Un hombre vende chipas, una comida tradicional de Paraguay, en el barrio de San Telmo, Buenos Aires, Argentina, junio 2015. Eitan Abramovich/AFP/Getty Images
Un hombre vende chipas, una comida tradicional de Paraguay, en el barrio de San Telmo, Buenos Aires, Argentina, junio 2015. Eitan Abramovich/AFP/Getty Images

La migración es una realidad, llena de luces y sombras, que también se da en el interior de América Latina. Un ejemplo es Argentina, un país de migrantes que hoy se debate entre los logros de una inclusiva ley de inmigración y la compleja realidad.

Según el último censo oficial, los inmigrantes suponen el 4,5% de la población en Argentina. La comunidad paraguaya es la más numerosa, con 550.700 personas; le siguen los 345.000 bolivianos, los 191.100 chilenos y los 157.500 peruanos. Las comunidades paraguaya, boliviana y peruana son también las que más están creciendo en los últimos años, y tienden a concentrarse en el área metropolitana de Buenos Aires.

Desde 2003, el Gobierno argentino, haciendo honor a su historia, ha promovido una política migratoria inclusiva: en los cinco años que siguieron a la entrada en vigor de la ley en 2004 se concedieron más de 500.000 residencias definitivas, una media de unas 100.000 anuales. Si bien esa ley ha contribuido a disminuir la vulnerabilidad de los trabajadores migrantes, muchos empleadores se siguen beneficiando del alto grado de informalidad de los sectores donde más se emplean: construcción, textil y servicio doméstico. El ingreso mensual que perciben los trabajadores migrantes suramericanos en Argentina es 23% inferior al salario medio, según un estudio reciente del Centro de Investigación en Trabajo, Distribución y Sociedad (Citradis). Además, los inmigrantes han sido el colectivo menos beneficiado por las políticas públicas que han reducido los niveles de informalidad laboral en Argentina del 49% en 2003 al actual 34%.

Muchos argentinos siguen pensando que los inmigrantes les pueden quitar el trabajo, pese a las evidencias de que el incremento de ellos “no incide en el nivel de desocupación de los nativos”, como afirma un estudio de 2012 realizado por la Organización Internacional de Migraciones (OIM). Los inmigrantes “complementan y no sustituyen a los trabajadores locales, generando un impacto positivo en la sociedad argentina”, afirma el estudio El impacto de las migraciones en Argentina en el inicio del siglo XXI . Así, la OIM cree que los bolivianos, que han alcanzado un alto grado de eficiencia en la producción de hortalizas frescas y han creado sus propios mercados de distribución, han venido a resolver “un problema de escasez de mano de obra que padeció siempre la horticultura en fresco en la Argentina”. Tras estudiar el caso de la comunidad boliviana en Buenos Aires, la antropóloga argentina María Inés Pacecca concluye que, en gran parte, se trata de una “historia de éxito”: muchas familias han conseguido abrir su propio negocio, sobre todo, verdulerías: ha sido una estrategia, forjada sobre el trabajo y la solidaridad, para ganar autonomía y encontrar su lugar en la ciudad del tango.

 

La cara más oscura

Sin embargo, los bolivianos son también protagonistas de la cara más oscura de la migración en Argentina: la de los hombres y mujeres que llegan ...