(Jack Guez/AFP/Getty Image
(Jack Guez/AFP/Getty Images)

Pasados 46 años de la ocupación y la colonización, la Operación Margen Protector evidenciaría el fracaso de una política israelí establecida desde la retirada de Gaza en 2005; una política encaminada a lograr el aislamiento de la Franja respecto a Cisjordania y reforzar en ésta los asentamientos.

Para Israel no se trataba de un solo conflicto en Gaza y Cisjordania, sino de dos conflictos separados y susceptibles de tratamiento diferenciado; pero la eficacia en tal planteamiento se muestra ilusoria: ambos territorios se reclaman de un mismo suceso generador (la derrota de 1967), no han perdido la identidad palestina y en abril de este año Al Fatah en Cisjordania y Hamás en Gaza acordaron un gobierno unitario.

A base de intentar la desconexión de ambos conflictos lo que Israel habría conseguido es enconar, por la Operación Margen Protector, un único conflicto en sus dos variantes territoriales que, al final, ha salpicado a Jerusalén Oriental y Cisjordania. Asimismo la  confrontación con Hamás ha enrarecido las relaciones con la Autoridad Palestina, denunciándose de nuevo la presencia ilegal de asentamientos en Cisjordania y temiéndose la posibilidad de una Tercera Intifada.

La Operación Margen Protector podría alumbrar un conflicto prolongado en Tierra Santa. Una guerra de baja intensidad -una tercera Intifada o insurrección- que esta vez se conectaría (con un carácter propio palestino y árabe) con una dinámica yihadista y sectaria en aumento que se manifiesta con crudeza en otros lugares de Oriente Medio y el Magreb. Gaza y Cisjordania volverían a ser esa especie de bumerán que proyecta y recibe con más o menos frenesí y frecuencia toda la humillación y la frustración que ocupan en profundidad el imaginario árabe, sentimiento que se corresponde con el momento de la partición de Palestina.

Por parte israelí se relacionada con la reticencia al compromiso territorial, paz a cambio de territorios, persistiendo la voluntad colonizadora en partidos, estamentos y sectores sociales que interpretan -a su manera- los mensajes bíblicos y sionistas. Haciéndolo así, también ponen en duda la viabilidad del pluralismo y los valores democráticos en la única verdadera democracia de Oriente Medio; pero este país ,creativo y dinámico que desde su constitución en 1948 apenas ha logrado la paz con sus vecinos, no se ha personado como poderoso elemento para contribuir ni al progreso y ni a la estabilidad en la región.

 

La inseguridad y el miedo

Con la repetición de la mala costumbre de castigar en Gaza, reaparece por tanto ese Israel que porfía por su seguridad ante todo. Una seguridad que sin embargo siempre parece escaparse, ser insuficiente y lograda a costa de los vecinos, en una sociedad que acaba siendo retroalimentada de manera sustancial por el miedo que alientan ciertos sectores políticos y sociales en ascenso, en que los partidarios del compromiso territorial y de los dos Estados se encuentran en minoría. Israel se encuentra dominado por fuerzas extremistas de carácter religioso y nacionalista, con los ultraortodoxos gravitando hacia el credo nacionalista, considerando el retorno a las fronteras de 1967 como una traición a su condición de israelíes y judíos y como un rechazo al mensaje divino de que la Redención solo llegará cuando el Pueblo Elegido ocupe la totalidad de la Tierra de Israel. Por ello, la construcción de asentamientos constituye una parte intrínseca e inexcusable, sin  mas fronteras que las que se deducen de la Biblia.

Todos estos datos estarían presentes para que se amplíen la tragedia y el caos en Oriente Medio, para una tormenta perfecta en perjuicio de Israel y sus vecinos. Sin embargo, y en un plazo de duración indeterminada, la penúltima operación en Gaza como la anterior, ha reforzado la posición política del primer ministro Netanyahu. Hamás como amenaza, Gaza y su castigo, siempre han provocado el frenesí de los sentimientos  nacionalistas y religioso de la derecha israelí, bien implantada en su Gobierno, en la sociedad, entre los colonos de Cisjordania -o Judea y Samaria- en los altos niveles de la Administración y las Fuerzas Armadas. En estos medios se ha venido cultivando el culto hacia el gobernante duro que favorece y practica una política de fuerza, al que no obstante, y ulteriormente, se le criticará por no haber concluido el trabajo, en caso de haber interrumpido la Operación Margen Protector antes de tiempo e impidiendo así que las Fuerzas Armadas venzan y destruyan a Hamás de una vez por todas. En cualquier momento los impulsos generados por Netanyahu se volverían contra él, algo posible en esa atmósfera de venganza, insatisfacción, miedo nacionalista y religioso, en que nada es suficiente, que con la guerra que no cesa genera una necesidad de actitudes más extremas.

 

Otra victoria de  Pirro  de  Épiro  en  Gaza

En el plano político y militar si quiere calificarse de victoria la Operación Margen Protector y denominada “ Primera Guerra de Bibi”, habrá que matizarla como victoria pírrica, de las que avergüenzan a su ganador y de nada sirven. No impedirá el retorno de Hamás a la Franja y su reconciliación con Al Fatah al haber acumulado más carga de odio entre israelíes, palestinos y árabes a la vez que habría deteriorado de manera muy sensible la imagen pública de Israel. En su sociedad cunden el cinismo y la irritación hacia sus políticos, con ciudadanos desilusionados y escépticos respecto a un proceso de paz (cuyas virtudes nunca han sido debidamente exhibidas) que se eterniza y siempre lastrado por falta de voluntad política, oscurecido todo por si fuera poco con mensajes de miedo e inseguridad. Con un sistema que favorece la fragmentación del Parlamento y del Gobierno, y junto con la ausencia de una Constitución, pocos ya, a la vista de los desastres electorales que sufre la izquierda, se atreven a predicar con un sano pragmatismo alejado de cualquier remedio emocional o utópico. Urgente es la necesidad de vivir en paz en Oriente Medio, con los vecinos palestinos y con los propios árabes   que viven en Israel, y abandonar las tentaciones colonizadoras para terminar por crear dos Estados en Tierra Santa, la única solución o la solución menos mala en la actualidad.

Poco de esto parece hoy viable para ambas partes. Tampoco por parte de este Israel que acaba de emplearse en la Franja de Gaza o de ciertos israelíes de gran influencia y buena situación inclinados -por su determinación inflexible y su particular lectura de los acontecimientos- a mantener el conflicto entre la Biblia y el Derecho Internacional, en contra a todo un acervo de resoluciones de las Naciones Unidas que condenan la  ocupación y la colonización. Algo que parece contradictorio en un país nacido como refugio, para la liberación y la democracia con un pueblo perseguido de forma injusta y dramática y que, sin embargo, pueda reproducir lo más parecido a lo que fue la Suráfrica  del  apartheid. Enajenado política y culturalmente de su entorno, en Israel tales actitudes persisten en estas circunstancias aparentemente alejadas ya de las guerras abiertas del pasado pero no de las insurrecciones y de las actuaciones terroristas. Como si hubiera rechazado las soluciones a largo plazo, con una visión política miope que los roces políticos constantes obligan a remedios temporales dada la enorme fragmentación en la política y en la sociedad. Cabeza visible de una comunidad judía universal, con variedad y riqueza únicas por su historia y sus aportaciones culturales y científicas, Israel es el albergue de todas las naciones con comunidades judías. Tal vez por ello no se pone de acuerdo consigo mismo, en su carácter laico o religioso, en el trazado de sus fronteras y en los imperativos religiosos, políticos e internacionales.

Esta vez, con la penúltima tragedia en Gaza, sigue muy presente el riesgo de si Israel seguirá figurando como país democrático o país judío, dentro y fuera de los límites de 1948. Porque ambas cosas son inconciliables si no se levanta un Estado para los palestinos, se renuncia a la ocupación, la anexión y la colonización y con ello al especial sistema de carácter predominantemente militar que rige en los Territorios Ocupados, llámense de ésta u otra manera.