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Un grupo de jóvenes durante una cabalgata en favor de los derechos de LGTBI en Nueva York. (EuropaNewswire/Gado/Getty Images).

Los jóvenes están cambiando ya Estados Unidos, un viraje que, según prevén los estudios y los expertos, se irá acentuando en los próximos años y décadas. Asuntos como el cambio climático, la diversidad social, el respeto a las minorías, la religión, la gestión de la sanidad, la percepción de otros países y de las organizaciones internacionales o la visión de Estados Unidos como potencia mundial, empiezan a ser entendidos de manera muy diferente, más progresista, entre los estadounidenses menores de 39 años.

En las elecciones presidenciales del 3 de noviembre, los jóvenes fueron ya uno de los baluartes de la victoria del demócrata Joe Biden. Un informe de la Universidad de Tufts, en Middlesex, Massachusetts, ha revelado que el 62% de los votantes entre 18 y 29 años votaron por el presidente electo, un apoyo joven mayor que el que los demócratas tuvieron en 2016 (Hillary Clinton) y 2012 (Barack Obama). En estas elecciones, el voto joven ha sido esencial para la victoria de Biden sobre Trump en estados que han resultado ser claves como Wisconsin, Arizona, Nevada y Georgia, según dicho estudio, todos ellos ganados por Biden, los tres últimos por pocos votos y el último tras un conteo agónico de muchos días.

Una encuesta de mayo de 2020 del Pew Research Center ya cifró en un 77% el porcentaje de jóvenes de entre 18 y 23 años que desaprobaba el trabajo de Donald Trump como presidente, en la misma línea que los milenial (68% desaprobación), pero 19 y 25 puntos más que los miembros de la llamada Generación X (39-54 años) y los Boomers (55-73 años), respectivamente, en las que, de hecho, hay más personas que aprueban al actual presidente que al revés.

La franja de edad entre los 18 y los 22 años se encuadra dentro de la bautizada como Generación Z. Este año, 24 millones de esos jóvenes (un 10% del censo total) han podido votar y han dejado su impronta. Según el informe de Pew Research, dicha generación ha seguido la línea de cambio en su opinión sobre temas trascendentales que ya había comenzado con los milenial (23-38 años). De manera que todo ese bloque de votantes, de entre 18 a 38 años, que es tan numeroso ya como cualquier otra generación, es mucho más progresista que el resto de la sociedad. Según un sondeo publicado en noviembre por Político sobre la Generación Z, el 38% de sus miembros se identifica como progresista y sólo el 18% dice ser conservador. La media para todos los votantes es, en el primer caso, del 30% y, en el segundo, del 35%, lo que revela un agudo cambio ideológico en la generación votante más joven.

A todo eso se le añade que es esta generación, la más joven, mucho más diversa racialmente puesto que el 48% de sus miembros no son blancos sino latinos (23%), negros (14%), asiáticos (6%) o pertenecientes a otras razas o mezcla de razas (5%). Junto a esto, un aspecto que afecta por igual a ambas y que las diferencia de las más mayores, es que el 6% de la Generación Z y el 7% de los milenial ha nacido fuera de Estados Unidos. Este retrato sociodemográfico tiene sus efectos en las opiniones de estos dos sectores de la población en temas cruciales para la política y la sociedad, sobre los que los jóvenes estadounidenses      tienen visiones más progresistas (y a veces mucho más) que sus mayores.

Hay otra diferencia más que puede ser significativa para el perfil político que acaben tomando estas generaciones jóvenes. Según el mencionado estudio de Pew Research, los de la Z son los más golpeados por la pandemia de coronavirus: la mitad de ellos asegura que ellos o alguien en sus hogares ha perdido el trabajo o sufrido un corte salarial de envergadura, diez puntos más que los milenial, 15 puntos más que los de entre 39 a 54 años y el doble de quienes tienen entre 55 y 73 años. A esto se une también que tanto los miembros de la Generación Z como los milenial son los mejor formados (títulos universitarios, doctorados, menos porcentaje de abandono escolar, etc).

Uno de los escenarios donde los jóvenes se diferencian del resto de generaciones es, precisamente, en su opinión sobre la (presunta y en Estados Unidos asumida como un mito legitimador) supremacía de EE UU respecto al resto de países del mundo y sobre el papel del Estado en resolver los problemas económicos o sociales. Esto último es decisivo puesto que, culturalmente, desde la formación del país existe la idea, que hiende sus raíces en el liberalismo ilustrado de la época fundacional, del Estado como ente controlador y peligroso (debido a su presunta tendencia a la tiranía: en la época eran monarquías absolutas, luego fue el comunismo), de manera que éste ha de quedar reducido a la mínima expresión. Incluso, el derecho constitucional de portar armas no se estableció para defenderse del vecino, de una invasión extranjera o de un animal sino para hacerlo ¡del Estado! La nación es de la gente corriente y una nación tirana puede someter esa soberanía nacional.

La primera vez que se produjo un cambio radical en este sentido fue con la actuación de Franklin Delano Roosevelt tras el crack del 29, cuando el presidente (demócrata) decidió no abandonarlo todo a la mano negra del mercado y puso al gobierno a trabajar para paliar los efectos de la crisis. Muchas agencias federales actuales fueron creadas en esa época. Luego, salvo el paréntesis de los años de Lyndon B. Johnson y su Great Society, llegó la Guerra Fría y el miedo al Estado comunista, así que resurgió con fuerza el temor al rol del Estado. Fue en los años de Roosevelt cuando los negros, que debían su libertad al Partido Republicano de Abraham Lincoln, empezaron a virar mayoritariamente hacia el Partido Demócrata, giro que terminaron de dar cuando Johnson aprobó en los 60 las leyes en las que se les daba el derecho al voto.

Más de medio siglo después de aquello, en los Estados Unidos de la pandemia de la COVID19 y de las protestas por el Black Lives Matter, hay entre los jóvenes una reivindicación de un mayor rol del Estado en la resolución de problemas económicos y sociales (como la desigualdad): el 70% de los menores de 23 años cree que el gobierno debe hacer más, extremo que es apoyado por el 64% de los milenial, porcentajes mucho mayores que el resto de generaciones hasta el punto de que entre los mayores de 73 años es de apenas el 39%. No es casualidad, por lo tanto, que los jóvenes den mayoritariamente su apoyo al Partido Demócrata.

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Un grupo de jóvenes se manifiesta contra la decisión de Trump de llevar al conservador Ruth Bader Ginsburg al Tribunal Supremo.(Stephen Zenner/SOPA Images/LightRocket via Getty Images)

Respecto a otras cuestiones, como indican los datos de Pew Research, los jóvenes de la Generación Z han seguido y hasta profundizado en el cambio de tendencia hacia posturas más progresistas, lo que ha terminado por abrir una brecha entre estas dos generaciones (menores de 39 años) y el resto de la sociedad de Estados Unidos. De hecho, la encuesta de mayo de esta entidad encontró que “los jóvenes de la Generación Z y los milenial tienen puntos de vista similares en muchos de los principales asuntos de la actualidad”. Esto es: además de los mencionados, sobre cambio climático, medio ambiente, religión, racismo, diversidad y la propia valoración de Estados Unidos y del resto de países u organizaciones internacionales.

El 54% de los menores de 23 años y el 56% de los que tiene menos de 39 piensan que el cambio climático se debe a la actividad humana. El resto de las generaciones opina esto por debajo del 50% y en el caso de los mayores de 73 años, apenas el 38%. Unas diferencias similares aparecen en otros asuntos. En cuanto a diversidad racial y discriminación, dos tercios de los menores de 39 años creen que los negros y otras minorías son tratados en Estados Unidos más injustamente que los blancos, mientras que en la población mayor de esa edad esa opinión la tienen en torno a la mitad de las personas entre 39 y 73 e incluso menos los que sobrepasan esa edad.

En cuanto a la valoración del propio país, un 45% de los mayores de 73 años y un 30% de la franja entre 55 y 73 años creen que Estados Unidos es mejor que todos los demás países, una opinión que desciende hasta el 20% en los que tienen entre 39 y 54 años y cae en picado en los miembros de la Generación Z (14%) y los milenial (13%).

Esto tiene repercusiones en otros ámbitos relacionados, como el rol de Estados Unidos en el mundo y su relación con otros países o su participación en las instituciones de la comunidad internacional. Otro estudio de Pew Research de julio de 2020, en el que no se pregunta a jóvenes de la Generación X (por debajo de 23 años), muestra una opinión mucho más favorable sobre China, Rusia y las organizaciones internacionales entre los menores de 39 años que entre el resto de la población estadounidense. Las ideas sobre China y Rusia no son buenas en ninguna generación (y han ido cayendo en la última década), sin embargo, mientras que el 18% de los mayores de 73 años o el 21% de quienes tienen entre 55 y 73 años tiene una opinión más favorable sobre la potencia asiática, entre los milenial ese porcentaje asciende hasta el 32%. Una situación similar se da en torno a Rusia, si bien la visión más bien positiva de los menores de 39 años es del 25%.

En cuanto a las organizaciones internacionales, la confianza de los milenial es muy elevada y un 70% de los miembros de esa generación las ven con buenos ojos, un porcentaje que va cayendo en los siguientes hasta llegar al 56% en los mayores de 73 años. Y lo mismo sucede con la Unión Europea: el 63% de los que tiene menos de 39 años tienen una opinión favorable de la institución frente al 50% o menos del resto de generaciones.

Justo lo contrario que la política de dinamitar la esfera internacional y sabotear a la ONU que ha emprendido Donald Trump en su mandato y que Joe Biden ha anunciado que tiene los días contados. Como símbolo de esta postura, el demócrata ha afirmado reiteradamente durante la campaña que en cuanto sea designado oficialmente presidente el próximo 20 de enero, Estados Unidos volverá al Acuerdo del Clima de París (que, de hecho, firmó la Administración Obama con él como vicepresidente) y volverá a ser el socio que era antes de Trump en la esfera internacional, tanto en el seno de Naciones Unidas y de la OTAN como de las relaciones bilaterales entre países, que estarán más enfocadas en el diálogo y los pactos que en la amenaza constante y la guerra comercial, los dos pilares del estilo del trumpismo.

También destacan las diferencias generacionales en cuanto a los cambios que se producen en las sociedades modernas en asuntos como los nuevos conceptos de matrimonio y de las familias. Según el estudio de Pew Research de mayo de 2020, casi la mitad de los menores de 39 años (48% en la Generación Z y 47% entre los milenial) piensan que es positivo que las parejas gays y lesbianas puedan casarse, un porcentaje que cae al 27% entre las personas de 55 a 73 años y se desploma hasta el 18% entre los mayores de 73 años.

Estas diferencias entre generaciones jóvenes y mayores se producen en la sociedad en general, pero también en el interior de los votantes o simpatizantes de cada partido. Por ejemplo, el 43% de los republicanos de la Generación Z piensa que los negros son tratados injustamente y el 52% de ellos defiende un mayor rol del gobierno en la resolución de los problemas de la sociedad. Por razas en cuanto a la sociedad general, los jóvenes negros y los asiáticos son los que mantienen posturas más progresistas.

Biden durante su campaña también incidió machaconamente, no en vano, en que se su administración quiere ser el reflejo de un país diverso y una sociedad moderna. Dos pruebas elocuentes de esto son, por un lado, la elección de Kamala Harris como la primera vicepresidenta de la historia del país y, por otro, el anuncio de que designará a Pete Buttigieg, excandidato demócrata en las primarias del partido, gay, casado y exmilitar, como secretario de Transportes. Difícilmente podrían haberse dado dos nombramientos así en el gabinete de gobierno de Donald Trump.

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Manifestación en Arizona contra Trump. Una joven sostiene un cartel que reza: Milenial por el Impeachment. (Jason Wise/Getty Images for MoveOn.org)

Un cambio generacional de calado se está dando también en cuanto a la segunda enmienda de la Constitución, la que establece el derecho a tener un arma. Según una encuesta de Rasmussen de agosto de 2019 (referida en la web RealClearPolitics: el 68% de la Generación Z y la millenial apuestan por leyes más estrictas en cuanto al control de las armas. Esto es, cuatro puntos más que la franja 40-64 años y 14 más que los mayores de 65 años. Según la web de encuestas RealClearPolitics, la actitud de las generaciones más jóvenes explicaría que esta encuesta “haya roto el pico más alto de apoyo de los votantes hacia leyes más estrictas sobre el control de armas, situado en junio de 2016 en un 57% mientras que este último resultado revela que dichas leyes tienen el respaldo del 64% del conjunto de los votantes”.

Con este retrato generacional sobre la mesa, el politólogo de la Universidad de Iowa, Steffen Schmidt, asegura a esglobal que “las relaciones entre las razas cambiarán mucho y también habrá mucho más interés y apoyo en cuanto a las políticas sobre cambio climático”. Ambos asuntos están llamados a beneficiar al Partido Demócrata.

Sin embargo, en cuanto al cambio generacional global y al conjunto de asuntos, Schmidt establece matices: “¿A qué parte del partido beneficiará dicho cambio? ¿Al ala izquierdista del mismo o a la actual mayoría del establishment que representa Biden? Habrá que verlo porque los demócratas están muy divididos a veces en otros temas. Por ejemplo, en cuanto a desfinanciar la policía [la corriente Defund the Police]. De mis más de 200 alumnos, puedo asegurar que cuando debatimos sobre esto hay profundos desacuerdos entre los seguidores demócratas. Y también sobre otros temas si se tiene en cuenta el asunto territorial; por ejemplo, un joven votante de Texas, estado petrolero, no estará de acuerdo en acabar con los combustibles fósiles mientras que muchos en Oregón o Seattle estarán encantados”.

Por otra parte, habrá que ver cómo evoluciona en los próximos años el Partido Republicano una vez Donald Trump deje la presidencia en enero y a la espera de posibles nuevos liderazgos y de si estos introducirán nuevos enfoques, que podrían producirse puesto que la base joven de este partido también está cambiando y podría hacer cambiar al partido. En cualquier caso, de lo que el politólogo de la Universidad de Iowa está convencido es de que “el debate político en el futuro será más complejo. Hay diversas investigaciones que dejan claro que asuntos como la diversidad de razas, cuestiones de género y de orientación sexual no crean por sí solos lo que se podría llamar un consenso sobre la diversidad. Sobre esto, hay factores que se cruzan como la afiliación religiosa. Un joven judío jasídico o un católico acérrimo nunca estarán de acuerdo con una juventud secular o agnóstica”.

Del mismo modo, añade Schmidt, “un antivacunas nunca estará de acuerdo con un defensor de las vacunas por más que ambos sean jóvenes y pertenezcan al mismo grupo étnico y un cubanoamericano joven de Coral Gables, en Florida, no llegará a un acuerdo tampoco con otro joven mexicanoamericano de El Paso sobre Cuba”.

Una diferencia está desapareciendo entre el votante joven de zonas rurales y el joven de áreas urbanas. Por un lado, la tendencia apunta a que los jóvenes cada vez viven más en ciudades, por lo tanto, el voto del que habita en el campo cada vez tendrá menos peso en términos globales; pero es que, aun así, las posturas progresistas van ganando terreno entre los jóvenes de las zonas rurales. Según una encuesta del proyecto WTHH (What the Hell Happened) de la organización Data For Progress de marzo de 2019, el 33% de los milenial vive en urbes frente al entre el 25% y el 27% de las generaciones de más edad (el sondeo no ofrece datos de los millenialls puesto que, por edad, la práctica totalidad de estos no se ha independizado).

Estos datos concuerdan con el de un sondeo de Ernst & Young (citado por la cadena CNBC), de noviembre de 2018 que analizaba dónde habían comprado su vivienda aquellos milenial que ya eran propietarios. El 72% era dueño de una casa en las ciudades o los suburbios de las mismas, frente al 16% en pequeñas ciudades y sólo el 11% en pueblos o áreas rurales.

En cuanto a un cierto giro hacia posturas progresistas de los jóvenes incluso en las zonas rurales, los resultados de un estudio de octubre de 2020 del proyecto CIRCLE de la Universidad de Tufts son reveladores. La investigación se centra en los estados con una mayor población rural: Maine, Iowa, Carolina del Norte, Alabama y Minnesota. Curiosamente, de esos cinco estados, Biden ganó en Maine y en Minnesota y se quedó a apenas 75.000 votos de hacerlo en Carolina del Norte (donde perdió por apenas el 1,4%). Allí, el presidente electo además de vencer en circunscripciones urbanas como Charlotte, Greensboro o Raleigh, también lo hizo en otra docena de áreas rurales, lo que sugiere que en ellas captó más voto joven que Trump, un voto que, al ser racialmente mucho más diverso, favorece al demócrata.

Con todo, la realidad es que el incremento de población en Estados Unidos se está centrando en las áreas urbanas, de manera que el voto rural cada vez será menos influyente. En Georgia, por ejemplo, Biden se llevó el estado habiendo ganado sólo en las cinco áreas urbanas importantes y sus entornos: Atlanta, Athens, Augusta, Savannah y Macon. El resto del estado está pintado de rojo republicano, pero al ser más despoblado, Trump perdió Georgia. Según la oficina del censo estadounidense, la población rural del país se ha mantenido estable en unos 60 millones de personas entre 1910 y 2010. Sin embargo, en 1910 eran el 54,4% de la población total del país y cien años más tarde apenas el 19,3% y bajando (en 2020 fue del 17,5%), puesto que este ha pasado de tener menos de 100 millones de personas en 1910 a 327 millones en la actualidad.

“El voto contra Trump en 2020 puede representar sólo el primer temblor de un terremoto mucho más amplio que se le viene encima al Partido Republicano durante esta década”. Así de contundente se expresó el analista político Ronald Brownstein en un artículo en la revista The Atlantic el pasado 23 de octubre. Brownstein analiza el giro de los jóvenes hacia Biden y los demócratas y asegura que “el electorado está comenzando su transición generacional más profunda desde primeros de los 80, cuando los Boomers se convirtieron en el mayor bloque de votantes”.

De ahí que, como señala Brownstein, “antes de que los milenial emergieran como votantes numerosos en 2004, los adultos mayores de 30 años habían votado como la media del país y no habían supuesto ninguna ventaja particular para los demócratas. Reagan en 1984 y George H. W. Bush en 1998, por ejemplo, ganaron ese voto cómodamente”. Desde 2004 y sobre todo desde las primeras elecciones que ganó Barack Obama en 2008, eso empezó a cambiar rotundamente.

Pero hay dos elementos que serán decisivos en el futuro, según alerta el politólogo de la Universidad de Iowa, Steffen Schmidt. Por un lado, “empezar a ver el relevo generacional en la clase política”. En estos momentos, el aún presidente Donald Trump tiene 74 años y es el más joven de los cargos importantes del país: el futuro mandatario Joe Biden acaba de cumplir 78, la presidenta de la Cámara de los Representantes, Nancy Pelosi, tiene 80 años y cumple 81 en marzo, y el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, cuenta 78 y cumplirá 79 años en febrero. “Esperemos que haya pronto un cambio generacional. La actual generación de mayores tiene muchas conexiones con el dinero y eso influye mucho. Las más jóvenes, por lo general, no tienen esa relación”, dice Schmidt.

Por otro lado, el politólogo sostiene que habrá que ver si los cambios de mentalidad que tienen ahora los jóvenes respecto a las generaciones mayores no evolucionan hacia posturas más conservadores por la edad “porque es cierto que mucha gente cambia cuando se hace mayor y adquiere nuevas preocupaciones, aunque esto también pueda venir incluso en el sentido progresista, por ejemplo en cuanto a la sanidad, puesto que la atención sanitaria se hace más importante para las personas mayores que para los jóvenes. Habrá que ver cómo evolucionan los jóvenes y, con ellos, aquel dicho que dice que quien no es socialista antes de los 25 años no tiene corazón y quien lo sigue siendo después ¡no tiene cabeza!”.

Desde otro punto de vista, pero relacionado con éste, Brownstein advierte en su artículo de The Atlantic: “Tres quintos de los adultos menores de 30 años y la mitad de quienes tienen entre 30 y 49 describen su situación económica como precaria. La identificación con los valores culturales de los jóvenes sólo hará avanzar a los demócratas hasta cierto punto si éstos no logran tener una respuesta a sus intereses económicos”.