Giorgia Meloni es vista durante una rueda de prensa. Giorgia Meloni, líder del partido de extrema derecha y nacional-conservador Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia), comenta la victoria del partido en las elecciones italianas, celebradas el 25 de septiembre de 2022, en el hotel Parco Principi de Roma. (Foto de Valeria Ferraro/SOPA Images/LightRocket vía Getty Images)

Una vez celebradas las elecciones generales en Italia, y ante el claro triunfo de la coalición de los partidos Hermanos de Italia, Liga, Forza Italia y Nosotros moderados (con mayoría absoluta garantizada en el Parlamento), llega el momento de examinar los principales retos al que se enfrentará el Ejecutivo que sucederá al Gobierno Mario Draghi.

Ciertamente, la tercera economía de la eurozona ha de abordar, como el resto de países miembros de la Unión Europea, las consecuencias de la guerra iniciada el pasado 24 de febrero con la invasión rusa de la República de Ucrania. Entre esas consecuencias destaca con particular fuerza la subida del coste de la vida, que, aunque menor respecto a otros países (por ejemplo, España, que supera los dos dígitos desde el pasado mes de julio), en el caso transalpino está haciendo mucha mella, porque una subida que se estima en un mínimo del 8,5% obliga al Estado a destinar recursos (como el célebre “Decreto sobre ayudas” del Gobierno Draghi de julio pasado) que complican aún más el conocido principal problema de la economía italiana: su abultadísima deuda pública sobre PIB, cifrada en el 152% y que es la mayor de toda la UE.

Y eso que la economía del país salió muy fortalecida de la emergencia sanitaria provocada por el coronavirus, ya que en un solo año (2021), recuperó 6,3 puntos de los 8,9 perdidos en 2020. Es más, dentro del llamado “big four” (Alemania, Francia, Italia y España), es el aparato productivo italiano el que mejor está funcionando, aunque, como reconociera el propio Draghi (ahora Primer Ministro en funciones), se vislumbran “importantes nubes en el horizonte”.

La principal ventaja con la que va a contar este gobierno es que posee una amplia mayoría parlamentaria en un país con una clara tendencia a la fragmentación y en la que además existen no una, sino dos cámaras con igual capacidad legislativa. En ese sentido, para encontrar una mayoría parecida (aunque en este caso incluso superior) resulta necesario remontarse a los tiempos de los gobiernos Matteo Renzi (febrero de 2014-diciembre de 2016) y Paolo Gentiloni (diciembre de 2016-mayo de 2018). Lo cierto es que esta mayoría le dará la posibilidad de afrontar con decisión las principales reformas comprometidas con la UE y de continuar con los dos principales retos marcados por el llamado “Plan de recuperación” en julio de 2020: la transición digital, por un lado, y la transición ecológica, por otro.

En relación con ello, el principal problema de este Ejecutivo es que sus dos partidos con mayor número de parlamentarios (Hermanos de Italia de Giorgina Meloni y Liga de Matteo Salvini) no pertenecen a las principales familias políticas europeas, que son, por este orden, la popular, la socialista, la liberal y la verde. En efecto, la Forza Italia de Silvio Berlusconi pertenece al Partido Popular Europeo (PPE), pero ha sido la menos votada de las tres; mientras, los Hermanos de Italia de Meloni es parte del grupo Reformistas y Conservadores, críticos con la Unión Europea pero no antieuropeístas; y, finalmente, Salvini y su partido (Liga) están hermanados con todas las formaciones anti-UE, como es el caso de Alternativa por Alemania, el Frente Nacional francés o Demócratas de Suecia. Ello explica que, de momento, Meloni no haya sido bien recibida en las instituciones comunitarias, con una intervención de la Presidenta de la Comisión (Ursula Von der Leyen) contraria a la líder romana a solo dos días de celebrarse los comicios: la injerencia de una política comunitaria en unas elecciones de una nación miembro de la UE (y que además ostenta la categoría de “país fundador”) fue tan mal recibida en tierras transalpinas que seguramente acabó beneficiando a Meloni, que alcanzó unas cifras que ninguna encuesta le daban.

De ahí que uno de los primeros retos que deban afrontarse sea limar asperezas entre el nuevo Ejecutivo italiano y la Comisión Europea, más aún recordando que Von der Leyen, antes de ser Presidenta de la Comisión, fue miembro de los gobiernos alemanes que lo apostaron todo a la energía rusa, y que esos mismos gobiernos estuvieron detrás de la intervención que llevó a la sustitución de Silvio Berlusconi por Mario Monti, algo que aún sigue sin terminar de asimilarse por parte de la centroderecha transalpina. En todo caso, Meloni ya ha dado un paso en la dirección del entendimiento entre ambas partes al afirmar que su Ministro de Economía y Finanzas será Fabio Panetta, antiguo Director General del Banco de Italia y ahora miembro del consejo de gobierno del Banco Central Europeo (BCE): en otras palabras, un auténtico ortodoxo de la moneda única.

Eso sí, en lo que el nuevo Ejecutivo pretende plantar cara, y de qué manera, a la Unión Europea, y en particular a los países del centro y norte de Europa, es en el tema de la renegociación del Pacto de Estabilidad, que debe llevarse a cabo en meses venideros. Ya hemos comentado antes que Italia tiene una abultadísima deuda pública, lo que llevó hace un año a Mario Draghi, entonces Primer Ministro, a solicitar que la relación entre deuda y PIB pasara del 60% al 100%. Entonces se encontró con un sonoro “no” de los alemanes y sus aliados centrales y septentrionales, pero la realidad es que ahora la tercera economía de la eurozona tiene un gobierno fuerte, con cinco años de legislatura por delante, y cuenta, además, con el apoyo de la Francia de Emmanuel Macron, con la que firmó a finales de 2021 el Tratado del Quirinal, por el que ambos países estrechaban sus lazos y hacían bloque conjunto común frente los alemanes. Ante a esta realidad, el gobierno teutón es más débil que nunca: la dependencia energética de Rusia a través del “Nordstream” les garantiza una honda recesión, y además la coalición de gobierno, integrada por partidos tan dispares como socialdemócratas, liberales o verdes, puede romperse en cualquier momento, lo que contrastaría con la tradicional estabilidad que caracteriza a los ejecutivos alemanes.

Entrando más en temas internos, otro reto pendiente para el nuevo gobierno será un problema no resuelto desde hace décadas, y es el abandono en que se encuentran las regiones más meridionales: Abruzzos, Basilicata, Calabria, Cerdeña, Molise, Puglia y Sicilia. Y el problema, además, se ha ido acrecentando con el paso del tiempo, ya que el rico norte industrial ya no es capaz de absorber tanta mano de obra y ello ha llevado a muchos jóvenes italianos a tener que emigrar a otros países: solo en el Reino Unido (país del que en cualquier momento se pueden ver obligados a marcharse teniendo en cuenta la durísima recesión en la que está sumida la economía de este país), hay censados más de 700.000 ciudadanos transalpinos, la mayor parte de ellos no sólo jóvenes, sino con los mejores niveles de preparación. Y, mientras, su país va envejeciendo a marchas forzadas: para que nos hagamos una idea del gravísimo invierno demográfico en que está sumida Italia, de los 60 millones que en este momento habitan el país hasta 51 estaban llamados a las urnas en estas elecciones, lo que quiere decir que solo 9 millones está por debajo de los 18 años edad (entre el 10% y el 11%, hablando en cifras concretas).

En relación con ello, la puesta en marcha por parte del Movimiento Cinco Estrellas (con el apoyo de la Liga de Salvini) de la controvertida “renta de ciudadanía” (un subsidio por valor máximo de 750 euros mensuales y por un tiempo máximo de dos años para familias sin recursos) no ha servido para reducir la brecha entre ricos y pobres. En todo caso, con la abultada derrota de PD y Cinco Estrellas, que sufren las consecuencias de no haber forjado una coalición entre ambos, la “renta de ciudadanía” tiene los días contados: parece garantizado que no entrará en los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2023.

Finalmente, hay que mencionar el inacabable problema de la inmigración irregular procedente de las costas del norte de África. La UE ignoró durante años que Italia representaba la frontera meridional de la Unión, y miró para otro lado ante las oleadas de inmigrantes irregulares que llegaban (entre 150.000 y 200.000 personas cada año a partir de 2014): no solo no ayudó a los diferentes gobiernos italianos, sino que tampoco cumplió con su compromiso de redistribuirlos por el resto de países de la UE. Este craso error casi lleva a la presidencia del Consejo de Ministros a Matteo Salvini, quien ganó abultadamente las elecciones europeas de 2019, con el 34% de los votos.

Fue entonces cuando, tras forjarse el pacto PD-Cinco Estrellas (septiembre de 2019) y ponerse al frente de Interior a una gran conocedora del tema migratorio (la Prefecta lombarda Luciana Lamorgese, titular de esta cartera en los tres últimos gobiernos), el flujo comenzó a ser controlado. Pero hay que recordar que, frente a las 27.000 personas que llegaron a las costas italianas en 2021, en 2022 la cifra ha subido a los 64.000, con lo que un nuevo conflicto está servido. Y hay que recordar que en este nuevo ejecutivo va a estar el temido Salvini, y que este muy seguramente pedirá repetir en Interior (donde ya estuvo entre julio de 2018 y septiembre de 2019, cuando hizo célebre su agresiva política de “puertos cerrados”). Así que la actuación coordinada entre instituciones comunitarias y el gobierno italiano será fundamental para evitar un nuevo choque en algo que vuelve a ser un problema de primer orden.

En todo caso, el país ha dado un paso adelante al, tras haber tenido hasta 32 premiers consecutivos todos ellos hombres, pasar, si nada raro lo impide, a ver a una mujer (la citada Meloni) por primera vez presidiendo un Consejo de Ministros. Que ese nuevo gobierno sea un éxito dependerá de su capacidad para afrontar todos estos retos: no obstante, está por ver su capacidad para saber manejar las riendas del tercer país en importancia del conjunto de la eurozona. El tiempo, en todo caso, dictará sentencia.