Los Objetivos de Desarrollo Sostenible están en línea con las prioridades de los llamados países de renta media, entre los que se encuentra la mayoría de los iberoamericanos. Por un lado, busca profundizar y ampliar las dimensiones del desarrollo –por ejemplo, ya no se trata solo de combatir el hambre, sino de mejorar la seguridad alimentaria y la productividad agrícola-; por otro, incorpora también aspectos que tienen naturaleza de bien público global, por lo que es fundamental una adecuada gestión de las interdependencias internacionales.

El desafío está en no perder el impulso. Tras progresar a esta posición intermedia, los Estados pueden verse estancados: solo uno de cada diez países de renta media en 1960 habían alcanzado el estatus de renta alta en 2010, como muestran datos recogidos por estudios de SEGIB. Por eso, es necesario aumentar su peso en la agenda internacional y propiciar su evolución social, política y económica.

El reto es luchar contra las “trampas de renta media”, como la dificultad de integración en los mercados financieros internacionales. O como la pérdida o la disminución de la ayuda oficial al desarrollo, al regirse esta a menudo por criterios como el Producto Interior Bruto, que dejan fuera a buena parte de estos países.

La Agenda 2030 marca un camino en el que desarrollo, progreso y sostenibilidad no solo no son incompatibles, sino que aparecen interrelacionados. La implicación de todos los actores es primordial. La voluntad política es esencial para que cada país iberoamericano encuentre sus propias vías, consolide sus logros y convierta los Objetivos de Desarrollo Sostenible en victorias sociales.

La Agenda 2030 y
los países de renta media