
El Gobierno de Benjamín Netanyahu trabaja para recuperar las relaciones con el mundo pero sin hacer concesiones.
Estos días, Benjamín Netanyahu puede jactarse de gozar de una popularidad sin precedentes. Eso sí, fuera de las fronteras de Israel. Mientras su Gobierno de coalición se enfrenta a crisis semanales y a críticas constantes, algunas provenientes del propio partido del primer ministro, su estrategia regional parece ganar adeptos, y alabanzas de propios y ajenos, cada día que pasa. De casi todos menos de los palestinos, claro está. Siguiendo el ejemplo de la llamada ‘Doctrina de la periferia’ de Ben Gurion, Bibi ha conseguido que diplomáticos americanos y palestinos, que hace unos años se mostraban en contra de las acciones de Israel pero que hoy están inmersos en sus propias disyuntivas, se pregunten si erraron el tiro. Quizás sólo Barack Obama, una vez celebradas las elecciones de noviembre, sea capaz de realizar algo que, según sus propias declaraciones, sigue frustrando su balance exterior, como es conceder un aliento a la causa palestina.
Todo empezó con Turquía. Fue el hoy presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, uno de los jefes de Estado que criticó con mayor dureza a las autoridades israelíes, cuando la denominada 'flotilla de la paz', encabezada por el Mavi Marmara, que tenía como destino la franja de Gaza fue interceptada y avasallada por soldados israelíes en 2010, dejando tras de sí nueve muertos y numerosos heridos, algunos de nacionalidad turca. Ankara no dudo en romper las relaciones con Tel Aviv, que duraban ya décadas y que resultaban extremadamente beneficiosas para ambas partes. Una relaciones que además venían a representar, por así decirlo, el símbolo de la política 'cero conflictos con los vecinos' que tanto Erdogan y Davutoglu practicaban hasta poco después de que estallara el conflicto en Siria.
El pasado 27 de junio, Turquía e Israel sorprendieron a muchos anunciando a bombo y platillo que retomarían sus relaciones diplomáticas, comerciales y de otra otras índoles (el ámbito energético destaca en este sentido) en virtud de un acuerdo en el que, sin reconocerlo, Israel admitía tácitamente - satisfaciendo una no desdeñable suma - haber cometido un error en el episodio de la flotilla. El honor del sultán Erdogan se veía así satisfecho y, al mismo tiempo, el presidente turco recuperaba un aliado vital, en un momento en el que parece tener todas las cartas en casa, en la región y más allá en su contra. Por su parte, Netanyahu ponía la primera piedra de su renovada estrategia regional, con una carta de presentación de enorme peso como era el caso de Turquía. Se aludió a una posible intermediación con Hamás como justificación, ante lo que el Gobierno de la Franja no se ha mostrado tan contestatario como pudiera esperarse.
Luego llegó el tour de Netanyahu por el continente africano, que tenía como fin diversificar la política comercial del país y, poco a poco, normalizar las relaciones israelíes con la comunidad ...
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