Un cartel de bienvenida al presidente Donald Trump en Belén. (Hazem Bader/AFP/Getty Images)

¿Qué piensan los ciudadanos palestinos e israelíes del plan del presidente estadounidense para lograr la paz entre Israel y Palestina?

El pasado 22 de junio, Tony Blair, enviado especial del Cuarteto para la Paz en Oriente Medio, declaró en la Herzliya Conference, la conferencia más importante de Israel en materia de seguridad, que era hora de acoger la idea del “enfoque regional” concebido por la Administración Trump para lograr la paz entre israelíes y palestinos. Blair señaló que ambas partes se mostraban entusiasmadas con la idea; los palestinos, porque se sentirán respaldados por el mundo árabe suní y los israelíes, porque si se alcanza un acuerdo de paz avalado por estos países, el aislamiento de Israel en la región pasará a la historia. Israel, además, formaría parte de un eje de Estados árabes suníes con los que comparte enemigos comunes: Irán y la Hermandad Musulmana —una alianza incipiente que ya tratamos.

El plan de la Administración Trump para lograr la paz entre israelíes y palestinos, según apunta Aaron David Miller, uno de los mayores expertos del mundo en el conflicto (fue asesor de Clinton y Bush Jr. como coordinador especial de Oriente Medio para el Departamento de Estado) es inteligente, pero eso no significa que vaya a ser efectivo. Tras las últimas reuniones entre los enviados especiales del presidente estadounidense a la zona, Jason Greenblatt (su abogado) y Jared Kushner (su yerno), ambos judíos, con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y con el presidente palestino, Mahmud Abbas, la conclusión común es que este nuevo camino hacia la paz llevará tiempo.

La estrategia para la paz iniciada por Washington tomaría como base para las negociaciones la Iniciativa de Paz Árabe de 2002. Los palestinos reconocerían a Israel como Estado judío y aceptarían intercambios de tierra a cambio del territorio históricamente reclamado. Los países árabes suníes, encabezados por Arabia Saudí (Egipto y Jordania ya tienen relaciones normalizadas con Israel), acabarían con el boicot comercial y establecerían relaciones diplomáticas con el Estado judío, implementarían planes de ayuda económica para los palestinos y servirían como garantes del cumplimiento del acuerdo. Los israelíes relajarían el bloqueo en Gaza, dejarían de construir en los asentamientos —así como desmantelarían todos los que se establecieran a pesar de la prohibición—, abrirían la zona C de Cisjordania para el desarrollo económico palestino y  retirarían gradualmente parte de sus fuerzas militares en las zonas A y B hasta que se definieran las fronteras finales de la entidad política palestina independiente. Los asuntos más difíciles y enconados como Jerusalén, los refugiados palestinos, el control militar de las fronteras o los recursos hídricos, entre otros, serían acordados en la mesa de negociaciones, como han planteado otros planes y acuerdos de paz anteriores.

En negro sobre blanco parece encajar; grosso modo, las principales aspiraciones de las partes podrían hacerse realidad y la ansiada paz sería posible. No obstante, es importante analizar lo que piensan sobre ello los principales interesados. En este sentido, el conflicto ha definido la opinión y filiación política de ambas sociedades.

Un Estado, dos Estados

El pasado 16 de febrero, un día después de la primera rueda de prensa entre Trump y Netanyahu, en la cual el presidente americano y el premier israelí se mostraron ambiguos ante el concepto de Estado palestino, una encuesta elaborada por el Tami Steinmetz Center for Peace de la Universidad de Tel Aviv y por el Palestinian Center for Policy and Survey Research (PCPSR, por sus siglas en inglés) desveló que la mayoría de los israelíes (55%) y casi la mitad de los palestinos (44%) apoyan la solución de dos Estados. Sólo un 19% de israelíes se mostraba favorable a la solución de un sólo Estado; incluso, de los israelíes que viven en los asentamientos en Cisjordania, sólo un 26% apoyó esta opción. De los palestinos encuestados un 36% manifestó su acuerdo con la idea, mientras que entre los árabes israelíes la opinión favorable alcanzó un 56% -aunque en julio de 2016 Foreign Affairs publicó una encuesta en la que los árabes israelíes estaban, en su inmensa mayoría (71%), a favor de la solución de dos Estados-.

La encuesta reveló que un tercio de los israelíes y de los palestinos que se oponen a un acuerdo permanente que incluya la solución de dos Estados están dispuestos a reconsiderar su oposición si se implican todos los países árabes según los principios de la Iniciativa Árabe. Según el PCPSR, el incentivo de la implicación de éstos amplía el apoyo a una solución que desemboque en dos entidades nacionales distintas hasta el 65%, tanto en los israelíes como en los palestinos.

Los israelíes prefieren un proceso de paz bilateral (61%) mientras que los palestinos prefieren un proceso multilateral (51%). De los diversos foros multilaterales, un foro árabe, en el que participen Arabia Saudí, Egipto y Jordania, es el menos rechazado por las dos partes. Todos los demás foros multilaterales (dirigido por Estados Unidos, por la Unión Europea, por Rusia o por la ONU) suscitan adhesión y rechazo mayoritario a partes iguales dependiendo de quien lo lidere.

Acuerdo en la separación y en la implicación árabe, desacuerdo en todo lo demás

Aunque exista consenso en que las dos partes quieren vivir cada una bajo su propia autonomía política, también hay, como hemos visto, un acuerdo mayoritario en que los países árabes de la zona sean parte de un gran acuerdo regional que acepte a Israel, establezca Palestina y forme un bloque sólido en Oriente Medio contra la creciente hegemonía chií.

Sin embargo, es en los pormenores del acuerdo en donde la diferencia de opiniones empieza a proliferar.

De acuerdo con una encuesta del Jerusalem Center for Public Affairs publicada el pasado mes de marzo, y pese a que un 46% de israelíes se mostraba favorable a la adopción de un acuerdo regional que implicara a los países árabes suníes, sólo un 29% apoyaba una retirada de toda Cisjordania para alcanzar la paz -mientras que, en 2006, después de la retirada unilateral de la Franja de Gaza, alcanzaba un 50%-; y un 79,4% cree que una retirada de Israel de las fronteras anteriores a 1967 no solucionaría el conflicto.

Y es que los israelíes ya no están tan ansiosos por intercambiar tierras por paz como hicieron con Egipto en 1979. Las otras retiradas de territorio (Acuerdos de Oslo en 1994, Líbano en 2000, Gaza en 2005) no han traído la paz. Por otra parte, la seguridad ha mejorado, la economía está disparada (4,3 % de paro, 10 años consecutivos creciendo en torno al 4%, y la moneda nacional, el shekel, ha crecido un 13% en el último lustro) y al mismo tiempo son los países árabes suníes, antaño enemigos, los que se acercan a Israel para contrarrestar la influencia iraní. Asimismo, los israelíes saben que el conflicto puede ser gestionado indefinidamente. Pero, como The Economist argumentaba en su especial “50 años de ocupación”, “sólo cuando Palestina sea un Estado, Israel habrá completado su victoria de 1967”, a pesar de que muchos israelíes sigan rechazando esta opción.

Yosi Klein Halevi, periodista que ha liderado proyectos de convivencia entre israelíes y palestinos como Open House y el Israel-Palestine Media Forum, apunta que muchos israelíes están convencidos que la ocupación no es su culpa, sino que es insalvable para lograr seguridad en sus calles. Halevi ha señalado que él también ha estado bajo la transformación que ha vivido la sociedad israelí en las últimas décadas de conflicto: en la primera intifada era votante laborista y en la segunda intifada pasó a ser votante del Likud —el escritor Daniel Gordis subrayó que la opción “tierras por paz”, capitaneada por la izquierda israelí, quedó enterrada en la segunda Intifada—.  Halevi opina que los planes de Trump sólo funcionarán si los países árabes normalizan relaciones con Israel.

Verdaderamente, la opción de izquierdas, en lo que al proceso de paz se refiere, está en retroceso, aunque ésta sigue apostando por la solución de dos Estados y por el fin de la ocupación. En febrero del año pasado, Isaac Herzog, líder del Partido Laborista y jefe de la oposición al Gobierno de Netanyahu, suscribió en el New York Times un plan para la “separación gestionada”; dicho plan consiste básicamente en la realización de las propuestas de paz de Ehud Barak (2000) y Ehud Olmert (2008) —intercambio de tierras y declaración del Estado palestino—. Herzog ha elogiado el nuevo proceso abierto por Trump y lo ha definido como “impecable”, así como su compañera de coalición y ex ministra de Exteriores Tzipi Livni, quien ha afirmado que Trump va al verdadero “núcleo del problema” y “piensa en grande.”

Asimismo, grupos activos en la sociedad israelí que denuncian la presencia militar en Cisjordania, como Breaking the Silence o Paz Ahora, vinculados a los partidos de izquierdas, trabajan para lograr una agenda parecida: la retirada total de los territorios y el establecimiento de un Estado palestino.

Los palestinos, por su parte, también se encuentran más divididos de cara a un acuerdo de paz que suponga la convivencia definitiva con Israel como vecino, y tampoco tienen una opinión mayoritaria respecto a la forma que debe tomar el mismo, ni sobre los planes de Trump.

De acuerdo con la mencionada encuesta del PCPSR, sólo un 27% de palestinos estarían de acuerdo en que Jerusalén Este fuera capital de Palestina y Jerusalén Oeste capital de Israel, siendo el mismo porcentaje de palestinos que estaría de acuerdo en compartir la soberanía de la Ciudad Vieja con los israelíes. Un 37% ve favorable un intercambio de tierras con los israelíes y un 52% apoya un regreso de los refugiados por el que la mayoría volvería al futuro Estado de Palestina y sólo 100.000 volverían a Israel.

Según una encuesta elaborada el pasado mes de mayo por el Washington Institute for Near East Policy (WINEP, por sus siglas en inglés), un 34% de los palestinos opina que debería terminar el conflicto, (un 47% de la población de Gaza tiene la misma opinión) y un 62% de gazatíes manifestó que Hamás debería terminar con su objetivo de destruir Israel y aceptar la solución de dos Estados. Estos porcentajes en la Franja tienen una explicación lógica. Bajo un bloqueo por tierra y mar y tras tres confrontaciones a gran escala, y devastadoras, contra Israel, los ciudadanos de Gaza entienden que Hamás no sigue una vía eficaz para lograr sus aspiraciones políticas. Además, el enfrentamiento y la reconciliación que nunca llega con Al Fatah ha provocado que la Autoridad Palestina, que gobierna en Ramala, deje de pagar el suministro de electricidad de Gaza como forma de presión y que los gazatíes tengan ahora también restricciones energéticas. Igualmente, con toda probabilidad, una implicación de los países árabes suníes tendría como condición el alivio comercial, financiero y fronterizo de la Franja.

En suma, la nueva iniciativa de Trump tiene buena acogida entre israelíes y palestinos; y la razón principal es el enfoque regional, la implicación de los países árabes suníes. A este respecto, Ilan Goldenberg, de Brookings Institution, critica este enfoque maniqueísta y advierte que generará tensiones en la región. En la misma línea se sitúa Stephen Walt en Foreign Policy, en donde avisa, citando a Emile Nakhleh, director del programa de análisis estratégico del Islam político de la CIA, que tomar partido en la eterna disputa sectaria entre suníes y chiíes, o entre Arabia Saudita e Irán es, a la larga, hostil a la seguridad nacional estadounidense y a los intereses del mundo islámico. En relación a la posibilidad de lograr un acuerdo, Walt también se muestra escéptico ante la eventualidad de que los árabes suníes puedan presionar a los palestinos para firmar un acuerdo de paz con el que no estarían conformes. Indudablemente, y a pesar de la expectación ante los resultados de este enfoque disruptivo, de fracasar, el plan de Trump podría dejar un Oriente Medio más inestable y un proceso de paz entre israelíes y palestinos más estancado, si cabe.

Sin dejar que el pesimismo arrastre nuestras opiniones, palestinos e israelíes no parecen haber acercado posturas en las cuestiones en litigio más importantes, las mismas que han hecho fracasar, una vez tras otra, todos los intentos de alcanzar la paz. De tener éxito, un acuerdo definitivo que recoja la firma de israelíes, palestinos, saudíes, egipcios y jordanos, será beneficioso para Oriente Medio y acabaría con uno de los conflictos más duraderos y definitorios de nuestro tiempo.