
Ni Israel ni Arabia Saudí ni Estados Unidos, la gran amenaza a la seguridad de la República Islámica podría llegar de la dramática escasez de recursos hídricos en su territorio.
Los muelles que alguna vez sirvieron para amarrar las embarcaciones que navegaban en el lago Urmia se han convertido en esqueletos roídos. Los botes que transportaban a los turistas que visitaban este lago de 5.200 kilómetros cuadrados permanecen abandonados en lo que hoy es un terreno blanco y resquebrajado. Y la sal que ha quedado se recopila para ser vendida, a pesar de la prohibición del Gobierno iraní. Este escenario catastrófico es consecuencia de la desaparición del 95% (dato que maneja el Ministerio de Medio Ambiente iraní y otras organizaciones) de las aguas del lago salado más grande de Oriente Medio por motivos que incluyen el mal uso de los recursos hídricos, el cambio climático y decisiones políticas equivocadas.
El mismo panorama se repite desde hace más de una década en la tercera ciudad de Irán, Isfahán, donde el cauce del río Sayandé ha terminado por convertirse en un desierto adornado por los imponentes puentes construidos siglos atrás para unir las dos partes de la urbe. El agua sólo regresa en algunos periodos del año cuando las autoridades la dejan correr, muchas veces motivados por decisiones políticas que tienden a calmar los ánimos de una población que protesta por la sequía.
Para la gente de la región no es un secreto que los agricultores de las zonas altas, cercanas a los montes Zagros, se apropian del agua del río y que ésta se canaliza hacía áreas desérticas de Irán, como las provincias de Yazd o Kermán. En estas zonas los recursos hídricos se destinan a cultivos agrícolas, como el pistacho, y para suplir grandes industrias que se han creado en esas partes en los últimos tiempos. La indignación de los agricultores de la provincia de Isfahán, donde se han secado más de 10.000 hectáreas, los ha llevado a realizar grandes protestas en el pasado. Lo mismo ha sucedido en las región de Tabriz, que bordea la parte este del Lago Urmia. Pero muchos temen que estas protestas puedan ser mayores en el futuro. Si bien el lago Urmia y el río Sayandé son las dos grandes catástrofes naturales del país, no son los únicas. Esta es una tendencia que se repite a lo largo del territorio iraní.
La escasez de agua ha pasado a ser un asunto de seguridad nacional en Irán. Incluso muchos aseguran que la gran amenaza para la República Islámica no proviene de Israel, Estados Unidos o Arabia Saudí, sino de la dramática reducción de sus recursos hídricos. El presidente iraní, Hasán Rohaní, aseguró desde los inicios de su gobierno en 2013 que los problemas de agua sólo se solucionarían con la “voluntad nacional” y puso en marcha un programa para recuperar los recursos hídricos del país. Pero no es una meta ...
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