% respecto al año anterior. Latinoamérica también recibió un empujón de los inversores extranjeros, que incrementaron su apuesta en la región en un 44 %. En total, las inversiones extranjeras directas crecieron el 9 %, y la mayor parte de ese aumento se debió a las inversiones en los países en vías de desarrollo.

La cooperación se extendió a ámbitos ajenos a la economía. Las contribuciones económicas y humanas a las misiones de paz de la ONU aumentaron enormemente con el aluvión de nuevas misiones que se puso en marcha o se amplió en lugares como Burundi, la República Democrática del Congo, Haití y Costa de Marfil. El turismo internacional también alcanzó niveles sin precedentes con un crecimiento especialmente rápido en Asia y Oriente Medio. Y muchos de los que no viajaban se dedicaron, por lo menos, a conectarse con el mundo desde casa. El uso de Internet se disparó en lugares impensables, como Indonesia, Marruecos, Nigeria y Senegal. Por supuesto, la difusión de la Red no fue una buena noticia para las compañías telefónicas; el número de llamadas tuvo un crecimiento mucho más lento.

En un intento de ver cómo progresa la globalización, el Índice examina varios indicadores relacionados con el comercio, la empresa, la política y la tecnología de la información, y con ellos determina la clasificación de 62 países. Son países que, entre todos, representan el 96 % del producto interior bruto mundial (PIB) y el 85 % de la población del planeta. El Índice mide 12 variables, divididas en cuatro "cestos": integración económica, contacto personal, conexión tecnológica y participación política.

La clasificación resultante ofrece un análisis que muestra qué países están globalizándose y cuáles no. Más aún, el Índice revela las distintas formas en las que se están abriendo los países. Para algunos, la globalización es, ante todo, un fenómeno económico. Pero hay muchas otras maneras de valorar el carácter global de un país, desde las llamadas internacionales y las remesas que se envían al extranjero hasta el número de usuarios de Internet y su participación en los tratados internacionales. Por ejemplo, Francia encabeza la lista en globalización política –medida en función de factores como la participación en tratados, misiones de paz y organizaciones internacionales–, pero está muy por detrás en el aspecto económico, debido a unos aranceles elevados y los persistentes subsidios a la agricultura. Está claro que los Estados prefieren ciertas formas de globalización a otras. Pero, independientemente de la crisis de cada momento, las fuerzas de la globalización son una realidad para todo el mundo.

 

EL CÍRCULO DE LOS GANADORES

El centro neurálgico permanente que es Singapur conserva su primer puesto en el Índice de Globalización, pero ha habido muchos codazos en los 10 primeros lugares. Uno de los mayores avances fue el de Australia, cuatro puestos, para colocarse en el octavo. El encarecimiento de las materias primas –la minería representa el 5 % de la economía australiana– se unió a la buena situación de los servicios y el aumento de las inversiones extranjeras para impulsar el ascenso del país en la clasificación económica. Suiza infló su puntuación al multiplicar casi por dos sus aportaciones económicas a las misiones de paz de la ONU y gracias a contar con unos ciudadanos que se mantienen en estrecho contacto con el resto del mundo a través del turismo y las remesas. Irlanda, el país más globalizado en 2001 y 2002, perdió dos puestos con el traslado de inversiones extranjeras a Asia y Europa del Este. Estados Unidos subió un escalón empujado, como siempre, por una puntuación insuperable en materia de tecnología. El aumento de las inversiones extranjeras y de sus aportaciones económicas a las misiones internacionales de paz sirven de contrapeso a su mala nota en relación con el apoyo al libre comercio y la participación en tratados.

 

A LA ESPERA DE LOS PESOS PESADOS

Si se pregunta a un banquero de inversiones sobre la nueva frontera de la globalización, es posible que responda con una sola y críptica sílaba: BRIC. Este acrónimo, acuñado por el banco de inversiones Goldman Sachs, se refiere a Brasil, Rusia, India y China. "Si todo marcha bien", dice un informe de Goldman, "antes de 40 años , las economías BRIC, en su conjunto, pueden ser mayores que las del G-6 (Gran Bretaña , Francia, Alemania, Italia, Japón y Estados Unidos), en dólares estadounidenses". Sin embargo, pese a su destacada presencia en las predicciones sobre el futuro de la globalización, los BRIC tienen malas puntuaciones en el Índice de Globalización, en gran parte porque cuentan con unas poblaciones inmensas que viven todavía en el medio rural y aisladas de la economía mundial.

El Índice de este año deja ver que el aislamiento puede estar llegando a su fin. China subió tres puestos, mientras que Brasil y Rusia subieron cinco. La clasificación de India sigue siendo la misma, pero su comportamiento general mejoró en casi todas las áreas. Estos pesos pesados del mundo en vías de desarrollo están abriéndose, cada uno a su manera. En 2004, el comercio en China alcanzó el billón de dólares (unos 792.000 millones de euros), con lo que superó a Japón y se convirtió en el tercer país con más volumen comercial del mundo (detrás de Estados Unidos y Alemania). Las inversiones extranjeras directas en Rusia aumentaron gracias al sector del petróleo y el gas. También hubo más inversores en India y Brasil; en 2004, las inversiones directas extranjeras en dichos países aumentaron en un 23 y un 80 % respectivamente.

Hoy, los BRIC son conocidos por los bienes que suministran al resto del mundo: desde artículos baratos de electrónica de consumo hasta materias primas y servicios de tecnología de la información. ¿Pero qué ocurre cuando sus consumidores empiezan a conectarse con el mercado mundial? Los expertos creen que una economía alcanza su "momento dulce" en el gasto de consumo cuando la renta per cápita supera los 3.000 dólares anuales. Rusia ya ha alcanzado ese nivel, y China y Brasil pueden llegar en el próximo decenio, mientras que India no tardará mucho más. Los bancos internacionales están ya haciendo cola para suministrar las tarjetas que necesitará la explosión prevista del número de consumidores. Ese día, la globalización dispondrá de un nuevo motor importante: millones de consumidores de los países en vías de desarrollo, provistos de tarjetas de crédito y el ansia de gastar.

 

UN MUNDO PARA EL HOMBRE RICO

Las personas extremadamente ricas suponen a menudo un problema delicado para los gobiernos. Para empezar, disponen de recursos equivalentes a las arcas estatales: la fortuna personal de Bill Gates es mayor que el PIB de Vietnam. Y a veces tienen ambiciones políticas comparables. Silvio Berlusconi y el recién depuesto Thaksin Shinawatra utilizaron los miles de millones de dólares de sus imperios para obtener el poder en Italia y Tailandia, respectivamente. Muchos observadores pensaron que la campaña de Vladimir Putin contra el multimillonario ruso Mijail Jodorkovsky fue una forma de impedir que el carismático empresario entrara en el mundo de la política. Putin podía tener motivos para sentirse acosado: la fortuna de los multimillonarios constituye casi el 20 % del PIB de Rusia.

Algunos gobiernos se esfuerzan tanto en atraer a los ricos como en controlarlos. Singapur –el país más globalizado– revisó en 2004 sus leyes fiscales para captar a multimillonarios de India y Hong Kong. No existen más que cuatro multimillonarios originarios de Singapur, pero hay docenas que guardan allí su dinero.

Estados Unidos sigue acogiendo la mayor riqueza del mundo. Según Forbes, entre los estadounidenses se encuentran casi la mitad de los multimillonarios del mundo (371 de 793 con una fortuna superior a los mil millones de dólares). Sin embargo, el valor neto total de los multimillonarios en países menos globalizados –como Brasil, India y Turquía– representa aproximadamente el 10 % del PIB de cada nación. Y da la impresión de que esas cifras están aumentando, a medida que los países en vías de desarrollo añaden rostros nuevos a las filas de los super ricos. La lista de multimillonarios de India pasó de 9 a 19 el año pasado, la China continental reconoce ya tener 8, y Turquía tiene la impresionante cantidad de 21 personas que superan los mil millones de dólares, siete más que Francia. Las clases dirigentes de esos países harían bien en tomar nota: tal vez los nuevos ricos decidan pronto tratar de quedarse también con el capital político.

 

LOS TÓXICOS

Hay mucho aire caliente en torno a la globalización, literalmente. Con escasas excepciones, los países muy globalizados vomitan más dióxido de carbono per cápita que los menos globalizados. Estados Unidos, Australia, Canadá y Singapur –todos ellos, con puntuaciones altas en el Índice de Globalización– están entre los países que más contaminan del mundo. Los países más verdes entre los 10 primeros del Índice son Suecia y Suiza, que dependen enormemente de la energía hidroeléctrica. Por el contrario, Irán, Rusia y Arabia Saudí no tienen buena puntuación ni en el Índice ni en cuestiones ambientales. Son grandes productores de petróleo que no sólo venden a los demás sino que consumen su propio producto en grandes cantidades.

 

DINERO APARTE

Es posible que los impuestos sean tan seguros como la muerte, pero son mucho más fáciles de burlar. Lo hacen millones de personas en todo el mundo cada año , trabajando en la economía sumergida, esas zonas desconocidas que deberían estar sujetas a la fiscalidad del gobierno pero no lo están. Las más oscuras son las menos conectadas con el mundo: existe una fuerte correlación negativa entre la puntuación de un país en el Índice y el volumen que se calcula que tiene su economía informal. La de Panamá es la mayor del mundo en porcentaje del PIB, como consecuencia de unas leyes laborales inflexibles y una burocracia muy pesada. Entre los países más globalizados, Suecia y Dinamarca tienen sectores informales de gran tamaño , poblados por quienes intentan huir de unos impuestos sobre la renta que son de los más elevados del mundo.

 

EL SUAVE GIRO A LA IZQUIERDA DE LATINOAMÉRICA

Ninguna región se ha movido tanto hacia la izquierda en los últimos años como Latinoamérica. Una nueva generación de dirigentes, entre ellos Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil, Evo Morales de Bolivia y Hugo Chávez de Venezuela, han expresado con frecuencia su profundo escepticismo sobre el grado de justicia de la globalización económica. Durante su campaña presidencial, Lula dijo que la propuesta Área de Libre Comercio de las Américas era una forma de que Estados Unidos "se anexionara" Latinoamérica. Y uno de los primeros actos de Morales como presidente fue restaurar el control nacional de las refinerías de gas natural de Bolivia, con esta declaración: "El saqueo de nuestros recursos naturales a manos de empresas extranjeras se ha terminado".

Este tipo de frases hace que los partidarios del libre comercio se estremezcan. Sin embargo, con toda la retórica y el ruido ambiental, no hay muchas pruebas, hasta el momento, de que este giro político haya cortado verdaderamente las alas de la globalización. De hecho, el Índice de este año revela que la mayoría de los países latinoamericanos –con las excepciones de Colombia y Venezuela– ha mejorado sus posiciones. La economía de la región creció un saludable 6 %. Los gigantes de la zona, Argentina y Brasil, han experimentado un salto en la clasificación económica, y Panamá y Perú mejoraron su puntuación tecnológica gracias al aumento del número de ciudadanos conectados a la red.

En parte, estos resultados reflejan una pequeña expansión económica regional, que incluye la recuperación de Argentina tras su reciente derrumbe económico. Pero también está claro que la izquierda latinoamericana no está completamente alejada de la realidad económica. Lula, pese a toda su parafernalia izquierdista, fue al Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, a atraer inversores internacionales, pocas semanas después de tomar posesión de su cargo. El viaje, junto con otras señales de que no iba a cambiar drásticamente el rumbo de Brasil, indignó a muchos izquierdistas tradicionales. Cuando Lula acudió el año pasado a un encuentro anual contra la globalización, algunos manifestantes le interrumpieron gritando: "¡Lula, regresa a la realidad!" Sin embargo, sus acciones durante los cuatro primeros años como presidente sugieren, más bien, que nunca la ha abandonado.

 

COMPRAR DUBAI

En otro tiempo, las compañías que querían impresionar a los inversores internacionales tenían pocas alternativas. Los únicos lugares en los que podían darse a conocer y salir a Bolsa eran Nueva York y Londres. Puede que lo más importante de los mercados globalizados sea la competencia, pero, durante muchos años , no había demasiada competencia entre los mercados financieros. Ahora, por fin, es posible que todo eso esté cambiando.

Hoy hay muchos sitios que compiten para atraer a los consejeros delegados y los líderes financieros de todo el mundo. Uno de los más agresivos es el pequeño Dubai, un emirato en el Golfo que tiene poco petróleo pero mucha iniciativa. El jeque Mohammed bin Rashid al Maktoum, príncipe heredero de los Emiratos Árabes Unidos, es quien ha dirigido el ascenso de Dubai hasta el destacado puesto que ocupa en el mundo. En 2005 abrió sus puertas la Bolsa de Dubai. El dinero del petróleo de toda la región ha ayudado a dar vida al proyecto. También ha ayudado el hecho de que el emirato no recaude impuestos ni tenga unas regulaciones tan agresivas sobre las empresas como las de algunas bolsas occidentales. Los grandes bancos y organismos de inversión están apresurándose a establecer oficinas en el nuevo distrito financiero de Dubai.

Como corresponde a un lugar que aspira a ser un agente de la globalización, Dubai atrae a miles de inmigrantes de Oriente Medio, Asia y Europa. Aproximadamente el 80 % de la población del emirato son expatriados. La mano de obra procede de lugares tan remotos como Bangladesh, Sri Lanka y los territorios palestinos. Los enormes proyectos de construcción en los que trabajan –como las islas artificiales construidas en forma de palmera– están pensados para atender a los ricos que llegan en busca de lujo y tranquilidad. Entre los residentes ocasionales del emirato se encuentran el jugador de fútbol David Beckham y el cantante Rod Stewart.

El flujo de personas, dinero y talento se ve facilitado por la política de cielos abiertos de Dubai. Aunque el gobierno es dueño de Emirates Airline, acoge de buen grado líneas aéreas de otros muchos países. Por lo visto, la competencia entre aerolíneas es un precio barato a cambio de garantizar que todos los caminos aéreos lleven a Dubai.

 

¿Algo más?
Las fuentes de los datos y la metodología empleada para elaborar el sexto Índice anual de la globalización de A. T. Kearney/Foreign Policy están disponibles en www.esglobal.org y en la página web del Global Business Policy Council en www.atkearney.com.

El libro de Thomas L. Friedman, La Tierra es plana: breve historia del mundo globalizado del siglo XXI. El libro clave para entender la globalización y sus consecuencia (Mr Ediciones, Madrid, 2006), proporciona una excelente aproximación a la globalización y sus consecuencias. Paul A. Laudicina, de A. T. Kearney, aconseja a las empresas cómo afrontar las presiones de la globalización enWorld Out of Balance: Navigating Global Risks to Seize Competitive Advantage(McGraw-Hill, Nueva York, 2005).

Algunos expertos han estudiado recientemente varios símbolos culturales y empresariales de la globalización. Ibsen Martínez ha analizado por qué los culebrones latinoamericanos han generado un mercado global en ‘Enamorando al mundo’ (FP Edición española, diciembre/enero 2006). Y en ‘El verdadero gigante asiático’ (FP Edición Española, octubre/noviembre 2005), Brook Larmer narra el ascenso del baloncestista chino Yao Ming al estrellato mundial.

 

 

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