El Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, se quita al gafas durante una reunión del Likud en el Parlamento. Gali Tibbon/AFP/Getty Images

¿Qué consecuencias podrían tener las investigaciones policiales por corrupción que cercan al primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, para la política doméstica del país? ¿Y para el conflicto palestino-israelí?

La arena política israelí se convierte a veces en uno de los escenarios más entretenidos para cualquier observador de Oriente Medio. El momento actual no representa ninguna excepción a esta regla, y diríase que el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, se ha visto obligado durante gran parte de su mandato a vadear numerosos temporales, entre los que destacan acusaciones de corrupción e investigaciones policiales. Nunca antes se ha encontrado sin embargo el dirigente tan al borde del abismo. La fiebre electoral comienza a hacerse sentir en el país. Las próximas elecciones tendrían que celebrarse a finales de 2019. Son pocos no obstante los gobiernos israelíes que completan su mandato.

Hace poco más de una semana, titulares del estilo de “se acerca el momento final para Bibi” invadían los titulares de gran parte de los diarios israelíes. ¿El desencadenante? Un antiguo jefe de gabinete de Netanyahu declarará como testigo del Estado en dos de los cuatro casos de corrupción en los que está implicado el Primer Ministro. Netanyahu no es el primer líder israelí que se enfrenta a una investigación criminal: la Fiscalía General archivó en 2004 una causa por corrupción contra Ariel Sharon, y Ehud Olmert salió de prisión en junio de este año en libertad condicional una vez cumplidos los dos tercios de la condena de prisión impuesta por delitos de corrupción. De acuerdo con un estudio reciente de una firma de abogados israelí, 18 ministros y miembros de la Knesset (parlamento) han sido procesados desde 2000.

Ningún líder israelí ha aceptado de hecho ceder el poder y abandonar la arena política voluntariamente. Ninguno ha sido imputado cuando ocupaba todavía el cargo. Netanyahu desapareció momentáneamente de la misma en dos ocasiones tras sendas derrotas electorales, en 1999 y en 2006, para reaparecer hace ocho años y medio y romper el récord de Ben Gurion como primer ministro más longevo en la historia de Israel (11 años repartidos en cuatro mandatos). No es de extrañar que un Netanyahu cada vez más envalentonado haga gala de un dilatado sentimiento de impunidad.

Todo apunta a que el proceso será largo, y es posible que las próximas elecciones se lleven a cabo a finales de 2018, antes de que siquiera se presenten los cargos. Incluso si es acusado, Netanyahu guarda en el bolsillo algunos activos que le permitirían mantenerse en el cargo contra viento y marea, o al menos retrasar su salida, entre los que destacan su instinto de supervivencia y popularidad inalterable entre una parte de la población, votantes de la formación política Likud que consideran que su líder está por encima del Estado de derecho. La mayoría de compañeros de partido son conscientes de este estatus, y no han ...