
¿Cómo sabemos si estamos en guerra? He aquí cinco elementos que indican cuándo estamos ante una.
Hoy nos conducimos por guerras híbridas, guerra multidominio y mosaico, doctrina Gerasimov, zonas grises y otras nomenclaturas que reflejan la disparidad de criterios para señalar el principio y el final de la guerra. Porque solo de esto estamos seguros: la declaración de guerra como instrumento diplomático ha desaparecido y, con ella, el documento que identifica actores, enemigos, casus belli y argumentos para acogerse para el armisticio. Sin documentación escrita, la propaganda inunda el caudal de información y es difícil entender cuándo ha comenzado un conflicto. Así, interesa menos conocer las causas de la guerra, que siempre pueden construirse a posteriori, y más los nuevos instrumentos para entender que la batalla está en marcha.
La primera víctima de la guerra es la verdad. Atribuida al senador Hiram Johnson en 1917 y popularizada por la literatura y el cine, el primer indicador de conflicto es la batalla por los hechos. Los actores innovan en el uso de la propaganda y proponen un discurso emocional sobre héroes, patrias y afrentas. La confusión deliberada entre nostalgia, memoria y pasado histórico es recurrente. En el reciente caso de Ucrania, basta con analizar el discurso sobre la grande de Francia, la denuncia de los acuerdos de 1997 y la reinterpretación de la conferencia de Yalta en 1991. El segundo jalón es la creciente dificultad para el ejercicio del periodismo profesional e independiente, con salarios dignos, criterio editorial y capacidad de decisión. Hoy los periodistas sobre el terreno dependen de la voluntad del gobernante, andan escasos de dinero y con una producción muy limitada. Sin los ojos de la guerra, aquel título para homenajear a Miguel Gil en 2001, es difícil tener criterio. Así, cuando se multiplican los controles o la expulsión de periodistas y se agitan fantasmas del pasado, la narrativa de agresión, soberanía o defensa ya está en marcha.
Un segundo elemento consiste en la movilización de tropas más allá de los ejercicios y las maniobras. El indicador no mide el número de tropas, cifra que uno ha de creerse por mor de la propaganda, sino las capacidades operativas para ejecutar el despliegue. La movilización es coercitiva o disuasoria, por lo que por sí sola no anticipa la guerra. Antes que para el ataque, los ejercicios sirven para animar la moral de la tropa, mostrar a los rivales las nuevas herramientas y probar las novedades. En cambio, la logística, el soporte para el largo plazo, los hospitales de campaña o los acuerdos tácitos con terceros representan un paso avanzado en el conflicto. Sucede que la acumulación de medios humanos y recursos aceleran los roces con los vecinos y reduce las expectativas de volver a casa. En esta línea, puede añadirse que el repliegue del cuerpo diplomático reduce las oportunidades para el diálogo y ...
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