El Primer Ministro de Japón, Fumio Kishida, y el Presidente de Egipto, Abdel Fattah El-Sisi, se reúnen en Cairo, Egipto. (Getty Images)

Tokio debe buscar, junto a las oportunidades de negocio, el desarrollo social de forma sostenible. ¿Tomará en serio las necesidades de África poniéndolas al mismo nivel que las suyas?

El primer viaje del Primer Ministro japonés, Fumio Kishida, a África desde que asumió el cargo, en octubre de 2021, ha llevado al mandatario a Egipto, Mozambique, Ghana y Kenia. ¿Por qué estos cuatro países?

Con El Cairo se ha acordado elevar la relación a “asociación estratégica”. La cooperación se refleja en los ámbitos más diversos: ya sea en el Canal de Suez o el Gran Museo Egipcio. La expansión del metro en la capital del país o en el ámbito de la educación. Egipto cuenta con 51 escuelas japonesas y una universidad japonesa.

En Mozambique el Banco Japonés de Cooperación Internacional (JBIC), de propiedad estatal, entre otros inversores como el Banco Africano de Desarrollo (AfDB), cofinanció el proyecto de gas natural licuado de 24.000 millones de dólares que lo convertirá en el tercero mayor del mundo. Japón comprará el 30% de su producción. Anteriormente el JBIC, el Banco Mizuho y otras instituciones financieras habían invertido 2.700 millones en la construcción del ferrocarril y el puerto del corredor de Nacala.

Ghana es uno de los países más estables y con mayor tradición democrática del continente. Una creciente red de infraestructuras favorece la prospección inversora. Japón y Ghana son dos de los actuales miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y acordaron trabajar juntos para abordar el sangriento conflicto de Sudán. Kishida ya había incidido en ello en su discurso ante la Liga Árabe durante su primera escala en Egipto.

Kenia y Japón conmemoran este año el 60 aniversario de sus relaciones diplomáticas. Y Nairobi acogerá en septiembre la fundamental Cumbre de Acción Africana del clima.

La última gira de un primer ministro japonés había tenido lugar en 2014. El viaje de Kishida reactiva la formulación nipona de un Indo-Pacífico libre y abierto que incluye África, el extremo más occidental de ese espacio geopolítico. La Asociación Parlamentaria de Amistad Japón-Unión Africana prevé una próxima gira para aumentar la presencia de Japón.

Personas forman una silueta humana en una protesta contra la pobreza en Yokohama, Japón. (Handout/ Getty Images)

Con la creación de la Conferencia Internacional de Tokio sobre el Desarrollo de África (TICAD) en 1993, este país asiático fue el primero en establecer una reunión de alto nivel de compromiso internacional con los mandatarios africanos. Ha venido asociando TICAD a sus presidencias del G7. En 2000, invitó a varios líderes del continente a la Cumbre de Okinawa. En aquella ocasión el encuentro se inspiró en ideas propuestas en TICAD II, celebrada dos años antes. La cumbre de 2008, en Hokkaido, siguió a TICAD IV, que había tenido lugar en Yokohama dos meses antes. En esta ocasión el viaje ha sido un hábil preludio a la reunión del G7 en Hiroshima.

Durante la Cumbre TICAD 8 celebrada en Túnez en agosto pasado –a la que no pudo asistir por haber dado positivo en la Covid-19–, Kishida anunció 30.000 millones de dólares para África. La cantidad incluía el apoyo a las startups africanas, el lanzamiento de la “Iniciativa de Crecimiento Verde de Japón con África” y la formación de 300.000 profesionales. Cualificaciones muy necesarias en un continente (2.400 millones de habitantes en 2050) con el mayor número de jóvenes del mundo. Más del 75% es menor de 35 años. 

El gran activo de Japón, con muy escasos recursos naturales, ha sido su población de 125 millones, ahora envejecida. Como señala Yoshizawa Kei, asesor de la Agencia Japonesa de Cooperación Internacional (JICA), la población africana mucho más que un problema es una oportunidad de desarrollo si se mejora la productividad para alcanzar la suficiencia y seguridad alimentarias. Según Yoshizawa, la Coalición para el Desarrollo del Arroz en África (CARD), que se encuentra en su tercera fase, es uno de los programas que está llevando a cabo JICA, con el fin de promover el desarrollo socioeconómico, la recuperación y la estabilidad económica para ayudar a afrontar este reto.

La reciente creación del Área de Libre Comercio Continental Africano (AfCFTA) es la mayor zona de libre comercio por número de países participantes. La cifra de compañías niponas allí pasó de 520 en 2010 a 900 en 2020. En la actualidad, el éxito de multinacionales como Toyota Tsusho, Mitsubishi Corporation, Hitachi y Komatsu está estimulando a jóvenes japoneses para apoyar a las pequeñas y medianas empresas con capital riesgo y los fondos de capital privado. Un ejemplo es Kepple Africa Ventures, que ha recaudado 43 millones de dólares y está invirtiendo, con fondos de capital riesgo africanos, en 100 empresas en fase inicial en 11 países del continente. Otro fondo de capital riesgo, el Uncovered Fund, creado en 2019, ha invertido en 26 startups africanas. En enero se constituyó una nueva organización, &Capital Inc, para promover las inversiones japonesas.

El AfDB pronosticó un crecimiento económico del 4,2% el año pasado, que el FMI espera que se ralentice al 3,6% este 2023 y repunte hasta el 4,2% en 2024. El Fondo prevé que las economías de Senegal, Costa de Marfil y Kenia lideren el grupo, registrando expansiones este año del 8,3%, 6,2% y 5,3%, respectivamente.

Una delegación del AfDB visitó Japón recientemente para reunirse con altos funcionarios y grandes empresas. En su conferencia pronunciada en el Foro de Cocreación del Ecosistema de Inversión Japón-África, el presidente del Banco, Dr. Akinwumi Adesina, afirmó que el continente africano ofrece enormes oportunidades de inversión. Señaló que la inversión extranjera directa de Japón pese a caer de 10.000 millones de dólares en 2016 a solo 4.700 en 2020 durante la Covid-19, se recuperó hasta los 6.000 millones en 2021. Con todo, lamenta que África representa solo el 0,003% de los 2 billones de inversiones extranjeras directas globales. Y que el comercio sigue siendo inferior al 2%. Sostiene que hay razones de sobra para revertir esta tendencia.

Turbinas eólicas en una subestación eléctrica en Kajiado, Kenia. (Donwilson Odhiambo/Getty Images)

Los muy escasos recursos naturales de Japón contrastan con la riqueza africana, que cuenta con las mayores fuentes mundiales de energía renovable: solar, eólica, hidroeléctrica y geotérmica. Y con sus abundantes yacimientos de minerales y metales como platino, litio, cobalto, cobre y grafito es clave para la transición hacia los vehículos eléctricos. Además, la fabricación de baterías de iones de litio es más competitiva. Así, instalar un precursor de baterías de iones de litio en la República Democrática del Congo sería hasta tres veces menos caro que en Estados Unidos.

África posee el 65% de las tierras por cultivar restantes en el planeta. El tamaño de su mercado agrícola y alimentario ascenderá a 1 billón de dólares en 2030. Determinará el futuro de la alimentación. Otros sectores de enorme potencial: tecnología financiera (fintech), Internet, sanidad, turismo, inmobiliario y automotriz. De una encuesta de la Asociación Africana de Capital Privado y Capital Riesgo en 2021, se desprenden datos optimistas para las inversiones en la etapa post pandemia.

Es obvio el deseo japonés de equilibrar la presencia  de China en el continente. Mientras que la inversión del gigante asiático se ha disparado, la influencia de Tokio ha ido menguando. El comercio con África en 2021 –24.000 millones de dólares– no llegó a una décima parte del chino. Con la excepción de tres sectores –equipos de transporte, barcos y maquinaria–, Japón comercia menos con África que otros países del G7, y la mayor parte de su comercio es con Sudáfrica. Y según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, no figuraba entre los 10 principales inversores. 

Más allá del desarrollo y los intereses económicos, Tokio aspira a lograr el apoyo diplomático de los 54 Estados soberanos, principalmente, para respaldar su candidatura a un puesto permanente en el Consejo de Seguridad. Insiste en la necesidad de fortalecer la ONU en su conjunto, incluida la reforma del Consejo. Así como preservar y reforzar el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares. También respalda la condena de la agresión rusa a Ucrania. Y, en concreto, al principio de que ningún país puede usar la fuerza contra otro. Los gobiernos africanos se han mostrado divididos en su respuesta a la invasión. Representan alrededor de la mitad de los 35 países que se abstuvieron en la votación de una resolución de la Asamblea General de la ONU de marzo de 2022 para condenar a Moscú.

En cuanto a la ayuda militar que demandan numerosos gobiernos africanos para hacer frente a conflictos internos e insurgencias, las restricciones constitucionales de Japón limitan –o directamente impiden– un eventual apoyo. En realidad, una buena noticia para esta cooperación.

Kishida ha prometido proporcionar 500 millones de dólares en apoyo financiero durante los próximos tres años para promover la paz y la estabilidad. En oposición a la trampa de la deuda de la financiación china, en la que los países receptores se ven cargados con cuantiosos préstamos que no pueden devolver, ha subrayado la importancia de una financiación transparente y justa para el desarrollo.

Japón no puede igualar a China en el suministro global de ayuda. No ha de ser ese su objetivo. Es de vital importancia considerar el vínculo con África un valor en sí mismo y no simplemente una forma de contrarrestar la abrumadora influencia internacional de Pekín. Tanto como la extensión de este planteamiento a las demás potencias y al mundo desarrollado en general.

Tokio puede ofrecer una forma de relación diferente. En especial, centrarse en el desarrollo sostenible y la promoción del Estado de derecho. Que las ayudas –cualquiera de ellas– beneficien a todos los africanos y no solo a las élites que firman los contratos.

Debe tener sumo cuidado de no ser percibido como un explotador más de las riquezas del continente. Esto significa comprometerse como un socio mostrando gran sensibilidad hacia las necesidades de África. Japón mueve ficha. El tiempo dirá si la presencia nipona cumple estas expectativas.